miércoles, 13 de julio de 2022

Excursión 638: Baños de Venus de Valsaín

FICHA TÉCNICA
Inicio:
 Valsaín
Final: Valsaín
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 14,7 Km 
Desnivel [+]: 327 m 
Desnivel [--]: 327 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4,5
Participantes: 25
MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

























PERFIL
* Perfil,
alturas y distancias de la ruta













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RESUMEN
Me pareció que aceptar la propuesta de Antonio de ir a la poza del Baño de Venus era lo mejor que podía hacer ese miércoles porque en Madrid llevábamos un mes de julio infernal. Parecía que el mismísimo Hades había desplegado todo su poder y el calor era casi inédito incluso para julio.

Además, y como es notorio, los segovianos montes de Valsaín albergan los mejores pinos de toda la península y hay que resaltar también que es una ruta marcada por la historia porque discurre por las Pesquerías Reales y había que añadir el encanto de toparnos con los restos de un bello acueducto y varios puentes evocadores, para terminar en una estupenda poza. Así que era una “oferta que no pude rechazar”.

Quedamos en el aparcamiento del CENEAM veinticinco aguerridos excursionistas, dispuestos a huir de unos calores que eran a todas luces desmesurados. Empezamos la excursión siguiendo el camino de las Pesquerías Reales, aguas arriba, es decir dejando el Eresma a nuestra izquierda, bajo la sombra de los robledos y los pinares, que nos alivió bastante del calor que ya hacía a esa hora tan temprana.

El rey Carlos III, al que le encantaba la pesca, para poder subir cómodamente desde La Granja hasta la cabecera del río Eresma, mandó construir este camino a lo largo de su orilla izquierda, bajo la sombra de los robledos y los pinares de Valsaín. Una obra por aquel entonces asombrosa, que remató con puentes, represas, saltos y todo cuanto daba de sí la ingeniería hidráulica del siglo XVIII.

Cientos de canteros se emplearon a fondo, entre 1767 y 1769, para lograr alicatar unos nueve kilómetros que partían del embalse del Pontón Alto –antes Puente de Segovia– y llegaban al nacimiento fluvial, allí donde confluyen los arroyos de Minguete y del Telégrafo. 

Nacía así, para disfrute del rey, la Senda de las Pesquerías Reales enmarcada por un impresionante escenario natural.

Además del camino, el monarca dotó a este tramo del río de escaleras, represas y saltos de agua, encaminados a oxigenar el agua.

Nosotros iniciamos el camino desde el Ceneam, primero al lado del arroyo de la Cueva del Monje para después cruzar la carretera CL-601 del Puerto de Navacerrada a la Granja de San Ildefonso y llegar al arroyo y puente de Peñalara.

Enseguida tomamos la vertiente izquierda del río Eresma y seguir avanzando hasta el Arroyo del Guindo y los Asientos, acompañados todo el tiempo por el rumoroso sonido del agua. En este punto ya habíamos olvidado los calores de Madrid y nos dejábamos “mecer” por la dulzura del paisaje y la sombra de los árboles.

En paralelo al río Eresma, seguimos avanzando y tras cruzar el arroyo de los Acebos y pasar junto al puente de Navalacarreta, llegamos a la famosa Boca del Asno. No me extraña nada que don Antonio Machado estuviera enamorado de la sierra de Guadarrama y escribiera algunos preciosos poemas relacionados con ella: (“Oh, sí, llevad, amigos, su cuerpo a la montaña, a los azules montes del ancho Guadarrama. Allí hay barrancos hondos de pinos verdes donde el viento canta. Su corazón repose bajo una encina casta, en tierra de tomillos, donde juegan mariposas doradas . –Dedicado a Giner de los Ríos-).

Este es uno de los paisajes más bonitos de la sierra y, aunque lo hayamos hollado decenas e incluso cientos de veces, sigue siendo sorprendente porque es hermosísimo en cualquier época de año, a pesar del área recreativa donde se celebran variopintos encuentros y los fines de semana en verano recuerdan aquellas aglomeraciones del Parque Sindical de Madrid.

Dicen algunos que el nombre tan curioso de “Boca del Asno” proviene de un discurso de un alcalde recién elegido, que cuando fue a dar su primer discurso en este mismo sitio, abrió la boca y en ese instante un burro comenzó a rebuznar dejando al alcalde en ridículo. Aunque la versión más plausible es que hay una formación rocosa que parece la quijada de un burrito.

Allí nos esperaba Marcos H. con su hijo Jorge, su yerno Jesús y su nieto Hernán, que con sus cinco años y tres meses, ha resultado ser el senderomago más joven del Gmsma y apunta maneras de que llegará a ser un consumado montañero.

En este punto van desapareciendo los robles y ganando terreno los pinos. Nosotros seguimos avanzando aguas arriba encontrando algunas escondidas pozas excavadas en el granito, llegando al punto donde confluyen el arroyo del Telégrafo y el Eresma.

Por fin llegamos a la poza de Los Baños de Venus. Identificamos bien la poza ya que vuelve a haber losas de granito en el camino y dos grandes moles de piedra atraviesan el río creando un pequeño paso de agua que se acumula por un dique de piedras.

No me extraña que la diosa de la belleza y el amor eligiera este lugar para solazarse porque el sitio rezuma belleza por los cuatro costados e invita a sumergirse en sus frías y cristalinas aguas. Algunos, pocos, nos atrevimos a imitar a la diosa disfrutando del frescor de las aguas, pero, indudablemente quienes más se solazaron en sus aguas fueron Carolina, que cada vez me recuerda más a una bella sirena, y Hernán, el nieto de Marcos H. que disfrutó de lo lindo en el agua. Incluso cuando ya nos íbamos, el niño seguía dentro sin ningunas ganas de salir; no sé el tiempo que estuvieron porque ya no volvimos a encontrarnos con esa familia.

Muy contentos y refrescados emprendimos el camino de vuelta, volvemos a pasar junto al puente de Los Vadillos, un puente de madera sobre pilastras de piedra que fue diseñado por Pedro de Brizuela en el siglo XVII, época de Los Austrias, aunque ahora está totalmente reconstruido. En el camino Carolina se volvió a meter en otra pozita. Parece que el agua es su elemento natural.

Llegamos de nuevo a la Boca del Asno donde hicimos el refrigerio de rigor, animado por unas fresquísimas cervezas que pusieron la guinda a una estupenda y reconfortante excursión, aunque aún nos quedaban unos kilómetros para volver al punto de partida.

Emprendiendo el último tramo, pasamos por el puente de los Canales, un pequeño acueducto que se construyó en época de Carlos I (en la cara norte del puente hay una inscripción con el águila bicéfala). 

Este acueducto llevaba el agua al tristemente destruido palacio de Valsaín. Se reconstruyó en 1998 por iniciativa popular, mediante del vaciado de troncos de pino.

Atravesamos la pradera de Navalhorno para llegar al punto de partida, donde nos despedimos con pena unos de otros porque verdaderamente habíamos pasado un día estupendo, por lo que califico esta excursión con 4,5 sicarias.
Paz Rincón


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