lunes, 30 de octubre de 2023

Excursión 737: Presa del Gasco y Canal de Guadarrama

FICHA TÉCNICA
Inicio: Molino de la Hoz
Final: Molino de la Hoz
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 15,6 Km 
Desnivel [+]: 388 m 
Desnivel [--]: 388 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas/Agua: No/Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 4
Participantes: 18

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta






























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

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RESUMEN
Realizamos esta ruta para volver a contemplar la presa del Gasco, que junto a otras tantas sin uso parece que corren peligro de ser derruidas, lo que en este caso y otros como la del Pontón de la Oliva, sería de lamentar, dado el carácter histórico y cultural que poseen.

En septiembre del 2021 la presa del Gasco fue declarada Bien de Interés Cultural, junto con el Canal del Guadarrama, pero en mayo del 2023 el Tribunal Superior de Justicia de Madrid anuló dicha declaración por un defecto forma, ¡increíble!. Aquí se puede saber más de esta lamentable decisión que ha dejado a la presa y el canal de nuevo desprotegidos.

Iniciamos la ruta en la parte norte de la urbanización Molino de la Hoz, cerca del río Guadarrama, aguas abajo de la presa. Nos alegramos de volver a ver compañeros que hacía tiempo no venían.

Comenzamos a caminar afrontando una abrupta subida que dejó a más de uno sin aliento, tras la cual alcanzamos la vereda que bordea la loma del cerro donde se asientan las Casas de la Isabela donde el tiempo continúa su lenta pero infatigable tarea de convertir en ruinas lo que fue una gran casa con múltiples edificios.

Al alcanzar el hermoso pinar por el que pasa el Canal de Guadarrama giramos a la izquierda, en dirección noroeste, en busca de nuestro objetivo, paralelos a primer tramo del canal, Pronto comenzamos a ver el inmenso muro de la presa del Gasco, que fue diseñado, en su momento, como el más alta del mundo, con 93 metros y construido entre 1787 y 1799, en tiempos de Carlos III.

De este proyecto, sólo se conserva un lienzo de 53 m de altura y 251 de longitud, con una anchura que oscila entre los 72 m de la base y los cuatro de la parte superior.

El infortunio hizo que el 14 de mayo de 1799 se derrumbara parte del muro meridional, después de una terrible tormenta, dejando al descubierto sus juntas laterales y muros transversales, cuando se llevaban 53 metros construidos y 12 años invertidos.

Se cree que la mala calidad constructiva del muro de soporte, la acumulación de agua caída durante la tormenta y que aún no tenía las juntas fraguadas fue la causa de su derrumbe. Se retiró todo el material caído para no hacer tapón en el río. El resto de la presa se dejó abandonada para siempre y así sigue.

Descansamos un rato en el privilegiado mirador en el que se ha convertido la presa, que los siglos han coronado de encinas y enebros, mientras nos asomábamos a sus precipicios, no aptos para gente con vértigo, pensando en el triste final del ingeniero francés Carlos Lemaur, al que se debió la iniciativa de su construcción, y que se suicidó, antes de ver acabada su obra. Tampoco sus hijos, continuadores del proyecto, lograron verlo acabado, permaneciendo desde el día de la tormenta tal como lo contemplamos hoy.

La presa solo era la parte inicial del macroproyecto que pretendía realizar un canal navegable de 667 km, que, salvando un desnivel de 700 m, hubiese unido fluvialmente la ciudad de Madrid con el río Guadalquivir en Sevilla, para desde allí y aprovechando este río navegable, llegar hasta el océano Atlántico.

La ciclópea obra partiría de una presa que habría de construirse a la altura de Torrelodones sobre el río Guadarrama, cuyas aguas enlazaría las cuencas de este río con las del Manzanares, Jarama, Tajo, Riansares, Záncara, Jabalón, Guarrizas, Guadalén, Guadalimar y Guadalquivir.

Sólo pudieron ejecutarse los primeros 27 km del canal y la Presa de El Gasco, su embalse regulador. Aquí muchos más detalles del proyecto.

