FICHA TÉCNICA
Inicio: Espierba
Final: Pineta
Tiempo: 7 a 8 horas
Distancia: 16,5 Km
Desnivel [+]: 639 m
Desnivel [--]: 812 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 17
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
* Mapas de localización y 3D de la ruta
PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
TRACK
* Track de la ruta (archivo gpx)
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)
RUTA EN WIKILOC
* Ver esta ruta en Wikiloc
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RESUMEN
Así que, ante los lamentos de los participantes, nuestro comprensivo sherpa Juan nos había dado la opción de que cada cual eligiera entre la excursión prevista, otra más fácil e incluso una tercera sencillita del todo, planificando las tres rutas para coincidir al final en las proximidades del parador de Pineta.
Lo sorprendente fue que todos elegimos el recorrido original, o sea el más dificultoso. Y es que nos va la marcha, qué le vamos a hacer. Lástima que, por otros motivos, no nos pudiera acompañar Marcos.
Tras dejar un coche de apoyo en el punto
final del recorrido, subimos con el resto hasta el pueblo de Espierba y, al
poco de empezar la pista que asciende por la ladera de la sierra de su nombre,
comenzamos a caminar.
Había niebla en las alturas, así que no podían distinguirse las cimas de la sierra de las Sucas, al otro lado del valle, pero algunos picos aparecían y desaparecían envueltos en jirones blanquecinos que recordaban mundos oníricos, aún más si se tenían en cuenta las gigantescas paredes casi verticales de la ladera, cubiertas de hayas que aparentaban líquenes ocres y amarillos en la distancia.
La pista se prolongaba bastante e incluso hubo que hacer una paradita, pero con tesón llegamos a su final, alcanzando las extensas praderas verdes de La Estiva con la niebla retirándose por encima de nuestras cabezas.
Un rebaño de ovejas nos dio la bienvenida y al poco otro nos salió al paso. Caminamos un rato por la yerba y, con la excusa de tomar un refrigerio, nos paramos para extasiarnos con la belleza acogedora del lugar y con su silencio.
Había niebla en las alturas, así que no podían distinguirse las cimas de la sierra de las Sucas, al otro lado del valle, pero algunos picos aparecían y desaparecían envueltos en jirones blanquecinos que recordaban mundos oníricos, aún más si se tenían en cuenta las gigantescas paredes casi verticales de la ladera, cubiertas de hayas que aparentaban líquenes ocres y amarillos en la distancia.
La pista se prolongaba bastante e incluso hubo que hacer una paradita, pero con tesón llegamos a su final, alcanzando las extensas praderas verdes de La Estiva con la niebla retirándose por encima de nuestras cabezas.
Un rebaño de ovejas nos dio la bienvenida y al poco otro nos salió al paso. Caminamos un rato por la yerba y, con la excusa de tomar un refrigerio, nos paramos para extasiarnos con la belleza acogedora del lugar y con su silencio.
Continuando el paseo por las praderas, tuvimos
la suerte de ver un nutrido grupo de sarrios que pastaba entre las rocas
calizas; al darse cuenta de nuestra presencia se alejaron corriendo en varias
fases, no sin dejarnos avistarlos a gusto; no exagero si digo que distinguimos
40 ó 50 ejemplares. Además de esto, tres de nosotros, los más rezagados, afirmaron haber contemplado un
quebrantahuesos que nos sobrevoló.
Había ya que bajar a la Larri y lo
hicimos poco a poco por una senda en la que Ángel disfrutó de lo lindo, pero no
como suele acostumbrar, sino saboreando sin parar escaramujos maduros; yo
también tomé algunos y puedo atestiguar que estaban en su punto.
Al llegar al valle de La Larri se le
nublan a uno los sentidos; es un pequeño valle glaciar de libro, colgado sobre
el de Pineta, formando una U perfecta alfombrada de verde y por la que discurre
el agua que baja desde las alturas, engendrando una preciosa cascada en su
comienzo y precipitándose, en su final, en una sucesión de ellas hasta el valle
de Pineta.
No podíamos dejar de acercarnos a la
cascada que nos atraía desde el fondo del valle y allí, aposentados sobre las
rocas y disfrutando con el bullicio del agua, nos tomamos el merecido
bocadillo.
Recorrimos el valle en el otro sentido y bajamos por una pista hasta un puente que hace de mirador privilegiado de las cascadas formadas por el agua que se derrama desde el valle.
Para rematar, desde el mismo puente tomamos una preciosa senda que va siguiendo la corriente de agua en toda la sucesión de saltos hasta llegar al valle de Pineta. Es lo que tiene ser guiados por la mano experta de Juan por sus Pirineos; no para uno de descubrir rincones a cual más cautivador.
Recorrimos el valle en el otro sentido y bajamos por una pista hasta un puente que hace de mirador privilegiado de las cascadas formadas por el agua que se derrama desde el valle.
Para rematar, desde el mismo puente tomamos una preciosa senda que va siguiendo la corriente de agua en toda la sucesión de saltos hasta llegar al valle de Pineta. Es lo que tiene ser guiados por la mano experta de Juan por sus Pirineos; no para uno de descubrir rincones a cual más cautivador.
Sólo quedaba caminar un rato siguiendo
el río Cinca hasta el aparcamiento, donde un poco más tarde nos recogerían los
conductores que habían subido a Espierba a por los
coches.
No obstante, y por si había sido poco, la tarde se remató con una visita al museo de Bielsa, donde aprendimos un poco de historia a través de un reportaje sobre la “bolsa de Bielsa”, triste suceso de la Guerra Civil, y también algo de las costumbres y tradiciones de la comarca.
No obstante, y por si había sido poco, la tarde se remató con una visita al museo de Bielsa, donde aprendimos un poco de historia a través de un reportaje sobre la “bolsa de Bielsa”, triste suceso de la Guerra Civil, y también algo de las costumbres y tradiciones de la comarca.
Madi no tiene ninguna duda de que hay
que calificar con 5 sicarias esta maravilla de día.
Melchor
FOTO REPORTAJES
* Foto reportaje de Francisco Nieto
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