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PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
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RESUMEN
Este miércoles, los últimos coletazos del huracán Kirk, venido a menos tras tocar tierra en la península, y convertido en borrasca, nos había dejado un panorama repleto de avisos meteorológicos de la AEMET de color naranja y amarillo por vientos, lluvia, galerna, etc., diseminados a largo de toda la geografía peninsular.
Toda la Comunidad de Madrid estaba hoy en aviso amarillo por viento, con velocidades que en la sierra podían alcanzar hasta los 80 kms/h, y en la zona de Bustarviejo, con previsión de lluvia no muy intensa, pero sin tregua durante toda la mañana y parte de la tarde.
Con este panorama nada halagüeño, y con el grueso del personal apurando las últimas horas de estancia y preparando la vuelta del viaje programado a Alicante, donde han podido disfrutar de una maravillosa semana por sus tierras, costas y sierras de la mano de Paco Nieto, Antonio había planteado en un primer momento no convocar salida este miércoles.
Sin embargo, se propuso realizar una excursión sencilla y sin mayores complicaciones, para aquellos que todavía estábamos por tierras madrileñas, alejada de las grandes cumbres y cordales, concretamente por el valle que discurre entre Bustarviejo y Miraflores, entre robledales y pinares, al cobijo del macizo del Pendón y de las laderas que caen desde Peña Arcón y el Cancho del Reloj, por un lado y de las estribaciones de Cabeza la Braña y el puerto de Canencia por el otro.
Con estas premisas quedamos a las 10h en el aparcamiento del campo de fútbol de Bustarviejo, justamente en el collado que atraviesa la carretera que une esas dos localidades, situado en el punto más alto de esta y por tanto más expuesto a las inclemencias meteorológicas.
Cuando llegamos estaba lloviendo, hacia bastante viento y había niebla, como ya hemos comentado, las previsiones daban lluvia toda la mañana. Yo llegue unos minutos pasadas las 10h y el resto de los compañeros que ya llevaban allí un rato saludándose y charlando, ya se habían mojado bastante por la lluvia racheada.
Ángel y Angelines se despidieron y marcharon para casa. Llevaban mucho tiempo sin venir y vaya día que eligieron para retomar las marchas. Los 8 restantes entramos en un debate sobre si merecía la pena o no arrancar la ruta en estas condiciones, o si directamente nos íbamos a tomar un café a algún bar a Bustarviejo y después marchábamos para casa.
Tras el cónclave hubo fumata negra, y parecía que solo a Jorge M. le apetecía dar una vuelta, y al final nos convenció a Juan y a mí para que le acompañáramos.
Como la ruta prevista en un principio era de unos 15 kms, acordamos hacer un recorrido más corto, a ver hasta donde éramos capaces de aguantar.
Comenzamos la marcha desde el aparcamiento del campo de futbol, tomando dirección oeste y siguiendo el camino que en ligero ascenso va bordeando el pinar del Cancho de Abantos y luego baja hacia la población de Miraflores, en cuya salida prácticamente comienza el término municipal de Bustarviejo.
Pasamos junto al Pilón de la Gregoria y su charca de anfibios adyacente. En este punto, nos encontramos con una bifurcación.
La desviación de la derecha sube rodeando el Cancho de Abantos, hacia la antigua mina de plata y superando ésta, aún más arriba, hasta Collado Abierto.
Desde ese collado parten varias sendas que nos podrían llevar, bien hacia el puerto de Canencia pasando por Cabeza la Braña o rodeando ésta por senderos poco marcados hasta empalmar con las pistas que vienen desde el puerto. O bien girando a diestra desde el collado para subir la cuerda de la Albardilla y llegar al Mondalindo. O bien de frente y siguiendo el arroyo Matallana bajar hasta la cascada de Rovellanos y a la población de Canencia. Todo un abanico de posibilidades si se decide subir hasta el mismo.
La desviación de la izquierda, unos cuantos metros más allá se vuelve a desdoblar, entre el camino que continúa hacia el valle y otro que sube hacia el puerto de Canencia por el GR-10.
Nuestra primera intención era coger el ramal de la izquierda, pero en este punto comentaba Jorge que no recordaba si había pasado o no alguna vez por la mina, y aunque Juan y yo la conocíamos de otras veces, decidimos subir hacia la misma a dar una vuelta. El poste informativo que hay en la bifurcación indica que hasta la mina hay 1,1 kms con un tiempo estimado de 25 minutos.
Aunque este primer tramo de camino es bastante agradable, según va ganando altura se va convirtiendo en un camino más abrupto, con piedras sueltas y bastante incómodo de andar. Es la llamada “Cuesta de la plata”. La verdad es que yo a este tramo le tengo bastante manía y por eso llevo muchos años evitando pasar por la mina.
El camino va subiendo poco a poco, trazando algunas zetas, y en el giro de una de ellas, entre la niebla se empieza a adivinar la restaurada silueta de la torre del molino de la mina.
Tras unos minutos y alguna curva más, estamos delante de la misma. Entramos en su interior, y realizamos algunas fotos de recuerdo. Se trata de un molino eólico utilizado para moler el mineral extraído de la mina. Fue restaurado en 2005 al estado que podemos contemplar en la actualidad.
