Inicio: Las Dehesas. Cercedilla
Final: Las Dehesas. Cercedilla
Tiempo: 2 a 3 horas
Distancia: 8,2 Km
Desnivel [+]: 352 m
Desnivel [--]: 332 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Ciclable: En parte
Pozas/Agua: No/Sí
Valoración: 4
Participantes: 5
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
PERFIL
* Perfil, alturas y distancia de la ruta
TRACK
* Track de la ruta (archivo gpx)
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)
RUTA EN WIKILOC
* Ver esta ruta en Wikiloc
RESUMEN
FOTOS
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RESUMEN
A pesar de que el día, según los
pronósticos, iba a estar pasado por agua e incluso podría nevar, fuimos fieles
a nuestro compromiso de volver a salir al monte.
Bien pertrechados de
impermeables y chubasqueros, nos fuimos a recorrer el Valle de la Fuenfría por
primera vez, sin sospechar que volveríamos a él en otras muchas ocasiones.
Partimos del aparcamiento que hay
frente a Casa Cirilo, con algo de lluvia, que cesó al paso por el Puente del
Descalzo y su recuperada calzada romana, pero no tardó en aparecer, incluso en
forma de agua nieve, en lo que sería una constante durante toda la ruta.
Tras alcanzar la pradera de los
Corralillos, unos metros más arriba llegamos a la carretera de la República,
pista que delimita el lado norte de la pradera de los Corralillos. Continuamos
en suave pendiente por la pista, atravesando el arroyo de la Navazuela y el de
los Acebos. Aquí se encuentra el Descanso de González Bernáldez, monumento que
recuerda al querido pionero del ecologismo español.
Continuamos por la carretera de
la República hasta alcanzar una cerrada curva, que muestra un claro en el
bosque a través del que se abre el panorama. Aquí mismo, sobre el roquedo se
alzan los dos monumentos más singulares de todo el Guadarrama: son sendos
miradores dedicados a la memoria de Vicente Aleixandre, el primero, junto a la
pista, y Luis de Rosales, en el extremo del despejado hombro, ambos con
impresionantes vistas del valle y canchas en las que se han esculpido versos de
los propios Rosales y Aleixandre, junto con otros de Machado, García Nieto y
Panero.
Una vez más en la pista, continuamos durante medio kilómetro y justo después de una curva a la derecha, la abandonamos para alcanzar el cercano claro situado a mano izquierda. Aquí se enclava el reloj de Camilo José Cela, quien se declaró "caminante de la Sierra del Guadarrama antes que Nobel" y que dio cuenta de sus correrías por estos parajes en el Cuaderno del Guadarrama, publicada en 1995. Solar y de grandes dimensiones, la particularidad de este curioso reloj es que el propio caminante conforma con sus brazos las manecillas que le indican la hora, aunque hoy lógicamente, con el cielo encapotado, no funcionaba.
Una vez más en la pista, continuamos durante medio kilómetro y justo después de una curva a la derecha, la abandonamos para alcanzar el cercano claro situado a mano izquierda. Aquí se enclava el reloj de Camilo José Cela, quien se declaró "caminante de la Sierra del Guadarrama antes que Nobel" y que dio cuenta de sus correrías por estos parajes en el Cuaderno del Guadarrama, publicada en 1995. Solar y de grandes dimensiones, la particularidad de este curioso reloj es que el propio caminante conforma con sus brazos las manecillas que le indican la hora, aunque hoy lógicamente, con el cielo encapotado, no funcionaba.
Unos pocos metros más por la
pista nos llevó a la pradera más prestigiosa de la Sierra del Guadarrama:
Navarrulaque, cuyo nombre proviene de la unión de "Nava" (Naba en
vascuence), que significa «tierra sin árboles y llana, a veces pantanosa,
situada generalmente entre montañas» y "Arrulaque", que alude a
piedras o cantos berroqueños, así pues significaría «Nava berrocosa».
También es el punto donde más
monumentos se agolpan. El primero de ellos es el más singular y auténtico:
siete traviesas de madera colocadas en artístico semicírculo apuntan a los
Siete Picos. Es el monumento A los Primeros Caminantes de la Sierra de
Guadarrama: ganaderos, cabreros, leñadores, maestros, geólogos, escritores,
pintores y pioneros del montañismo, por supuesto.
En la parte baja de la pradera
divisamos una caseta. Se trata de la fuente-cobijo de Díaz Duque, pionero del
senderismo guadarrameño y escritor.
Unos metros más arriba, en el lado norte de
la pradera se alza otro entramado de madera. Cuando se erigió, en 1996, sus
traviesas protegían una encina, plantada en memoria a Francisco Giner de los
Ríos, el más insigne de cuantos guadarramistas ha habido. La encina desapareció
hace tiempo sin que nadie se haya preocupado de reponerla. Sin ella, triste
recuerdo al maestro, el monumento no es más que un desvencijado amontonamiento
de maderas.
Aún hay más. Al otro lado de la
carretera de la República, donde la pradera empieza su inmersión en la cóncava
de Siete Picos, arrancan varios caminos.
En el principal de todos, que se
aventura rumbo al terrible hueco, hacia el Noreste, se descubre un historiado
banco-monumento. En su respaldo se recuerda la figura del gran montañero,
pintor, humorista, fotógrafo, cinéfilo, grabador y, como señala el propio
monumento, hombre bueno que fue Enrique Herreros.
Continuamos por la Carretera de
la República, que de seguirla, nos llevaría hasta el cercano Puerto de la
Fuenfría, pero dado que cada vez el cielo se volvía más terrible, decidimos
acortar por una de las sendas que baja hasta las proximidades del Puente del
Descalzo, que en un salto, tras cruzarle, nos devolvió al aparcamiento de
origen.
Paco Nieto
Paco Nieto
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