miércoles, 31 de agosto de 2022

Excursión 646: Del Puerto de Navacerrada al Puerto de Cotos

FICHA TÉCNICA
Inicio: Puerto de Navacerrada
Final: Puerto de Cotos
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 8,7 Km 
Desnivel [+]: 468 m 
Desnivel [--]: 473 m
Tipo: Solo ida
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: No/Sí
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 18

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta





























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













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RESUMEN
Para ir del Puerto de Navacerrada al de Cotos no hace falta ir por carretera o en el tren de Cercedilla, felizmente restablecido su servicio, hay una forma mejor, que sin prisas, invita a la contemplación de la naturaleza, fortalece las piernas y enriquece el alma, y es caminando.

Eso debió pensar Antonio, cuando convocó al grupo a realizar esta singular ruta, que a pesar de su previsible trazado, nunca habíamos realizado por las Guarramillas.

Sí lo hicimos bajando por los pinares de Basaín y subiendo por el arroyo del Infierno en esta excursión, la 201

Me cuentan, porque yo no pude ir, que como la ruta era solo de ida, hubo que llevar primero los coches al Puerto de Cotos y volver con unos cuantos al de Navacerrada, desde donde se iniciaría la excursión.

Subiendo por la pista que sale a la izquierda en dirección a los remontes de esquí, giraron a la izquierda para subir por la senda que con fuerte pendiente va por el exterior de las vallas de madera que delimitan las pistas de esquí de Guarramillas.

Al poco, se desviaron a la izquierda para seguir por la Senda de los Tubos, con estupendas vistas por estar el día soledado, de izquierdas a derecha: Siete Picos, Montón de Trigo, Valle del Eresma y Peña Citores.

Destacaba entre el bosque la residencia militar del ejército del Aire de los Cogorros, que desde aquí parecía un castillo romántico de Baviera.

Pronto pasaron junto a los restos del telesquí del Pluviómetro y a continuación, llaneando, el de Arroyo Seco, instalados en 1972 y fuera de servicio desde hace muchos años. Un mes más tarde de esta ruta fue desmontado, como se cuenta en este artículo.

De nuevo en pleno ascenso, con tramos de mucha piedra suelta, llegaron a la fuente que hay apenas cruzar el arroyo de los Puentes o arroyo Frío, de la que salía un hilillo de agua por su alargada tubería.

Les esperaban 150 metros de desnivel en un kilómetro antes de alcanzar la Bola del Mundo. Unas cuantas zetas mitigan el fuerte desnivel, haciendo más tendida la subida. Desde aquí ya tenían unas buenas vistas de Peñalara, que asomaba su roma cabeza sobre Dos Hermanas.

Llegados al Alto de las Guarramillas, rebautizado como la Bola del Mundo por las antenas instaladas en su cima. A sus pies pararon a tomar tentempié de media mañana y hacerse la foto de grupo.

Tras el descanso, tocaba descender hacia el Puerto de Cotos, pasando primero por el indicador de todas las cumbres visibles desde aquí, colocado en la 4ª Guarramilla, desde donde se inicia la bajada por la Loma del Noruego, bordeando las pistas de Valdesquí.

Para que no todo fuera bajada, subieron a la Peña del Águila, un cerro desde el que se tienen unas espléndidas vistas del Circo de las Guarramillas y su valle.

Al alcanzar el bosque de pinos, pararon a comer, al cobijo de su sombra que les quitó unos grados al caluroso día.

Reanudaron la marcha, con más brío tras el descanso, pasaron junto al depósito del Altonazo y enseguida llegaron al Puerto de Cotos, donde esperaban los coches para devolverlos al Puerto de Navacerrada.

En resumen, una estupenda ruta para ir de un puerto a otro disfrutando de estupendas vistas que bien se merece una nota de 4 sobre 5.
Paco Nieto

miércoles, 24 de agosto de 2022

Excursión 645: Navares de Enmedio

FICHA TÉCNICA
Inicio: Navares de Enmedio
Final: Navares de Enmedio
Tiempo: 3 a 4 horas
Distancia: 11,3 Km 
Desnivel [+]: 122 m 
Desnivel [--]: 122 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: No/Sí
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 24

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RESUMEN
Un miércoles más, nos reunimos, esta vez en la piscina de Navares de Enmedio, 24 senderomagos, incluido Ángel Vallés, aunque, y muy a su pesar, enseguida fue estrella fugaz.

