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miércoles, 18 de marzo de 2015

Excursión 225: El Risco del Águila de Valdemaqueda

FICHA TÉCNICA
Inicio: Valdemaqueda
Final: Valdemaqueda
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 14,5 km
Desnivel [+]: 507 m
Desnivel [--]: 507 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: No/
Ciclable: En parte
Valoración: 4
Participantes: 21

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC

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RESUMEN

Esta ruta se concibió al finalizar la famosa excursión número 204 Valdemaqueda - Puente Mocha - Río Cofio, conocida con el sobrenombre de "la de la valla" y el padre de la criatura es José María, que no pudo asistir al parto por encontrarse ausente disfrutando de su otra pasión, el esquí.

La participación fue bastante inferior a lo que se acostumbra en los últimos tiempos, lo que indica que demuestra que existe una relación proporcional y directa entre el número de senderistas y la predicción meteorológica para el día de la marcha; concretamente la asistencia fue de 21 senderomagos.


A esto, añadir la escasa presencia de "atléticos"; por determinar si debido a una noche de celebración por la victoria ante el Bayern Leverkusen, seguida de la consiguiente resaca, o a la amigdalitis provocada por la subida de los genitales a la altura de la garganta, por supuesto esto último solo de aplicación al género masculino.

Dicen que los animales barruntan los desastres naturales, como los terremotos, los tsunamis, etc, pero puedo asegurar que el ser humano tiene idéntico comportamiento ante otro tipo de situaciones. Me explico. En el coche comenté con los que me acompañaban que a última hora casi aborto mi participación en la marcha; mi mente creía que era por lo desapacible del día, pero el verdadero motivo se desveló nada más iniciar la marcha, al ser nombrado "cronista por un día" por Melchor.

La comunicación de tal honor va seguida de un cursillo intensivo sobre las técnicas necesarias para su elaboración, lo que facilita las cosas y evita los correspondientes exabruptos hacia el "cronista titular"; todo está estudiado y ante tales muestras de empatía por su parte se pasa, en décimas de segundo, del "me acuerdo de toda la familia de Melchor" al "pero cómo no se le va a querer". Lo dicho, todo está estudiado.

Mi primera intención, después de ser testigo de ciertas intimidades, fue darle cierto tinte rosa a la crónica, pero al ser víctima de chantaje y extorsión por parte de la "doble A", he preferido la opción más tradicional y llevarme el secreto a la tumba. Por cierto, "doble A", ese tipo de prácticas no son licitas.....y lo sabéis. 

Venga, vamos "al turrón" que se hace tarde y aún no hemos empezado a andar.

Con un día fiel a las predicciones meteorológicas, es decir, lluvioso “hasta decir basta” salía la “serpiente multicolor” del GMSMA de Valdemaqueda por su calle principal (Calle de San Guillermo), que dentro de la localidad coincide con la carretera M-537; escasos metros más allá dejamos de transitar por el asfalto para adentrarnos en las estribaciones más occidentales de la sierra de Guadarrama y las primeras al este de Gredos. 

Los riscos que hoy son nuestro primer objetivo (Riscos de Valdecatones, del Águila, del Chaparral, Valdeparaíso y Gelechal), al sur de Valdemaqueda, fueron a finales de agosto de 2012 miraderos privilegiados desde donde se vieron saltar las llamas sobre la cresta del Santa Catalina. El incendio que devastó más de 2.000 hectáreas de bosques y montes, cuya ausencia, tanto tiempo después, la siguen señalando las zonas desnudas y renegridas de gran parte de este monte que se alza justo encima de Valdemaqueda

Siguiendo el camino, siempre rumbo al sur, bordeamos el Cerro de la Cruz Colorada (948 m) y a continuación hicimos lo mismo con el Cerro de Valdecantones (1.061 m). Después de “evitar” los cerros anteriormente mencionados tocaba acometer la ascensión al Risco del Águila (1.047 m), que da nombre a la excursión, para lo cual giramos a la derecha para abandonar la senda que transitábamos. 