Tras hacernos la foto de grupo y contemplar desde su cima cómo el río Guadarrama, con mucha agua, lo atraviesa, retrocedimos sobre nuestros pasos, hasta llegar de nuevo al canal, que cruzamos para ascender por una empinada cuesta hasta dar, 140 metros más arriba, con un sendero que seguimos a la izquierda.

Unos pocos se fueron por la cercana pista que evita tener subir un cerro, al que el resto fuimos a contemplar las excelentes vistas que desde su cima se tiene: El Monte Abantos y las Machotas al oeste, al este la planicie de Madrid, al sur unas bonitas vistas del embalse de Molino de la Hoz y toda la urbanización que ha nacido a su vera, y al norte el Monte Gurugú, donde se asienta Casa Panarrás.

Descendimos el cerro para reunirnos con los que habían subido por la pista y como era la hora del ángelus, paramos a tomarnos el tentempié de media mañana.

Repuestas las fuerzas, continuamos el ascenso por el Camino de la Isabela, para enseguida pasar junto a Casa Panarrás, un caserón de estilo vasco construido por un marqués a principio del siglo XX, que se convirtió en puesto de mando republicano en la batalla de Brunete, con unas vistas estratégicas al flanco norte de esta ofensiva que tenía por objetivo frenar el avance de las tropas franquistas a Madrid y ayudar a las provincias del Norte de España, y que acabó con multitud de muertos de ambos bandos en veinte días de crueles enfrentamientos.

Remontamos la cuesta que va a dar con la entrada a la Casa del Enebrillo, que perteneció al duque de Sotomayor hasta el siglo XIX.

Obligado a venderla por deudas tras la pérdida de las colonias, la compró el torero cordobés Lagartijo, que durante un tiempo la utilizó para su uso personal como tentadero en el que entrenarse y ponerse en forma.

Continuamos por el también llamado Camino del Pardillo, que unió durante siglos Torrelodones con Villanueva del Pardillo a través del Molino de la Hoz.

La primera constancia de su existencia se remonta al siglo XII, como paso vinculado a la aldea de Santa María del Retamar, fundada por madrileños en la primera mitad del siglo XII y habitada, por lo menos, hasta finales del siglo XIV.

En el siglo XVI adquirió un importante auge al iniciarse las obras del monasterio de El Escorial que hicieron de Torrelodones parada y fonda. Durante este periodo, el Camino sirvió para el transporte de mercancías desde Villanueva del Pardillo para sus numerosos mesones y posadas.

La construcción de los puertos de Galapagar y del León, y el nuevo camino hasta Segovia por Las Rozas, Galapagar y Guadarrama, supusieron la decadencia progresiva del Camino del Pardillo.

Tras dejar atrás la fortificada Casa del Enebrillo, descendimos hasta cruzar por arriba el túnel por el pasa la línea de ferrocarril, girando a la derecha para seguir la senda que bordea las urbanizaciones de Las Marías, ahora en fase de expansión.

Entre pinos y jaras nos dirigimos al Mirador de Las Marías desde el que se tienen unas preciosas vistas de la planicie de Madrid, mientras abajo no paran de cruzar trenes por las vías que, poco más arriba llegan a la estación de Torrelodones.

Proseguimos por el sendero que en dirección noreste alcanza un pequeño y bello pinar, que da paso, a la a la torre de los Lodones, emblemática atalaya musulmana que dio origen al pueblo, allá por los siglos IX a XI del período omeya de Al-Ándalus.

Mide cerca de 11 metros de altura y tiene un diámetro exterior de 3,8 metros.

Tenía como misión vigilar uno de los caminos que se dirigía hacia los pasos de la Sierra de Guadarrama, el que en 711 utilizó Tariq para su avance por la parte norte de la península ibérica, formando parte del muy jerarquizado sistema defensivo omeya de la Marca Media, que tenía su centro en Toledo, con la que la población musulmana intentaba frenar el avance de los reinos cristianos.

A los pies de la torre se contempla buena parte de la Sierra de Guadarrama y medio Madrid a lo lejos asentando en su planicie, así como el pueblo a vista de pájaro y el abandonado a su suerte Palacio del Canto del Pico, otro de los iconos de Torrelodones.