La salida se retrasó un poco, porque tuvimos que esperar a los que tomaron dirección equivocada a Grajera, en lugar de a Navares de Enmedio.

Nada más iniciar la marcha, nos encontramos con el puente de “San Roque” que vadea el arroyo de los Navares, y que fue construido para transportar cereal a lomos de caballería, hacia un molino harinero, conocido como “molino viejo”, situado a unos 50 m más adelante; este molino es uno de los cinco molinos de agua que se encuentran entre Navares de Ayuso y Navares de las Cuevas, y que en la actualidad lamentablemente están en ruinas.

Después de ver los restos del molino viejo, cruzamos la carretera para tomar una estrecha vereda en dirección al cerro de la Torrecilla, en uno de los laterales de la senda, pudimos ver como unos endrinos tenían sus frutos ya casi maduros, listos para hacer un buen pacharán. Se necesitan 111 endrinas por 1 L de aguardiente dulce, se deja en maceración unos seis meses y ya está listo el pacharán, pero es muy importante retirar entonces las endrinas, y dejar solo el líquido.

En el alto de la Torrecilla, nos encontramos con un vértice geodésico, para la alegría de Paco Nieto y Carolina, que no tardaron en subirse en él para hacer las pertinentes fotos.

Desde aquí se podía contemplar unas vistas maravillosas, el pueblo de Navares entre las Sierras de Abajo y de Arriba y el bonito paseo arbolado hasta Navares de las Cuevas.

Continuamos la dura marcha campo a través, entre rastrojos y tomillos secos en lastras pedregosas, Tomillos de los que se alimentan las ovejas y que han dado la fama a los exquisitos asados de la zona de las “Pedrajas”.

Siguiente referencia “Vallejo de la Fuente Sordana”, que enlaza con el “Vallejo de la Calera”, antiguamente plagado de conejos y donde pudimos ver, los puestos de espera de los cazadores, para el regreso de los conejos, entre la noche y el amanecer, cuando ser cazador tenía sentido, como un medio más de alimentación y subsistencia.

Un poco más adelante, nos sorprendieron unas bonitas rocas formando dos arcos naturales, que parecía que habían sido colocadas por el hombre.

En esta misma zona, contemplamos los restos de dos pozos, donde se amontonaban las piedras calizas, mezcladas con leña, posiblemente de enebros, abundantes en el lugar, y de los que ya no quedan restos, para someterlas a muy altas temperaturas, convirtiéndolas en cal.


Pasados los pozos, en el lateral izquierdo del Vallejo, pudimos entrar en una de las cuevas conocidas como “Cuevas de Malhecho” y donde nos entraron ganas de estar un buen rato, por su frescura interior y recuperarnos del sofocante calor que veníamos soportando, 8°- 10° C por encima de lo normal en estas fechas.

Ya tocaba la parada del ángelus, lo hicimos bajo un gran almendro solitario cercano a la cueva, junto a una tenada de ovejas derruida, conocida como “tenada del Tío Jerónimo”, en cuyos alrededores, aún permanecen milagrosamente unas piedras planas, en las que colocaban la sal como alimento complementario para las ovejas.

Por fin se acaba la aridez del camino y por una senda bien marcada, dejamos a la derecha la “tenada Benito”, en bastante buen estado, para llegar a la cueva conocida, como “la Cuevona o Cueva de la Zorra”.

Como el calor sigue siendo sofocante y vamos con un poco de retraso, modificamos la ruta que estaba previsto pasar por el cerro de los fósiles. Solo nos queda un tramo duro de 1 km por carretera, para llegar a Navares de las Cuevas, donde nos esperarían Antonio Villaverde con su mujer, allí pudimos refrescarnos un poco en la fuente de la plaza.

Salimos del pueblo en dirección a la “Ermita Románica de la Virgen del Barrio” y sus bonitos alrededores, especialmente la fuente del lavadero con sus fresquitas aguas. Y ahora sí, senda más llevadera, con sombra entre árboles hasta llegar a la “bodega del Trillero”, donde nos reencontramos con alguno de los senderomagos que se habían quedado esperándonos afortunadamente, porque Antonio Villaverde y su mujer se reunieron con ellos, y también se quedaron, ya que no pudimos ponernos en contacto por falta de cobertura.


