FICHA TÉCNICA
Inicio: Guadalix de la Sierra
Final: Guadalix de la Sierra
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 14 Km
Desnivel [+]: 184 m
Desnivel [--]: 180 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4,5
Participantes: 25
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
PERFIL
TRACK
Inicio: Guadalix de la Sierra
Final: Guadalix de la Sierra
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 14 Km
Desnivel [+]: 184 m
Desnivel [--]: 180 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4,5
Participantes: 25
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
TRACK
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
RESUMEN
La marcha se preveía fácil y se había programado
para calentar motores de cara al puente de mayo, en especial para los que
íbamos a desplazarnos a Asturias, así que habíamos invitado a dos
principiantes: Carmen y Vicente.
Partimos en un hermoso día primaveral desde la
plaza de Gaudalix bajo la supervisión de Pepe Isbert para dirigirnos derechos
al pantano del Vellón por un hermoso caminito transitado por los paseantes del
lugar más mañaneros.
Daba gusto ver el embalse colmado con sus aguas inmóviles como un espejo esmeralda. Recorriendo la orilla llegamos a un recodo por el que nos internamos en uno de sus brazos; a la derecha, subiendo una laderita, había que encontrar una cueva horadada en la caliza, llamada Cueva de Peñarrubia; no tardamos mucho en hacerlo, exploramos unos metros la cavidad.
Después nos encaramamos a lo alto del montículo para tomar el aperitivo, disfrutando de la brisa y de unas vistas estupendas. Sólo de vez en cuando rompía la paz el vuelo en prácticas de algún helicóptero militar de la cercana base de Colmenar.
Daba gusto ver el embalse colmado con sus aguas inmóviles como un espejo esmeralda. Recorriendo la orilla llegamos a un recodo por el que nos internamos en uno de sus brazos; a la derecha, subiendo una laderita, había que encontrar una cueva horadada en la caliza, llamada Cueva de Peñarrubia; no tardamos mucho en hacerlo, exploramos unos metros la cavidad.
Después nos encaramamos a lo alto del montículo para tomar el aperitivo, disfrutando de la brisa y de unas vistas estupendas. Sólo de vez en cuando rompía la paz el vuelo en prácticas de algún helicóptero militar de la cercana base de Colmenar.
Continuando el paseo por el embalse, comenzamos a
circundar una ganadería de toros bravos, con avisos constantes sobre su
peligro; mucho más adelante, cuando avistamos una cruz tras el muro de piedra,
comprendimos el por qué, pues la cruz rememoraba el trágico final de un
maletilla que se aventuró a entrar en la finca tiempo ha, según relataron
algunos de los presentes.
Siguiendo la pared del recinto de reses bravas,
abandonamos el embalse y tomamos un camino en leve ascenso en dirección el
cerro de San Pedro, que destacaba de frente cada vez más cercano, reverdecido
como si estuviera revestido de musgo.
A las orillas y todo en derredor, entre las encinas dispersas cargadas de polen, se extendían flores de todos los tamaños, desde las diminutas florecillas violetas y blanquecinas de los prados hasta las genistas insultantes de amarillo o las primeras jaras recién desplegadas.
A las orillas y todo en derredor, entre las encinas dispersas cargadas de polen, se extendían flores de todos los tamaños, desde las diminutas florecillas violetas y blanquecinas de los prados hasta las genistas insultantes de amarillo o las primeras jaras recién desplegadas.
Paseábamos en animada conversación entre vacas
mansas, que se asustaban de Fernando S. cuando intentaba fotografiarlas;
recuerdo cómo Ángel nos contaba a algunos lo difícil que es destetar a una
ternera a la que se quiere criar con la manada y las triquiñuelas de la ternera
para seguir mamando y del vaquero para impedir que lo haga.
Mientras, íbamos deleitándonos con el panorama que contemplábamos, con La Pedriza y la sierra de La Cabrera aparentemente muy cercanas por la transparencia del aire y con Miraflores haciendo honor al fin a su nombre relativamente reciente.
Mientras, íbamos deleitándonos con el panorama que contemplábamos, con La Pedriza y la sierra de La Cabrera aparentemente muy cercanas por la transparencia del aire y con Miraflores haciendo honor al fin a su nombre relativamente reciente.
La mayoría comimos a la sombra de una encina,
mientras unos cuantos se aguantaban porque querían hacerlo en el pueblo. Tras
ello y en el mismo lugar hicimos la foto de grupo, para la que Carmen se
encaramó tan arriba que Fernando S., como siempre un caballero, tuvo que
tomarla en sus brazos para posarla en el suelo.
Volvimos hacía la entrada del pueblo por la
carretera de Colmenar y en cuanto dimos con una terraza, allí que nos
asentamos.
Celebramos con cerveza los cumpleaños de Pepe, Javier y Fernando D.H. y allí mismo quedaron comiendo un plato combinado los que se habían empeñado en hacerlo en el pueblo.
Celebramos con cerveza los cumpleaños de Pepe, Javier y Fernando D.H. y allí mismo quedaron comiendo un plato combinado los que se habían empeñado en hacerlo en el pueblo.
Aunque presuntamente modesta, fue una marcha muy
bonita y tranquila, con un día magnífico. ¡Qué menos que 4’5 sicarias!
Melchor
FOTOS
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