FICHA TÉCNICA
Inicio: Berzosa del Lozoya
Final: Berzosa del Lozoya
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 19 Km
Desnivel [+]: 866 m
Desnivel [--]: 866 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: No
Ciclable: No
Dificultad: Media
Pozas y agua: No
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 37
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
* Mapas de localización y 3D de la ruta
TRACK
* Track de la ruta (archivo gpx)
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)
RUTA EN WIKILOC
* Ver esta ruta en Wikiloc
RUTA EN WIKILOC
* Ver esta ruta en Wikiloc
RESUMEN
Ingrata debe de ser la tarea de nuestro querido Melchor
cuando, siendo ya casi las dos de la tarde de un día de excursión, aún no ha
conseguido despojar a la jornada del triste destino de no tener quien la
describa. Tan es así, o al menos, tan así me lo parecía, que no pude dejar que
trascurrieran ni un par de segundos, que se antojaban angustiosos, antes de
responder con sí muy monosílabo a la pregunta que todo, o casi todo ser, no sé
por qué, rehúye como si de una maldición se tratara: ¿Te importaría encargarte
de la crónica?
Vaya por él, por nuestro Nombrador Oficial de Cronista de
Turno y Maestro de Cronistas, lo que viene a continuación.
Nos juntamos treinta senderomagos, alguno más, alguno menos,
en Berzosa del Lozoya, un pueblo contradictorio, puesto que igual lo ves
sobrevolar el valle medio de este río como agazaparse bajo la Peña del Portillo,
la cual sostiene por el extremo sur el cordal que nos va a guiar, caminando
hacia el norte, al Alto de Las Rozas. Antonio nos ha negociado un tiempo
primaveral impropio de finales de otoño.
Tras el consabido preámbulo, del cual acabamos saludados un
exitoso 90%, nos ponemos en marcha camino, primeramente, del Collado de
Matalinares. Sólo el celo y la pericia de Antonio son capaces de encarrilarnos
sin vacilar en un sendero de fuerte pendiente y metido entre jaras, únicamente
visible si no pones la bota en el suelo.
Alegremente y casi sin darnos cuenta, superamos los primeros trescientos metros de desnivel. Y ahora es cuando reparamos en las vistas. Al este, nos sorprenden los pardos roquedos que forman el cresterío de la Peña de La Cabra, con aquellas canales como cicatrices de gigante, que un día nos impresionaron cuando recorrimos destrepando de la Peña uno de los cordales más sorprendentes que recordamos. Lo terminó de hacer bello el cronista de entonces. ¿Quién pudo ser quien mejor nos recordara la excursión 213?
Alegremente y casi sin darnos cuenta, superamos los primeros trescientos metros de desnivel. Y ahora es cuando reparamos en las vistas. Al este, nos sorprenden los pardos roquedos que forman el cresterío de la Peña de La Cabra, con aquellas canales como cicatrices de gigante, que un día nos impresionaron cuando recorrimos destrepando de la Peña uno de los cordales más sorprendentes que recordamos. Lo terminó de hacer bello el cronista de entonces. ¿Quién pudo ser quien mejor nos recordara la excursión 213?
Seguimos mirando al este, las rocas de la Peña de La Cabra
dan paso, o impiden el paso, según se mire, al denso pinar que esconde el
pequeño río Riato, que da nombre al Vallejo que nos separa de nuestra querida
Peña.
Si por el esfuerzo de la subida a este collado de Matalinares
no se nos ha ocurrido mirar para atrás, ahora tenemos la ocasión de hacerlo para
descubrir el brillo metálico del embalse del Atazar o el perfil inédito de la
Sierra de la Cabrera o a lo lejos, nada menos que El Peñalara, con la estela de
montañas que nos pone enfrente: Flecha, Nevero, Reajos, Peña Quemada,…La
Carpetana.
La vista sigue sin desperdicio si barremos a nuestra derecha: Somosierra con sus Cebolleras, la Nueva y la Vieja. Y abajo, plata: Puentes Viejas y El Villar. Y el día, como nosotros, sigue sonriendo. Un velo de nube juega con el sol para darle a todo el paisaje el color que mejor queda con esta roca, con este gneis bañado en liquen, que surge de la tierra como ansiosa por respirar.
La vista sigue sin desperdicio si barremos a nuestra derecha: Somosierra con sus Cebolleras, la Nueva y la Vieja. Y abajo, plata: Puentes Viejas y El Villar. Y el día, como nosotros, sigue sonriendo. Un velo de nube juega con el sol para darle a todo el paisaje el color que mejor queda con esta roca, con este gneis bañado en liquen, que surge de la tierra como ansiosa por respirar.
Deliciosas y animadas las subidas y bajadas a lo largo de
este cordal, a veces cresta, a veces senda, a veces cumbre y a veces prado.