Siguientes puntos que destacar, “el molino Cid, el Batán, la piscina vieja de la fiesta del árbol y los comedores” (lugar donde se sacaban las piedras para hacer las ruedas de los molinos harineros de la zona) y que por el retraso que llevamos y el intenso calor no pudimos visitar, lo dejaremos para otra ocasión con mejor tiempo (otoño o primavera quizás).

Último tramo de la calurosa excursión la “Dehesa de Navares”; la marcha se acelera en busca de las refrescantes cervecitas, dejamos “el Colmenar” y el molino conocido como “La Fábrica o Molino de Santa Ana” a la derecha.

Por fin en la piscina, donde tomamos las ansiadas cervecitas, los Riveras del Duero, sangrías, embutidos, papas fritas, ensaladas y como colofón los exquisitos lechazos asados en el horno de mi hermana Rosi, que también nos obsequió con unas pastas y acompañados como postre los riquísimos florones que nos trajo Begoña.

La ruta en otras condiciones meteorológicas hubiera sido más interesante, pero el calor la hizo por momentos casi imposible, por eso le otorgo solo una nota de 4.
Marcos Cid

FOTO REPORTAJES

miércoles, 17 de agosto de 2022

Excursión 644: Cascadas del Purgatorio desde la Isla

FICHA TÉCNICA
Inicio: La Isla
Final: La Isla
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 13 Km 
Desnivel [+]: 538 m 
Desnivel [--]: 538 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 14

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta






























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














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RESUMEN
La ruta más habitual para llegar a las Cascadas del Purgatorio es desde el Monasterio del Paular, pasando por las Presillas y remontando el arroyo del Aguilón, creador de estos preciosos saltos de agua.

Otra forma de llegar a ellas, que exige muchos más kilómetros que la anterior, es desde el Puerto de la Morcuera, acompañando al arroyo desde su nacimiento.

Pero existe otra intermedia, poco conocida, que parte desde la Isla, y que para mi, es la más interesante y exigente, cuenta con unas extraordinarias vistas y tiene una moderada longitud, además de estar poco concurrida, que es la que hicimos.

Como hemos comentado, iniciamos la ruta en la zona recreativa de la Isla, situada en el Km 31,8 de la carretera M-604, la de de bajada del puerto de Cotos a Rascafría. Aunque para ser exactos, tuvimos que dejar los coches en la zona libre del aparcamiento del restaurante Los Claveles.

¿Motivo?, pues porque al de la Isla le han colocado una infranqueable barrera que solo abren para los clientes de los dos restaurantes que hay allí, además de haber reducido con grandes bloques de piedra el aforo del parking.

No hace falta decir que en esos dos bares no me verán mientras no liberen el acceso y lo dejen como estaba antes. No como ahora, lleno de antiestéticas vallas de hierro oxidado que afean el precioso entorno natural donde se encuentran.

Pasada esta explanada, cruzamos el arroyo de la Angostura por el puente de madera que hay a la izquierda. Bajaba más agua de la que esperaba en este verano tan seco por el que un poco más abajo, al unírsele al arroyo del Aguilón, pasa a ser río Lozoya.

Continuamos por la senda que remonta la margen derecha del arroyo, tras cruzar un portón que evita el paso del ganado.

Al poco, ya se hacia escuchar el estruendo del agua al caer desde lo alto del muro de la presa del Pradillo, que se construyó para hacerla llegar el agua a los motores de la antigua fábrica de la luz, metros más abajo y que desde hace bastante tiempo está en desuso y en lamentable estado de ruina.

El embalse, como siempre, nos trasladaba una sensación de sosiego y paz dificil de describir. En sus aguas se reflejan, como en un espejo, el cielo y los árboles antes de desbordarse precipitadamente por el muro de la presa.

Retomado el sendero, desde unas rocas cercanas se tiene quizás la panorámica más bella de este idílico paraje, de aspecto alpino.

En este punto, dejamos el sendero y, por la izquierda, iniciamos el ascenso de la ladera que encajona el embalse. Procurando subir con la menor pendiente posible fui abriendo camino, buscando zonas sin matorral, sin zarzas o cualquier otra vegetación que impidiese el paso.

Cruzamos una aviejada valla de piedra, por una parte derruida y dando una amplia curva, por consejo de Juan, para minimizar la pendiente, dejamos atrás robles, pinos y algún que otro acebo, alcanzamos la amplia pradera, en la que el pinar desaparece y las vistas se hacen infinitas hacia Peñalara, la Cuerda Larga y el Valle del Lozoya.

