miércoles, 15 de julio de 2020

Excursión 517: Los tejos milenarios del Barondillo

FICHA TÉCNICA
Inicio: La Isla. Rascafría
Final: La Isla. Rascafría
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  12,5 Km
Desnivel [+]: 497 m
Desnivel [--]: 497 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: 
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 29

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
RESUMEN
Tras muchos meses de ausencia, hoy vuelvo a reunirme con el GMSMA, y si cada encuentro con el grupo siempre es deseado, en esta ocasión mucho más.

Hoy somos un número mayor de participantes para lo acostumbrado en verano, los senderistas más cuatro perritos vamos llegando al aparcamiento, junto al restaurante los Claveles, muy cercano al de la Isla, ya que éste estaba cerrado. A algunos no les conozco, quizás porque nunca hayamos coincidido.

A las 10:00 de la mañana nos pusimos en marcha, cruzando el arroyo de la Angostura por el puente de madera, para remontar el arroyo por su margen derecho.

La vegetación, muy crecida, casi tapa el estrecho sendero junto al agua. Pronto alcanzamos el embalse del Pradillo donde paramos a contemplar la bonita cascada que se genera en la presa del mismo y la estupenda panorámica del agua reflejando el valle, mientras unos patos nadan tranquilamente por medio del gigantesco estanque.

Continuamos por la senda que rodea el embalse, entre pinares en los que abundaban troncos caídos entre los helechos, que este año están exuberantes.

En un punto del camino tras cruzar varios arroyos, Paco Nieto, que es nuestro guía hoy, nos dice que estamos exactamente encima de las vías del AVE de Madrid-Segovia, ¡nadie lo hubiera imaginado!

A pocos metros de cruzar el arroyo Valhondillo o del Barondillo, dejamos la senda que discurre junto al arroyo de la Angostura para seguir otra paralela a este otro arroyo, junto al cual unos kilómetros más arriba, como luego pudimos comprobar se hallan los famosos tejos milenarios.

Conforme avanzamos, la pendiente crecía, y al cruzar una pista, se hizo mayor, lo que hizo que el grupo se estirase en función de la velocidad de cada cual. 

La bonita senda por la que ahora caminábamos, se acerca al arroyo Valhondillo en varias ocasiones, lo que hizo que este trayecto fuese especialmente refrescante, contemplando y sintiendo el agua en todo momento.

La senda alcanzó la pista que cruzamos anteriormente, conocida como Camino de las Vueltas, junto a un puente, donde hicimos una parada de agrupamiento mientras nos refrescábamos escuchando el murmullo del agua.

Tras el descanso, continuamos la marcha y enseguida vadeamos el arroyo de los Pinganillos, que en este punto, se une al arroyo del Valhondillo, aguas arriba, y poco después cruzamos el de las Zorras que se une pocos metros más abajo al del Valhondillo.

La senda se va acercando, a media ladera, poco a poco al arroyo del Valhondillo entre grandes pinos, algunos caídos en medio del camino. Poco antes de llegar al objetivo, comenzamos a ver hermosos ejemplares de tejos que aparecen a ambos lados de la senda, algunos tras unas vallas de alambrada que intentan protegerlos.

El conocido como el abuelo (aunque es hembra), tiene entre 1500 y 1800 años según un cartel informativo que está junto al mismo, y está rodeado por un murete de piedras y una cerca de hierro. Junto a él paramos a tomar el tentempié de media mañana.

De nuevo en marcha, cruzamos el arroyo un poco más arriba, frente a otros tejos de gran porte, aunque con apariencia de ser más “jóvenes”. En este punto termina una pista por la que descendimos y al dar con el Camino de las Vueltas, en el Raso del Baile, la seguimos hacia la izquierda.

Al poco, nos desviamos a la derecha para descender a ver la laguna del Raso del Baile, que para nuestra sorpresa estaba cubierta de una capa verde, suponemos que de polen, que le daba un aspecto irreal e inquietante.

Recuperado el camino, ascendimos hasta cruzar el arroyo de la Majada del Espino, desde el que iniciamos el regreso, descendiendo con fuerte pendiente y sin senda distinguible paralelos al arroyo. A mitad de la formidable bajada, nos topamos con un tejo enorme, de gran porte y con un grandioso tronco, quizás el más bello de los contemplados en la ruta.

Un poco más abajo, justo antes de cruzar el arroyo, vimos otra laguna, ésta sin la capa de verdina que tenía la anterior, y en la que los perros se apresuraron a refrescarse, nadando a sus anchas.

Paralelos al arroyo, continuamos el descenso hasta dar con el Camino de las Vueltas y, poco antes de alcanzar el puente de la Angostura, paramos en una magnífica poza en la que otras veces nos hemos bañado, pero que esta vez solo contemplamos, algunos con nostalgia, mientras nos tomábamos los bocadillos.

