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RESUMEN
Al atractivo de subir al Castillo de Santa Bárbara, se unía el poder contemplar la puesta de sol desde su Alcazaba, el punto más alto de tan icónico monumento alicantino.
Llamada esta roca Banu-lQatil por el geógrafo musulmán Al-Idrisi (s.XII), hay historiadores que datan el origen del topónimo en las palabras "bena", transcripción al árabe de "pinna", peña en latín, y de "laqanti", adjetivo que proviene de "Laqant", Alicante para los árabes, así pues, significaría "Peña de Alicante".
Y para conquistar este castillo. lleno de leyendas, quedamos en la playa del Postiguet, junto al bar los 100 Montaditos que hay en el edificio del Hotel Meliá de Alicante, dispuestos a subir por uno de los 22 posibles caminos que dicen que existen para alcanzarlo.
Tras los saludos, iniciamos esta ruta tan especial para mí, no solo por lo que significaba poder mostrar al GMSMA los nuevos parajes y rincones que he ido conociendo a lo largo de los cuatro años que ando por aquí, si no, también, porque iba a ser mi excursión 500 con el grupo, ahí es nada, pasando a ser el tercero en alcanzar tan honorable título, a pesar de haberme incorporado tres años después de su fundación.
Nos pusimos en marcha en dirección a la playa del Postiguet, llamada así porque existía una pequeña puerta en la antigua muralla de Alicante que daba acceso a la ciudad, y que era denominada "el Postiguet", el Postigo, la cual acabó dando nombre a la antigua calle alicantina del Postigo y a la playa colindante.
Recorrimos su bello paseo marítimo, con un curioso acerado que parece tener relieve y cuajado de palmeras, con una ancha franja de dorada arena y aguas tranquilas, todo un icono para los alicantinos.
Alcanzamos el extremo de la playa, junto a la estación de La Marina, donde recibe el nombre tradicional de Playa del Cocó, punto desde donde se lanzan los castillos de fuegos artificiales tras las fiestas de las Hogueras de San Juan. Aquí giramos a la izquierda para adentrarnos en el barrio de Raval Roig, desde donde se tiene una buena vista de la llamada cara del moro. Aquí se cuenta la leyenda que rodea a este capricho de la naturaleza.
Conectamos con el camino de subida al Castillo, una empinada cuesta que asciende por la parte oriental del monte de Benacantil, y que tras un giro a la izquierda nos acercó a un mirador de preciosas vistas hacia Sierra Grossa y el Cabo de las Huertas, emplazamientos que recorreríamos en la siguiente excursión.
Continuamos siguiendo un sendero que bordea la cara norte del castillo hasta dar con la carretera de subida a la fortaleza.
Entramos por la puerta que conduce al recinto interior y recorrimos sus murallas en busca de las estupendas panorámicas que ofrecen sus miradores desde todos sus ángulos posible. Este vídeo nos lo muestra.
El nombre actual le viene del día de Santa Bárbara, ya que el 4 de diciembre de 1248, fue tomado a los árabes por el infante Alfonso de Castilla, futuro rey Alfonso X el Sabio. En 1296 se posesiona de todo el recinto y para la corona de Aragón Jaime II, ordena su remodelación. Casi un siglo después Pedro IV el Ceremonioso manda sea rectificado el recinto y el rey Carlos I ordenará su fortificación a comienzos del siglo XVI.
Hasta el reinado de Felipe II no se produce la gran reforma del castillo, con la construcción de las dependencias que en su mayoría hoy contemplamos. Duraron las obras de 1562 a 1580, según proyectos de Juan Bautista Antonelli y Jorge Palearo "El Fratín".
Los bombardeos que sufrió Alicante en 1691 y las acciones bélicas llevadas a cabo contra el castillo durante el período 1706-1709, cuando la guerra de Sucesión, en que estuvo en poder de los ingleses, afectaron gravemente a todo el recinto tras la explosión de la mina ideada por parte de las tropas francesas. En este simpático vídeo se recrean estos acontecimientos.
La última acción militar se produjo en 1873 cuando la fragata acorazada "Numancia", en manos de rebeldes cantonalistas de Cartagena, lanzó sus proyectiles sobre la población y su castillo, que sería desartillado veinte años después.
Durante la guerra civil española sirvió para recluir primero a prisioneros afines al bando Nacional, y posteriormente a prisioneros afines a la Segunda República hasta finales de 1939, la mayoría procedentes del puerto de Alicante y del campo de concentración de Los Almendros.