Muy cerca, una alambrada protege un comedero de buitres, con puesto de observación incluido, en el que abundaban huesos de animales como únicos restos de animales, después de haber servido de banquetes carroñeros.

A pocos metros de la caseta de madera sale una agradable senda que en dirección sureste se dirige al collado Gollete, por la que continuamos, entre pinos y alguna que otra retama. En época de cría de los buitres, suele estar prohibido pasar por aquí, para evitar molestarlos.

Cruzamos un arroyo seco, pero del que sin embargo salía agua en una fuente improvisada, y al poco alcanzamos la explanada del collado del Gollete, en el que se cruzan varios caminos, incluida la pista del GR-10.1 que viene de El Paular en dirección al Collado de la Morcuera.

Girando a la izquierda, subimos por la senda que asciende a la Peña del Hueco de los Ángeles, nombre muy apropiado porque, desde las rocas que coronan su cumbre, parece uno estar en el paraíso.

Allí paramos un rato para tomarnos el aperitivo de media mañana y hacer fotos desde todos los ángulos posibles.

Desde cerca de este trozo de cielo se tienen unas privilegiadas vistas, de La Najarra, Cabezas de Hierro. Peñalara y sus Claveles. Al fondo el valle, en el que asoma el campanario de El Paular y Rascafría a lo lejos.

Pero lo más impactante es que, frente a nosotros, se asoma el escalofriante abismo de más de 200 metros bajo el que se adivina la segunda Chorrera del Purgatorio. Por allí tendremos que pasar, desde aquí parecía una aventura arriesgada y del todo imposible. A más de uno se le atragantó el aperitivo de solo pensarlo.

Retrocedimos sobre nuestros pasos hasta llegar de nuevo al collado, desde él continuamos por la pista coincidente con el GR-10.1 , que desciende hacia el sur, hacia el Puerto de la Morcuera, arropada por hermosos ejemplares de pinos silvestres.

Al pasar un arroyo, la pista cambia a dirección sureste, y un poco más adelante cruza por un puente el arroyo de Navahondilla, abandonándola definitivamente al llegar a la siguiente curva para ir a buscar el arroyo Aguilón, descendiendo por una pradera en la que a Marcos una avispa le dejó un ingrato recuerdo en el pie.

Llegados al arroyo, seguimos por su margen izquierda, enseguida vadeamos el arroyo de Navahondilla, que llevaba poca agua, pero que en época de deshielo puede bajar muy bravo.

La senda acompaña al arroyo del Aguilón en su carrera hacia las cascadas, siempre cercano a su murmullo, agigantado por los numerosos saltos de agua y pozas que jalonan este precioso tramo del arroyo.

Cuando la senda se embosca un poco y el arroyo pasa por un roquedal, lo cruzamos sin mucha dificultad.

Ahora con el arroyo a nuestra izquierda, le acompañamos en su continuo descenso, en el que continuamos contemplando preciosas pozas que forman los pequeños saltos de agua, muy bravos en invierno, hasta toparnos con unas grandes rocas que complican algo el paso, obligándonos a volver a cruzarlo de nuevo, también fácilmente, por una lisa zona rocosa, para continuar por la otra orilla del arroyo.

Bordeamos un risco que fuerza al arroyo a realizar un pequeño salto, tras el cual surge una espectacular poza, que invita a refrescarse en sus aguas claras y profundas.

Tras un pequeño descanso proseguimos acompañando al arroyo, separándonos momentáneamente del agua para luego volver a él de nuevo, que acabamos vadeando por donde más asequible parecía, para así dejarlo a nuestra izquierda, siguiendo una tenue senda que poco a poco se separa del agua, dejando ver un par de pozas de gran belleza.

Cuando la senda alcanza un arroyo que desciende la loma del Cerro Cardoso, hay que cruzarle y continuar cercanos al arroyo Aguilón, que a pocos metros se despeña desde un roquedal formando la que es la segunda cascada del Purgatorio, contada en sentido ascendente.

Con cuidado, se podría llegar hasta el inicio del precipicio por donde cae el agua, en un salto de 15 metros que desde aquí no se ve, solo el agua desapareciendo hacia el Hueco de los Ángeles, que es como se denomina esta profunda garganta y que apenas unas horas veíamos desde lo más alto.

