Inicio: La Barranca. Navacerrada
Final: Fonda Real. Navacerrada
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 15,6 Km
Desnivel [+]: 611 m
Desnivel [--]: 632 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 29
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
TRACK
* Track de la ruta (archivo gpx)
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
RESUMEN
“La penúltima” del curso estaba ideada como un tranquilo paseo rematado con una comida veraniega en Las Postas. Como vice-guías, en ausencia de Antonio, éste había nombrado a los venerables José Mª y Antolín.
“La penúltima” del curso estaba ideada como un tranquilo paseo rematado con una comida veraniega en Las Postas. Como vice-guías, en ausencia de Antonio, éste había nombrado a los venerables José Mª y Antolín.
Comenzó José Mª ejerciendo su oficio muy decidido, a base de ordenar sin
dar más explicaciones para evitar toda capacidad de reacción (la información es
poder), y casi sin darnos cuenta ya estábamos caminando por la pista de La
Barranca a buen ritmo y en animada camaradería. Yo aproveché para sonsacar a
Miguel Ángel todos los pormenores de su hazaña en la Quebrantahuesos de los
Pirineos.
El día era fresquito para ser verano y el cuerpo pedía marcha. Llegamos sin
sentir a la fuente de La Campanilla, donde Manuel M., nuevo fichaje del GMSMA,
dio su primera campanada con el grupo. Tras un breve paréntesis, de nuevo pista
para arriba, con Teo revoloteando entre las piernas de los paseantes y
encarándose con una inocente vaca que le perdonó la vida.
Casi todos conocíamos el mirador de Las Canchas, cuyas vistas, sin embargo,
nunca dejan de sorprender. Quienes no habían estado nunca en él pudieron
descubrirlo en un día especialmente luminoso y despejado. Allí nos asentamos un
buen rato para tomar el aperitivo relajadamente. A continuación, en el mismo
lugar, llegó el momento de la foto de grupo, donde al bastón de mando de José
Mª le faltó estabilidad como trípode, quizá por estar aún en elaboración
(recuérdese que uno anterior, muy trabajado, lo perdió en un túnel tenebroso).
Centrado como estaba en su misión de guiar al grupo, a José Mª no le
importó que la labor fotográfica se llevara a cabo por un joven espontaneo muy
bien acompañado. Hay que decir, sin embargo, que la concentración de Antolín
como co-lider comenzó aquí a declinar, cosa que no es de extrañar si se fija
uno en su colocación en la foto de grupo rodeado de lo más granado de la
juventud. Cuando, ya más adelante, íbamos por el arroyo de Navalmedio, Antolín
cerraba el pelotón totalmente disperso, atendiendo sólo al reclamo de un par de
bañistas en bikini y al de otro par de amazonas con quienes nos cruzamos.
Desde Las Canchas ya todo era bajada por la misma pista hasta llegar a la
explanada del antiguo hospital “de Walpurgis”. Nada más rodearlo, nos encaramamos
a un privilegiado mirador, un balcón natural hacia el sur que abarca más de
180º.
Disfrutamos las vistas, pero Manuel M. tuvo la mala suerte de torcerse un tobillo al bajar; aunque continuó caminando, sobre todo por amor propio, iba renqueando.
Tuvo la suerte de que, una vez llegamos al Ventorrillo por la carretera de subida al puerto de Navacerrada, Antonio hubiera aparcado en las proximidades para saludarnos, así que se fueron juntos a tomar cañas mientras los demás proseguíamos hasta el Pino de la Cadena, que cuenta con una curiosa historia rayana en la leyenda.
Disfrutamos las vistas, pero Manuel M. tuvo la mala suerte de torcerse un tobillo al bajar; aunque continuó caminando, sobre todo por amor propio, iba renqueando.
Tuvo la suerte de que, una vez llegamos al Ventorrillo por la carretera de subida al puerto de Navacerrada, Antonio hubiera aparcado en las proximidades para saludarnos, así que se fueron juntos a tomar cañas mientras los demás proseguíamos hasta el Pino de la Cadena, que cuenta con una curiosa historia rayana en la leyenda.
El paseo por el valle sombreado de Navalmedio, con el agua del arroyo
fluyendo cantarina, era un placer. Pero todo se acaba y al llegar al embalse se
empezó a notar la solana. En el último tramo, hasta La Fonda Real, ya apareció
el cansancio; menos mal que combinamos la carretera con una senda que lo hizo
más soportable.
Hay que decir que la comida en Las Postas no es lo mismo sin cocido, aunque
sea verano. Sin embargo, no tiene precio el ambiente que, una vez más, se creó
en el lugar: No faltó, como no podía ser menos, “Er Niño Joaquín”, ni la
declamación portentosa de José Mª, ni siquiera el acompañamiento al piano de
Paco C. e incluso alguna pieza de exhibición. Pero esta vez, además, Rosa B. se
arrancó por habaneras y eso después de entregar a Antonio una gran pintura de
su creación, inspirada en una de las excursiones del GMSMA. ¡Cuidadito,
Antonio, vuelve pronto a caminar, que en una de estas te obsequian con una ley
de aforamiento!
Permítaseme tener un detalle personal de agradecimiento con Manuel M., a
quien deseo una rápida recuperación, ya que me hizo una foto donde salgo tan
joven y risueño que me doy envidia. Fernando S.: Lo tienes crudo para
superarlo.
Madi dictamina que 4 merecidas sicarias son adecuadas para calificar esta
marcha.
Melchor
Melchor