Finalmente alcanzamos la cima, punto emblemático de estos lares, declarada zona de especial interés para las aves, ZEPA.
Estas zonas son catalogadas por los estados miembros de la Unión Europea, como zonas naturales de singular relevancia para la conservación de la avifauna amenazada de extinción, y por tanto han de ser protegidas con las diferentes gestiones para que se proteja su hábitat, por lo que es obligatorio conservar las condiciones medio ambientales requeridas por estas aves. 



En Madrid existen un total de siete zonas ZEPA distintas, ocupando una superficie total terrestre de 185.331 hectáreas. La que hoy visitamos, la ZEPA 56, de los Encinares del río Alberche y río Cofio, fue declarada como tal en el año 1989, y es la más extensa de la Comunidad de Madrid, ocupando el 45% de la superficie total de las zonas declaradas como ZEPA en toda la Comunidad.

Tan al pie de la letra se han tomado las aves eso de la protección que no se dejaron ver en nuestra estancia en el Risco del Águila.

Lo que si divisábamos era el Risco del Chaparral al que dirigimos nuestros pasos después de recrear nuestra vista con el valle formado por el arroyo de La Hoz.

Iniciamos el descenso, fuera de caminos “oficiales”, que nos llevó tras un pequeño repecho a las proximidades del Risco del Chaparral (1.029 m) y de ahí a buscar la coronación del siguiente hito de la cuerda: El Risco de Valparaiso (984 m), considerado por el grupo lugar idóneo para la breve pausa correspondiente al desayuno.

En esta ocasión las viandas fueron regadas con un vino francés, gentileza de Santiago, que a buen seguro pronto formará parte de las guías de vinos más prestigiosas: Peñin y Robert Parker. Las notas de cata puestas de manifiesto por aquellos que lo probaron hablan de “vino difícil en los aspectos gustativos, con mucho cuerpo y sobre todo mucho bouquet”.

Repuestas las fuerzas y el espíritu, retomamos el camino, siempre en dirección sur, por una loma que nos permitió contemplar las vistas de dos valles: a la derecha, el mencionado del arroyo de la Hoz y a nuestra izquierda, el que forma el río Cofio. La lluvia, que cayó de forma intermitente a lo largo de toda la jornada, hizo acto de presencia y nos acompañó mientras comenzamos el descenso por la loma del cerro Castillejos, para llevarnos a los pies del Risco del Gelechal (936 m), que bordeamos dejándolo a la derecha. 

La siguiente tirada consistió en recorrer la pista, también en descenso aunque de pendiente más pronunciada, que nos condujo al valle del Rio Cofio. El río discurría con bastante ímpetu, consecuencia de las últimas lluvias y el deshielo, y se une al grupo, como un senderomago más, en este caso hostil porque según las indicaciones del boss era preciso cruzar el río para poder seguir nuestro camino.

Confiando en las habilidades de José Luis R con la pértiga para alcanzar ese objetivo, continuamos nuestra marcha paralelos al río hasta encontrarnos con el puente Mocha, que desveló que todo se trataba de una broma del jefe. ¡Cuanta ingenuidad cabe en las inocentes mentes de los senderomagos!

El Puente Mocha, a pesar de una excesiva restauración, aún conserva sus hermosos modos y tiende sus cinco ojos tres kilómetros al sur de Valdemaqueda.

Junto al puente, el área recreativa, cuyas mesas y bancos hubiesen dado un buen soporte para nuestra comida, pero continuaba lloviendo y todos buscamos cobijo en uno de sus ojos; bueno, todos menos dos que prefirieron utilizar el ojo contiguo…ellos sabrán por qué!!! Y no digo más ná!!

Tras la comida, y una vez realizada la consabida foto de grupo, nos dispusimos a cubrir la última etapa de la jornada, el ascenso al Cerro de San Pedro (1.021 m), “cerro hermano” del emblemático para el GMSMA situado en Colmenar Viejo

Siguiendo el curso de una amplia senda que discurre, como todo nuestro camino de hoy, entre una tupida masa forestal que cubre esta pequeña serrezuela en toda su superficie y esporádicos roquedos que salpican el horizonte con su dentellada de granito, llegamos a la bifurcación con un “camino ancho”, término utilizado al estar prohibido dentro del vocabulario del GMSMA el de cortafuegos. 

En ese punto giramos a la izquierda, rumbo norte, y comenzamos la subida al “cerro hermano”, pasando, como paso previo y antesala de su coronación, por el Cerro Boquerón (908 m). 