Nosotros, sin asomarnos, continuamos por la senda, que en este punto asciende por el borde del acantilado, ofreciendo cada vez mejores vistas de la cascada. Enseguida se gana altura y las vistas hacia abajo quitan el hipo, no aptas para gente con vértigo.

Al llegar a la parte más alta, presidida de unas rocas que hacen de excelente mirador natural de la gran depresión que forma El Purgatorio, comenzamos el descenso hacia la base de la primera cascada.

Hay tres formas de bajar, la primera superando un muro rocoso desde el que se precipita el agua, de bastante dificultad y que si no te dicen que es por ahí, costaría encontrar.

La segunda, que calificaría de dificultad media, que fue la que utilizamos todos menos uno, consiste en rodear precisamente ese muro por su parte más alta, realizando una gran curva, siguiendo una desdibujada senda que va perdiendo rápidamente altura, se incrusta entre afilados riscos y desciende por una gran pedrera, para dejarnos a los pies de la cascada. Un recorrido no apto tampoco para poco iniciados o desconocedores del terreno.

La tercera es parecida a esta última, pero bordeando la zona más arriba aún, con un descenso menos arriesgado, aunque con el pequeño inconveniente de salir bastante más atrás de la cascada. Sin duda esta es la mejor opción si no se conocen bien las anteriores.

Al llegar al mirador de madera que precede la primera y espectacular cascada, comprobamos la gran cantidad de gente que había, a pesar de ser día entre semana.

Todos querían disfrutar de la cascada doble que forma el arroyo, 10 metros de cola de caballo sublimes, con sus correspondientes pozas en las que se precipita el agua, la más alta a modo de enorme jacuzzi en el que no se toca fondo.

Con el objetivo conseguido, después de haber estado en el cielo de los ángeles y haber superado el purgatorio, solo restaba volver al punto de partida, lo que hicimos siguiendo la archiconocida senda que paralela al arroyo lleva al puente de madera que lo cruza 1,5 kilómetros más abajo, después de pasar junto a pozas y pequeños saltos que hacen de este recorrido una delicia en cualquier época.

Junto a una de ellas, paramos a tomarnos los bocadillos, algunos aprovecharon para remojare los pies mientras reponíamos fuerzas. Unos vistosos pájaros se ofrecieron a distraernos contemplando sus aleteos de bello colorido, arrendajos se llaman (garrulus glandarius).

Más descansados, continuamos el descenso junto al arroyo, paramos a contemplar la poza sombría, ya cerca del puente de madera.

A continuación lo cruzamos para enseguida girar a la izquierda y alejarnos definitivamente del arroyo, siguiendo la senda que un poco más arriba alcanza una vieja pista, que en dirección noroeste, conecta un poco más adelante con el GR-10.1.

Como la pista da un gran rodeo, enseguida acortamos por un atajo, sin senda, cruzamos un derruido muro de piedra y nos internamos en una pradera que nos ofrece otra vista espectacular de las cumbres del valle.

Los restos en piedra de un chozo circular junto a una cruz de mayo con una placa en su base propiciaron el agrupamiento del grupo mientras lo contemplamos.

Tras la pradera, un joven robledal nos proporciona una agradecida sombra, aunque el día no estaba siendo nada caluroso. Salimos a una curva de la pista que habíamos abandonado, justo donde cruza el arroyo de la Bardera.

Proseguimos por otra pista, en dirección sureste, que estaba ocupada por un grupo de vacas, estaban tranquilas y solo nos miraron con curiosidad. Fue el momento de dejar la pista y dirigirnos entre robles hacia el viejo canal que proporcionaba el agua desde la presa del Pradillo a la fábrica de luz.

Un arco que sostiene el canal hace de pasarela para enseguida conectar con la pista que paralela al arroyo de la Angostura conecta con el puente de madera de la Isla.

En la terraza del restaurante Los Claveles nos tomamos la compensación por haber tenido que dejar el cielo y tener que volver de nuevo a la tierra, aunque las caras de felicidad y las palabras de elogio a la ruta fueron todavía más gratificantes que las cervezas, dando así por finalizada esta fantástica ruta de impresionantes vistas y con mucha agua, que seguro me matarían si no le otorgo la máxima puntuación, un 5, por tanta maravilla.
Paco Nieto