La atalaya toma su nombre del almez, árbol que también es conocido como lodón o lotonero y que era abundante en su enclave y por extensión, el caserío surgido a sus pies acabó llamándose Torrelodones.

Curioso es también el nombre de Las Marías, zona en la que se asienta la torre, que toma su nombre, y esto pocos lo saben, precisamente de la atalaya, ya que proviene del árabe Al-mariya, el mismo étimo que, por ejemplo, ha dado nombre a la ciudad de Almería.

A los pies de tan histórica atalaya nos hicimos otra foto de grupo, en la que parecemos enanitos al lado de la torre.

Por la escalinata, recientemente restaurada, descendimos a la explanada del arroyo de la Torre, en las inmediaciones del punto limpio, continuando por el camino de tierra que bordea la zona sur de los Bomberos, deteniéndonos en el mirador que contempla el paso de los trenes vigilados por la torre, es un camino plano y muy agradable, que al final desciende hacia las vías.

Por un sendero continuamos paralelos a la valla que protege las vías del tren de las urbanizaciones del Área Homogénea Sur, hasta dar con una puerta metálica que da acceso a la otra parte del muro que protege las vías y que hay que dejar cerrada para evitar que se cuelen los jabalíes.

Con extremo cuidado cruzamos las vías, cerciorándonos de que no venía ningún tren de un lado y el otro, algo peligroso teniendo en cuenta el alto tráfico de esta línea, tanto de cercanías como de trenes que une Madrid con el noroeste de España, por lo que hay que extremar las precauciones, aún más si se va con niños o mascotas, a las que se debería atar en esta zona para evitar accidentes.

Continuamos por Los Viales bordeando la valla metálica de la finca llamada Casa García, girando a la derecha para seguirla en dirección suroeste, sin senda marcada, procurando tener siempre la valla cerca, descendimos hasta un arroyo seco, para continuar ascendiendo siguiendo la cerca hasta alcanzar un sendero más evidente que nos llevó al Cerro de la Mesilla, situado a 782 metros de altura, coronado por una pequeña casa medio en ruinas, que presenta un lamentable estado de conservación.

En sus inmediaciones paramos a dar cuenta de los bocadillos. Tras el largo descanso, continuamos por el camino que pronto va a dar a otra casa abandonada, ésta más grande y medio derruida.

Desde ella se tienen unas estupendas vistas del Canal de Guadarrama y todo su privilegiado entorno. Rebasamos la casa por la izquierda y descendimos hasta cruzar el Canal, afortunadamente en este tramo completamente seco.

Giramos a la derecha y continuamos por el sendero que zigzaguea siguiendo los meandros del Canal, En otras ocasiones más estivales, hemos podido caminar por su lecho sin problemas, pero hoy enseguida se hizo imposible por el agua acumulada entre sus aludes.

Pasamos la zona conocida como Los Barrancos, completamente inundados de agua, lo que le daba un plus de belleza a ya de por sí bello recorrido.

También llevaban mucha agua los arroyos de Varela y el de la Torre que va a dar al Canal, nunca los habíamos visto así de crecidos, formando incluso una vistosa chorrera al desbordarse hacia la pendiente.

Continuamos por el frondoso bosque de encinas y enebros que hay junto al Canal, asomándonos de vez en cuando a sus aguas y al que seguimos en su serpenteante recorrido hacia, siempre a nuestra derecha, con bonitas vistas de las urbanizaciones y todos los pueblos que desde aquí se divisan.

A llegar al precioso bosque de pinos que hay frente a las Casas de la Isabela es donde el Canal se hace más presente, manteniendo agua todo el año. Estaba precioso, además comenzó a caer una ligera llovizna, que lo hizo aún más romántico e íntimo.

Por la misma senda que habíamos utilizado en la subida descendimos hasta llegar de nuevo a la zona donde habíamos dejado los coches.

En el bar La Tortilla de Mamá que hay a la entrada de la urbanización celebramos el final de esta bonita e histórica ruta además del cercano cumpleaños de Ara, que nos invitó.

Por todo lo visto y disfrutado, esta excursión se ha ganado 4 estrellas.
Paco Nieto

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