Mientras unos juegan a buscar las aristas más afiladas, más, aún más, otros se
deleitan por los pasajes más amables, donde se permite la contemplación sin
pausa o la conversación relajada.
Vamos coronando, o esquivando, que va al gusto de cada cual, las pequeñas cumbres de Albirigaño, Peña Parda, donde disfrutamos del cumpleaños de Isabel en forma de bombón, o Peña Águila, donde los estrellas fugaces se dan la vuelta, descubriendo más y más montaña hacia el norte: La Sierra de Ayllón, con su Lobo, su Cerrón, sus Peñuelas,… nuestro Santuy. Inmensa la vista que desde aquí se tiene y que invita, minuto a minuto a hacer planes y más planes.
Vamos coronando, o esquivando, que va al gusto de cada cual, las pequeñas cumbres de Albirigaño, Peña Parda, donde disfrutamos del cumpleaños de Isabel en forma de bombón, o Peña Águila, donde los estrellas fugaces se dan la vuelta, descubriendo más y más montaña hacia el norte: La Sierra de Ayllón, con su Lobo, su Cerrón, sus Peñuelas,… nuestro Santuy. Inmensa la vista que desde aquí se tiene y que invita, minuto a minuto a hacer planes y más planes.
Y así, consumidas tres horas, los últimos alcanzan el Alto de
Las Rozas, modesta pero vistosa cumbre de 1673 metros de altitud. De las vistas
acabo de hablar, ahora corresponde al lector imaginarlas…
Una parada breve, que vamos apurados, y de nuevo en marcha
bajando hacia el collado de La Tiesa y un breve apretón antes de comer para
subir al alto del mismo nombre. Allí, sentados sobre piedras repartidas,
contemplando el morir del Valle de Riato en brazos del Atazar y casi cegados por
un sol desubicado por causa de un calendario incongruente con la meteo, damos
cuenta de los respectivos bocadillos. Treinta minutos de lujo nos ponen las
pilas para continuar el recorrido, ahora por el pinar que se extiende bajo las
rocas de la Peña de La Cabra.
El lema número 134 del GMSMA viene a decir que “no hay
recorrido que se precie si no existe un tramo en el que caminen tres por cuatro
calles” y por ello nos dividimos en dos grupos, uno formado por cuatro y otro
por el resto, forma fina de decir que hubo algún error, de modo que anduvimos
separados y sin visibilidad entre los grupos durante unos minutos en los que la
telepatía facilitó el reencuentro. Fue el único incidente de la jornada.
Y ahora nos metemos en una pista, en llano o leve cuesta abajo, que para
no hacerse aburrida, nos regala nuevas vistas de la famosa Peña de La Cabra, que
no sé si la he nombrado alguna vez. Y tras seis kilómetros de pista, llegamos al
tramo sorpresa: un cortafuegos por el que se supera un desnivel de 130 metros.
No es mucho, pero ya llevamos un ratillo andando y esto da una pereza…que vencemos sin problemas para llegar de nuevo en el collado de Matalinares, lugar donde nos encontramos esta mañana con el Valle de Riato.
No es mucho, pero ya llevamos un ratillo andando y esto da una pereza…que vencemos sin problemas para llegar de nuevo en el collado de Matalinares, lugar donde nos encontramos esta mañana con el Valle de Riato.
Antes de bajar a Berzosa, el que esto escribe se retrasa a
propósito para echar una última mirada al Este.
El silencio lo domina todo, una leve brisa me invita a respirar hondo mientras contemplo una Montaña herida por el tiempo, arañada de las oscuras canales que hace casi exactamente un año, orgulloso como si fueran mías, invité a conocer a mis compañeros senderomagos. La luz, ahora aún más generosa, me muestra unos roquedos que ya no son pardos sino verdes de liquen. Esas rocas de gneis que tanto me atraen…
El silencio lo domina todo, una leve brisa me invita a respirar hondo mientras contemplo una Montaña herida por el tiempo, arañada de las oscuras canales que hace casi exactamente un año, orgulloso como si fueran mías, invité a conocer a mis compañeros senderomagos. La luz, ahora aún más generosa, me muestra unos roquedos que ya no son pardos sino verdes de liquen. Esas rocas de gneis que tanto me atraen…
Vuelvo en mí y pienso que, aunque me dé un poco de apuro por
haber colaborado modestamente con Antonio en preparar esta excursión, estoy
seguro de que Madi, cuando la vea, tendrá en cuenta el recorrido, el paisaje, el
tiempo y el ambiente y no dudará en otorgarle 5 sicarias, 5.
Juan.
FOTO REPORTAJES
* Foto reportaje de Francisco Nieto
* Foto reportaje de Francisco Nieto
No hay comentarios:
Publicar un comentario