Todavía hoy pueden apreciarse las marcas y grabados de aquellos prisioneros en algunas de las zonas del castillo.
Hasta 1963, en que fue abierto al público, estuvo en una situación de abandono. Fue en ese año cuando se inauguraron los dos ascensores que hacen un recorrido por dentro de la montaña de 142,70 metros y a los que se accede por un túnel de 204,83 m de longitud que nace en la avenida de Jovellanos, frente a la playa del Postiguet.
Antes de entrar en el segundo recinto del castillo, nos hicimos la foto de grupo junto a las grandes letras con el nombre de la ciudad.
En este recinto contemplamos, entre otros, el llamado Baluarte de los Ingleses, así como otras dependencias: Parque de Ingenieros, Sala Noble, que fuera hospital, Casa del Gobernador, Torre de Santa Catalina, etc.
El recinto intermedio corresponde a las dependencias más importantes concluidas en 1580: Salón Felipe II, antiguo Cuerpo de la Tropa frente al amplio Patio de Armas a cuyas espaldas se hallan las ruinas de la ermita de Santa Bárbara, Cuerpo de Guardia y Baluarte de la Reina.
Del siglo XVIII data el recinto inferior donde encontramos el Revellín del Bon Repós, que hace actualmente las funciones de aparcamiento y en el que se ubica el monumento al ilustre militar alicantino Félix Berenguer de Marquina que fuera capitán general de Filipinas y virrey de Nuevo México.
El gran escudo de mármol blanco (s. XVIII) que hay sobre la puerta de acceso al segundo recinto se hallaba en el Real Consulado del Mar, edificio destruido por una explosión.
En el interior del recinto se encuentra el Museo de la Ciudad de Alicante (MUSA), integrado por cinco salas que se complementan con el Aljibe renacentista. Se nos empezó a hacer de noche contemplando tanta historia.
Desde la Alcazaba pudimos contemplar la puesta de sol, algo tapada por la presencia de unas inoportunas nubes, pero que nos dio la oportunidad de contemplar un cielo rojizo que poco a poco se iba despidiendo del día.
Tuvieron que insistir en que iban a cerrar el castillo, porque no parábamos de hacernos fotos con tan espectaculares fondos en el horizonte.
No teníamos prisa e intentábamos escudriñar cada muralla o pasadizo, por el que pasábamos.
Tocaba regresar al punto de inicio, y lo hicimos bordeando el castillo por su lado occidental, la de la puerta de San Jorge, que da paso a una escalinata que conecta con el parque de la Ereta, recorrido con excelentes panorámicas de Alicante, con el puerto de frente y el castillo detrás.
El parque fue inaugurado en 2003 como parte de un proyecto de revitalización urbana diseñado con un enfoque en la preservación y la exposición de la flora autóctona del área mediterránea. También cuenta con un restaurante y sala de exposiciones.
Desde este punto descendimos por el barrio de Santa Cruz, que amparado por la mole del castillo es todo un referente de vida, cultura y tradición. Formado por un laberinto de calles estrechas y empinadas, de trazado morisco, a las que se asoman bajas casas de fachadas encaladas y ventanas, puertas y balcones adornados por coloridas flores, cenefas, dinteles y cerámicas, este barrio icónico responde a esa premisa de haber sido el antiguo embrión de la urbe y crisol de culturas.
Nos deleitamos con sus adornadas casas, como la “Casita de las Macetas Azules”, una de las más fotografiadas del barrio. En ellas habitan familias alicantinas de toda la vida, que se resisten a abandonar el lugar en el que nacieron y crecieron.
A mi me recuerda a las calles de mi querida Córdoba, en las que parecen inspirarse.
Salimos a la Rambla y de allí al Paseo de la Explanada, con su característico suelo compuesto por más de 6 millones de teselas de mármol, que dibujan un mosaico ondulado de colores rojo, negro y blanco, en clara evocación a las olas del Mediterráneo.
Además, cuenta con cuatro hileras de palmeras que recorren los más de 500 m de longitud del paseo.
Al final del Paseo, cruzamos para contemplar el puerto deportivo, repleto de grandes yates, que me recuerda al de Marbella.
Poco nos quedaba para llegar a la playa del Postiguet, donde nos tomamos los bocadillos y alguna cosa más en los 100 Montaditos, mientras algunos se paseaban por la playa y otros bailábamos a ritmo de bachata y otros estilos menos formales, dando así por terminada este primera ruta por tierras alicantinas del grupo y que califico con un 4 sobre 5.
Paco Nieto
FOTO REPORTAJES
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