En las proximidades de la cima fuimos recibidos, como en los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente, por toda la fauna de la zona, que hasta el momento había permanecido “protegida” de la lluvia: decenas de aves rapaces, fueran éstas buitres, águilas o vaya usted a saber, cientos de cabras y los mastines que cuidaban de éstas. 

San Pedro
había obrado el milagro una vez pusimos nuestros pies en “su cerro”, haciendo que cesara la lluvia y pudiéramos recrearnos más gratamente con las vistas del lugar, lo cual entendimos como una buena señal y nos consideramos “bendecidos” para el resto del camino.

Sólo restaba bajar a Valdemaqueda, algo que hicimos levitando, no sé si por la paz interior fruto del milagro del santo, o porque las fuerzas siempre flaquean al final de la jornada. Una vez en el pueblo, y siguiendo la tradición, dimos buena cuenta de las correspondientes cervezas en el único bar que vimos abierto. Joder, como me suena esto último a J. Sabina!!!

De vuelta a casa, y después de un día idílico, pues no en vano estuvimos entre “Ángeles” y “Rosas”, a algunos nos tocó darnos de bruces con la cruda realidad; la de una administración en forma de radar móvil, que con claro afán recaudatorio, acecha en nuestras carreteras y la de la intransigencia más radical en forma de Kalashnikov, que atenta de forma indiscriminada contra las libertades en Túnez, en fin...siempre nos quedarán los miércoles.

Por todo ello, esta excursión es calificada con 4 sicarias, ni una más ni una menos.
José Luis Benavente

miércoles, 8 de octubre de 2014

Excursión 204: Valdemaqueda - Puente Mocha - Río Cofio

FICHA TÉCNICA
Inicio: Valdemaqueda
Final: Valdemaqueda
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 22,2 km
Desnivel [+]: 456 m
Desnivel [--]: 456 m
Tipo: Circular
Dificultad: Alta
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 4
Participantes: 29

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta






















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RESUMEN
Quedamos en Valdemaqueda, por primera vez en la historia del grupo, que para nuestra sorpresa, descubrimos después que ofrece varias posibles rutas que prometen ser interesantes.

En el trayecto en coche de Robledo de Chavela a Valdemaqueda, contemplamos con desasosiego y tristeza, durante los siete kilómetros que separan ambos pueblos, un paisaje desolador, resultado del brutal incendio que en el verano de 2012 se produjo en esta zona, y cuyos efectos son aún visibles a ambos lados de la carretera.

En el bar de la pequeña plaza, al borde de la carretera, nos fuimos reuniendo los 29 que finalmente participamos en esta ruta, con caras nuevas como la de Cristobal, bienvenido, y otras conocidas pero que hacía tiempo que no caminaban con nosotros, como Ángel, que se incorporó más tarde por sufrir algo que muchos ya tenemos en el recuerdo: los atascos matinales.

El principal objetivo de esta ruta era conocer el puente Mocha, del que quedé prendado al verlo por primera vez en una foto de una web de senderismo, se lo hice saber a Antonio, y diseñó esta excursión que lo cruzaba, a la vez que nos haría recorrer los amplios meandros del río Cofio.

Salimos de la misma plaza de Valdemaqueda, callejeando en dirección al camino de Villaescusa, una amplia y cuidada pista de tierra que corre en paralelo al arroyo de las Chorreras o de Rodajos y la falda de Cerro de San Pedro, entre veteranos pinos de gran porte que nos tapaban intermitentemente el escaso sol que la nublada mañana nos había deparado.

Por ser un agradable paseo, cómodo, cuesta abajo, de bonitas vistas y olor a pino, nos prometíamos una excursión de lo más placentera para los sentidos.

Y así fue hasta alcanzar, a unos 3 Km del inicio, el puente Mocha, al que algunos adjudican a los romanos y otros a los arquitectos que levantaron en el s. XVI el Monasterio de El Escorial, pues al parecer por él se facilitaba el transporte de madera que se utilizó en la construcción del conjunto monacal.