Fue el momento en el que Jorge H, hizo volar el drom que pacientemente había transportado en la mochila. Las impresionantes imágenes que grabó las podéis ver más abajo. Tras el descanso, cruzamos el precioso puente de la Angostura y, muy cercanos siempre al arroyo, descendimos hasta alcanzar la impresionante cascada de la presa del Pradillo, ahora desde la orilla opuesta a la de la ida, y llegar así de nuevo a la Isla.

Por lo bien que lo pasé, los lugares recorridos, los tejos contemplados y la buena temperatura, todo un regalo, califico esta ruta con un 4,5.

Quiero daros las gracias por el interés que habéis tenido en el seguimiento de mi enfermedad Covi-19. Como ya sabéis estuve ingresada 15 días bastante fastidiada (aunque no me entubaron), después por un problema de alergia de algún medicamento me ingresaron otros 7 días, pero ya estoy recuperada y con muchas ganas y fuerza para seguir caminando con vosotros el GMSMA, sois fantásticos y queda pendiente el viaje a Mallorca que espero sea pronto.
Rosana Curto

¿Cuál es el árbol más viejo
de Madrid, comunidad?
Si no sabéis, preguntad,
pues la respuesta es un tejo
de siglos de antigüedad.

Partiendo de la Angostura,
la excursión no es nada dura;
por un camino sencillo,
pronto veréis la figura
del tejo del Barondillo.

La Comunidad legisla
que este es árbol singular;
lo fuimos, pues, a observar
partiendo desde la Isla
para luego progresar
por la margen del Lozoya,
o, más bien, de la Angostura,
que en esta hermosa natura
es donde se desarrolla
nuestra gloriosa aventura.

Entre pinos y rebollos
tomamos sendas que atajan
por empinados arroyos
que de Asómate de Hoyos,
allá en Cuerda Larga, bajan;
y tras unos resoplidos
en apenas una hora,
para nada agotadora,
nos quedamos sorprendidos
al ver la deslumbradora
y sorprendente estructura
d'este árbol tan añejo
que en medio de la espesura
mostró por fin su figura:
un impresionante tejo.

Junto al tejo más anciano
otros están a su lado;
han crecido de la mano
junto a su primer hermano;
juntos han avejentado,
y es algo muy usual
nombrar al grupo global:
si con pinos es pinar
y con robles, robledal,
cuando hay tejos es tejar.

Asombra que sean tan viejos
y nos deja muy perplejos,
que en unos tiempos lejanos
los legionarios romanos
vieran estos mismos tejos;
y aquellos que construyeran
en Segovia el acueducto
puede que se sorprendieran
al ver en este reducto
cómo los tejos nacieran.

Las doce en punto sonaron
y a la sombra de los tejos
los tentempiés se tomaron
acatando los consejos:
unos de otros separados.

Cuando bien se desayuna
se hace mejor el camino;
lo siguiente, una laguna
de color verde aceituna;
la superficie —imagino—,
que el fondo no se veía;
según la cartografía,
este bello fotograma
Raso del Baile, se llama,
aunque raso… poco había.

Para evitar mucho andar,
bajamos por un atajo
todo el tiempo cuesta abajo.
Dice un refrán popular:
«no hay atajo sin trabajo»,
y este caso ejemplo es,
que un kilómetro después,
te duelen las pantorrillas,
los cuádriceps, las rodillas
y las plantas de los pies.

La poza de la Angostura
es un lugar apacible;
cuando el baño era posible
te bañabas con frescura;
pero hoy es inconcebible,
pues la reglamentación
nos prohíbe el chapuzón
en cualquier alberca o charca
de lo que la sierra abarca,
pero nada hace mención
a comerse un bocadillo
a la orilla de la poza,
aunque siempre algún listillo
mete los pies y algo goza
refrescando el «pinrelillo».

Allí, por tanto, comimos
en paz, sosiego y sin prisa;
luego, todos nos reunimos
en una zona más lisa
donde juntos nos hicimos
nuestra foto colectiva,
mientras, esta vez, un dron
nos filmaba desde arriba,
dándonos una visión
y una nueva perspectiva.

Nos quedaba retornar
volviendo al punto inicial
y los refrescos tomar;
y os dejo para acabar
un serventesio final:

«No podréis encontrar árbol más viejo,
que no haya sufrido innumerables daños,
salvo este colosal y regio tejo
que ya ha cumplido casi dos mil años».
Paco Cantos

FOTO REPORTAJES
* Foto reportaje de José María Pérez

VÍDEOS
* Vídeos de Jorge Herrero

FOTOS
* Fotos de Enrique Cid
* Fotos de José Luis Molero
* Fotos de Paco Nieto

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