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RESUMEN
Mientras nos organizamos Nicolas pregunta: “¿Cuántas excursiones llevas, Sagrario?”. Sagrario contesta: “con la de hoy ya llevo 150”, ¡¡bien!!. ¡¡Bravo!! Entonces el observador estadístico que allí estaba, lo confirma, la felicita y añade: “Además Carmen M. con la de hoy hará 100 excursiones”.
Celia, que había organizado la visita al castillo comprobó que todos hubiéramos pagado su importe. Y así comenzamos a andar por un parque, cruzando por un puente el río San Juan junto al que iba a discurrir toda la excursión. Jara, aun sujeta por su dueño, Carlos R. y Celia encabezaban la marcha. Lo primero que nos sorprendió fue un sabinar con ejemplares de gran porte y muchas otras sabinas más pequeñas a la orilla del río.
El día se anunciaba con una ligera probabilidad de lluvia, pero de momento era muy agradable. Como hemos dicho caminata por la margen derecha del río San Juan que lleva un buen caudal. No es extraño con las nevadas de la pasada semana que se ven claramente tiñendo de blanco las cumbres de los Montes Carpetanos. No atravesamos el río, sino que continuamos llevándolo a nuestra izquierda.
Recorrimos un par de kilómetros de marcha y empezamos a ver cosas raras: árboles con ojos, pequeños duendes, buhitos, …… y es que aquí comienza el llamado "sendero mágico" que curiosamente aún no había sido transitado nunca por el GMSMA.
Una rodaja de madera indica claramente el lugar. Los duendecillos también miran pasar sorprendidos a los senderomagos. Celia: guía, organizadora y responsable de que andemos por aquí nos hace fijarnos en muchos detalles: un águila tallada, una mesa que parece la de Alicia en el País de las Maravillas, un verde lagarto o dragón a la vera del sendero, ….
Un gran letrero nos advierte junto a otra bonita sabina: ¡¡No estropeéis la Magia!!
A la salida de este pueblo comenzamos a ver un cañón de rocas en las que uno espera encontrar buitres. Pronto descubrimos uno y luego, con la vista puesta en los farallones, seguimos caminando, descubriendo más buitres de vez en cuando que nos deleitaron con sus majestuosos vuelos.
Encontramos una valla, que pese a una recia puerta y el aviso de “cuidado con los perros”, se puede atravesar tranquilamente por un roto que tiene a la izquierda.
Y ya descubrimos una de las seis torres del Castillo de Castilnovo que era nuestro objetivo principal.
Junto a la entrada del salón real hicimos la parada para el tentempié de media mañana; allí estaba, efectivamente, Carolina con lo cual ya estábamos los 45 participantes. Dejamos las mochilas en la sala de entrada del castillo para reunirnos con Jairo (guía local) y que comenzará las explicaciones sobre la historia de este castillo.
Es una mezcla entre fortaleza y palacio, de planta cuadrada, en la cual destacan sus imponentes torres: tres prismáticas y otras tres cilíndricas. Ha sido habitado a lo largo de los siglos por el condestable Álvaro de Luna, por Juan Pacheco (marqués de Villena), por los Reyes Católicos y por los Velasco (condes de Castilnovo) entre otros.
Para mediados del siglo XIX, el dueño del castillo era un príncipe alemán, quien en 1859 lo vendió a José Galofré. De él, por herencia, pasó a los marqueses de Quintanar. En 1931 se declaró el Castillo de Castilnovo como bien de interés cultural. Finalmente fue adquirido por José Gárate Murillo que fue quien le dotó de todas sus connotaciones mejicanas y sus colecciones.
Del soleado exterior pasamos luego al patio de armas, en donde hacía un frío bastante significativo. Tras nueva explicación de Jairo, entramos en sus salas encontramos varias colecciones de lo más diversas: soldaditos de plomo, abanicos, espadas, vajillas, cuadros, etc…… Como dijo Nicolás solamente faltaba su colección de gorras y la colección de llaveros de este cronista.
También nos asombramos viendo el museo de CHARRERIA, con una amplia colección de monturas, trajes charros, arreos, sombreros, máscara de madera y muchas otras cosas relacionadas con los caballos y los toros. Por último, fuimos a otro recinto repleto de imágenes de la Virgen de Guadalupe.
Junto al castillo, Jairo nos tomó la foto de grupo y tras ella volvimos a la terraza donde sacamos los bocadillos y comimos. Al solecito que era muy de agradecer y terminando con un brindis con tequila. ¡Salud manitos!
Ya se nos había hecho la hora de regresar. Lo hicimos por el mismo camino de antes pero ahora a contracorriente del río.
Llegamos pues a los coches después de 17'080 kilómetros caminados.
En resumen, una excursión muy bonita, muy cultural y sorprendente, con muchas risas, muchas alternativas y, como siempre, muy buen ambiente a la que califico con cinco sicarias.
José María Pérez
FOTO REPORTAJES
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