Desde ese punto continuamos subiendo un poco más, dejando a nuestra derecha una pequeña zona recreativa con alguna mesa, y vamos al encuentro de la bocamina, junto al arroyo de la mina.
En el camino hacia la misma pasamos por delante de varios paneles informativos que detallan el funcionamiento de la mina y de algunos restos de maquinaria de explotación que todavía quedan en las inmediaciones, como una trituradora giratoria primaria o Cono Simons o una machacadora de mandíbulas de los años 70 del siglo pasado, que se empleaban para moler el mineral.
La bocamina está cerrada por una reja y un candado para impedir que se acceda a su interior. Justamente encima de la ella se localizan algunas escombreras que bajan desde la parte alta de la mina, donde se sitúa el pozo maestro.
En estas escombreras se pueden localizar restos de minerales que se extraían de la misma: cuarzo, arsenopirita, ortosa, mica moscovita y calcopirita.
También se pueden encontrar restos de escorias resultantes de la fundición que se realizaban para aumentar el porcentaje de plata y otros metales.
Volvemos unos cuantos metros sobre nuestros pasos, y cogemos a la derecha una pequeña senda en subida que se dirige hacia la parte superior de la mina donde se ubica el pozo maestro.
Este se haya rodeado de una valla metálica, que ha sido derribada en alguno de sus tramos. La entrada vertical al pozo maestro se encuentra cubierta por una compuerta de metal que dispone en el centro de una aldaba, donde hace años había un candado para evitar que se pudiera acceder al interior del pozo, que baja verticalmente hacia su interior.
Sin embargo, desde hace tiempo, no hay ningún candado y se puede abrir y observar el orificio del pozo maestro, con el peligro que esto puede suponer si no se tiene cuidado.
El descubrimiento de la mina data de 1417, como resultado de una campaña que impulsó Juan II de Castilla para intentar localizar minerales en las sierras de Guadarrama y Ayllón.
Sin embargo, no es hasta 1625, cuando se descubren vetas de plata y oro, y no es hasta 1659 cuando un indiano venido de América que aporta sus conocimientos sobre la explotación de las minas de plata empieza a explotarla. La mina estuvo en funcionamiento hasta 1867 para la extracción de plata, y luego se utilizará para la extracción de arsénico hasta 1978.
Se trata pues, de la explotación minera de metales que más tiempo ha estado activa en la provincia de Madrid.
Una vez visitados los vestigios de la mina, volvemos sobre nuestros pasos hasta la bifurcación que habíamos dejado junto al Pilón de la Gregoria, y ahora tomamos el ramal izquierdo.
Pasamos el arroyo de la mina y unos metros más adelante nos encontramos con otra bifurcación que tomamos erróneamente a derechas, pero que un poco más adelante y aprovechando una tercera bifurcación, en este caso del GR-10 que asciende hacia el Puerto de Canencia, corregimos a izquierdas para retomar el ramal que baja hacia el valle.
Se trata de un bonito camino entre robles y helechos donde se entremezclan tonos verdes y ocres. La niebla hoy no nos permita tener una perspectiva más amplia de toda la zona.
A la altura de unas construcciones ganaderas, decidimos que ya nos habíamos mojado bastante por hoy, y es que el agua que nos escurre por las capas cae a la altura de las polainas y a alguno el agua nos ha llegado ya hasta el interior de las botas.
Decidimos bajar hacia la carretera para cruzarla y volver por el otro lado de la misma hacia el collado. Lástima no haber podido realizar la ruta que teníamos prevista al completo, pero quedará para otra ocasión.
La pista que tomamos hacia la carretera pasa junto a una edificación que alberga el retén de lucha contra incendios de Bustarviejo.
Está dotada de helipuerto, en cuya pista había estacionado uno de los helicópteros de las brigadas helitransportadas, con sus cuatro palas cubiertas por protecciones y bien sujetas, para que no se balancearan con el viento y se pudieran dañar.
Aquí se describe el funcionamiento de la brigada helitransportada de Bustarviejo que actúa en la extinción de incendios de la Comunidad de Madrid.
Cruzamos con precaución la carretera, y tomamos la pista que sale al otro lado, y nos dirigimos de nuevo hacia Bustarviejo, pasando por el restaurante del Collado y su fuente.
En ese punto cruzamos de nuevo al otro lado de la carretera, y en pocos minutos llegamos de nuevo al aparcamiento del campo de fútbol, donde continúa soplando fuerte el viento acompañado por una incómoda lluvia racheada.
Aquí dimos por finalizada esta pequeña ruta pasada por agua de 8,6 kms y 333 mts de desnivel, que nos ha servido para estirar un poco las piernas.
Una vez que nos cambiamos las prendas y sustituimos el calzado mojado, bajamos hacia Bustarviejo a tomar unas merecidas cervezas y ya de paso nos quedamos a comer cocido en La Taberna.
Queda pendiente volver otro día y realizar la ruta prevista por el valle Hermoso. ésta se nos quedó pequeña, por eso solo le otorgo un 3.
Carlos Revilla
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