Sin embargo, el rasante del puente, de 40 metros de largo, presenta un trazado en forma de lomo de asno muy medieval, lo que podría indicar que fue levantado mucho antes, tal vez durante el proceso de repoblación cristiana, que tuvo lugar tras la Reconquista.

Posiblemente, la primitiva estructura fue aprovechada para emprender obras de consolidación y remodelación, que permitieran el citado uso vinculado al monasterio escurialense. 

Sea cual sea su misterioso origen, lo cierto es que impresionan sus nítidos cinco ojos, restaurados recientemente, reflejándose con serenidad en las hoy quietas aguas del río Cofio, entre verdes praderas y grandes pinos, perfectos y acabados en copa en parasol, como obra de romanos.

Desconcierta ver cómo el actual trazado de las carreteras le han privado de toda utilidad, ya 
que en tiempos era la vía natural que conducía hacia el valle del Tiétar, y se ha convertido en testigo solitario de otro tiempo del que parece podemos prescindir. 

Prueba de ello es contemplar, apenados, cómo el camino se interrumpe en la margen contraria al topar con la valla de una vieja finca de los duques de Medina-Sidonia, la dehesa de Villaescusa, convertida en fortificado e inexpugnable coto de caza.

Donde hace apenas 30 años la Unión Resinera Española explotaba ecológicamente estos montes, a disposición de todo el pueblo, ahora el poder del dinero explota un
negocio de dudoso ecologismo, sólo para unos pocos.

Contrariados porque la previsión de Antonio contaba con proseguir por la amplia pista que quedaba inalcanzable al otro lado de la valla, no tuvimos más remedio que continuar por la exigua senda que discurría a esta parte de la alambrada, tan mínima y emboscada que los 8 km que nos llevó recorrerla nos parecieron una eternidad.

Fueron vanos los intentos por buscar una senda próxima al río que nos librase de la pesadilla de tener que estar continuamente apartando ramas de encina o de matorral, y eso que algunos voluntariosos no paraban de cortar ramas secas y desbrozar, como podían, todo aquello que entorpecía el camino, con la siempre paradójicamente vista, a nuestra izquierda, de la solitaria y espléndida pista que intocable discurría a cuatro milímetros de nosotros.

Un guarda de la finca, que en su confortable coche nos encontramos casi al final del tortuoso recorrido, admiró nuestro buen comportamiento al no cortar, como parece ser han hecho muchos, la alambrada para proseguir por la holgada pista, lo que no sabía es que ganas no nos faltaron.

Pasado el infierno, alcanzamos el Puente Nuevo, en la M-539, justo en el límite de Madrid con Ávila, junto al cual, en una bonita pradera, descansamos mientras comíamos, momento en que José María recuperó sus gafas, medalla, estrella y casi media mochila que tanto testarazo con el ramaje le hizo desparramar, como garbancito, por todo el camino, y que Antonio y yo fuimos recogiendo para su sorpresa.

El camino de vuelta prometía ser más tranquilo y grato, superado un primer tramo de valla, pero algunos desconfiados prefirieron volverse en el coche de José Luis H, que estratégicamente había dejado aquí, con la consiguiente bronca del resto del grupo, sobre todo a un reincidente ya habitual, del Atleti y músico, para más señas.

Menguados por los desertores y los que ya tenían previsto hacer media excursión, continuamos por la margen derecha del río Cofio, hasta encontrar una pista libre de valla, en las proximidades del arroyo de la Hoz, al que ahora tocaba remontar, en dirección norte, plenos de gozo, liberados de las angosturas que habíamos padecido en la bajada, lo que nos permitió disfrutar de los riscos de Valparaiso, el Chaparral y el Águila, que en este orden fueron ofreciéndose a nuestra vista.

Alcanzada la carretera M-537, la seguimos por una senda paralela hasta llegar de nuevo a la plaza de Valdemaqueda, en cuyos bares festejamos el haber terminado la excursión sin más incidentes que los leves arañazos que nos recordarán durante unos días lo entretenidos que estuvimos recorriendo los meandros del río Cofio.

Por todo ello, esta excursión, pese a su dureza, o quizás por ello, será evocada por todos los que la hicimos con un grato recuerdo de superación de las dificultades y compañerismo, así es que se ha merecido 4 sicarias.
Paco Nieto


FOTOS