sábado, 5 de diciembre de 2015

Excursión 269: Senda Larga de Sepúlveda

FICHA TÉCNICA
Inicio: Sepúlveda
Final: Puente de Villaseca
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia:  13,8 Km
Desnivel [+]: 209 m
Desnivel [--]: 292 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí

Ciclable: Sí
Valoración: 4,5
Participantes: 9

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RESUMEN
Aunque no era miércoles, nueve infatigables del camino nos reunimos en Sepúlveda para sacarle partido al puente de la Constitución y añadir una excursión más al grupo.

Dejando dos coches previamente en el final de la ruta, el puente de Villaseca, nos dirigimos a Sepúlveda para iniciar en su animada plaza la ruta, allí nos esperaban el resto de los participantes y tras el café reanimador nos pusimos en marcha, dejando el reloj del castillo a nuestra izquierda salimos por la puerta románica del Ecce Homo o del Azogue, llamada así por su proximidad a la antigua plaza del Mercado, una de las siete con las que contaba Sepúlveda y de las que deriva su nombre.

Pasear por Sepúlveda es como hacer un viaje al pasado, a través de calles cargadas de historia que evocan reminiscencias de la reconquista, reflejada en casas como la del Moro, frente a la que pasamos, y en la que uno siente un cosquilleo al contemplar en piedra la cabeza del alcaide moro Abudad, cortada de un solo tajo por el conde Fernán González, que lo fue de Castilla, Burgos, Álava, Lantarón y Cerezo.

Imágenes más bucólicas son las que encontramos un poco más adelante al llegar a la Iglesia de Nuestra Señora de la Peña, majestuosa obra románica, como casi todo en Sepúlveda, enclavada en una de las primeras hoces del río Duratón, que se dejan ver llenas de grandeza desde el privilegiado mirador que hay tras la iglesia.

Con ganas de caminar por el gran cañón, salimos de la villa por la senda que arranca junto a la pared del cuartel de la Guardia Civil, conocida como Senda de los Dos Ríos, llamada así porque rodea a Sepúlveda recorriendo parte de las Hoces del río Duratón y un tramo del río Caslilla.

La senda transcurre en su primera parte entre una valla de madera y un muro de piedra, jalonado de cruces que marcaban el camino hacia la Iglesia desde la Puerta de la Fuerza, a la que enseguida alcanzamos, sorprendiéndonos su solitario enclave, cuando antaño era todo un barrio el que se asentaba tras la muralla de la que formaba parte. Era tal su belleza, que ante ella nos hicimos la foto de grupo.

Desde ella descendimos por lo que queda de la calzada romana que lleva al río Duratón, distraídos por el tímido vuelo de los buitres que se aposentaban en lo alto de los cortados del cañón y la singular belleza de la hondonada precipitándose en el cañón. Llegados al puente de Picazos, lo cruzamos, accediendo a la margen derecha del río, en pleno desfiladero.

De la aridez y despoblamiento de la loma, pasamos a la rica vegetación de ribera que el río proporciona, al que seguimos ora muy cerca de su agua, ora más cerca de los acantilados, unas veces entre espeso bosque, otras en amplios claros, en ocasiones con el murmullo incesante del chapoteo o el silencio del agua queda. Paseo relajante sólo interrumpido por la llegada al salto de la Fábrica de la Luz o a algunos de los puentes que encontramos en el camino.

El Puente de Talcano es el que marca el inicio de la Senda Larga, ya que a partir de él la Senda de los Dos Ríos gira en dirección a Sepúlveda, nosotros continuamos descendiendo la margen derecha del río, no sin antes admirar el arco único del antiguo puente, hoy en desuso por haberse habilitado otro de madera.

Tras rebasar uno de los meandros del río y haber pasado junto a los restos de una ruinosa casa, llegamos a la fuente de la Hontanilla, recogido lugar donde paramos a tomar el aperitivo al resguardo de los árboles que le proporcionan una refrescante sombra.

Reanudado el camino, pasamos junto a los verticales paredones del meandro en el que se asienta la Ermita de San Julián, en cuyos riscos vigilaban, por parejas, los buitres leonados mimetizados con el entorno y a los que sólo en contadas ocasiones les vimos arrancar el vuelo, a la espera de que el sol calentase el aire que les facilitara planear.

De la fuente Redonda, apenas pudimos dar cuenta de ella, por estar seca, no así la del Chorrillo, que hacía honor a su nombre, situada poco después del puente del Villar, que no cruzamos, pero que nos sirvió para posar en él y contemplar cómo el Duratón formaba un idílico paisaje a su paso.

Tras recorrer varios meandros más, entre sauces, chopos, fresnos, alisos y verdes praderas, con paradisíacos remansos del agua al pie de los abruptos acantilados, nos acercamos por unas escaleras a la Cueva de los Siete Altares, iglesia rupestre de la época visigoda, a la que no pudimos acceder por tener una cancela, pero sí pudimos observar los principales elementos de este antiguo asentamiento humano.

Sólo quedaban unos metros para alcanzar el puente de Villaseca, donde habíamos dejado los coches por la mañana.

Regresamos en ellos a Sepúlveda por la carretera que pasa por Villar de Sobrepeña, contemplando de vez en cuando parte de las hoces que habíamos recorrido en esta bonita excursión.

Restaba dar cuenta de los suculentos corderos asados que en Casa Román nos tenían preparados, a los que nos ayudaron dos amigos de Fernando, que se unieron a nosotros para esta otra faceta de la jornada.

En resumen, bonita excursión por las profundidades de las Hoces del Duratón, cuyas paredes calizas de este cañón y las transparentes aguas del río nos acompañaron mientras los buitres sobrevolaban nuestras cabezas, ¿se puede pedir más?, … sí, un bañito en el río, que aplazamos al próximo verano. Por todo ello, esta excursión bien merece una puntuación de 4,5 sobre 5.
Paco Nieto

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