Inicio: Puerto de Navafría
Final: Alameda del Valle
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 18,5 Km
Desnivel [+]: 595 m
Desnivel [--]: 1256 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Media
Pozas/Agua: Sí(Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 4,5Participantes: 26
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
TRACK
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
Cuando pasen muchos años, estoy seguro de que
recordaré el día en que Juan nos llevó a conocer El Nevero y también en el que
todos teníamos ganas de darle un gran abrazo. Es posible que también me acuerde
de cómo los 12 kilómetros de Antonio cundieron más que nunca o de que a Leonor
le fue concedido su deseo de contar con una “bajadita”.
Los cielos eran propicios cuando nos reunimos
en Alameda del Valle para subir en coche
casi hasta el puerto de Navafría y ahí empezar el camino hacia Las Lagunillas.
(Agradecer desde aquí a Ana Ch. su paciencia y destreza para evitar mareos en
las curvas de la carretera, aún a costa de llevar detrás en caravana a todo el
acompañamiento).
En suave ascenso, superamos el pinar y nos fuimos
recreando con las vistas cada vez más amplias del valle de Lozoya. Pronto comenzó
el ya tradicional concurso de “Buscad la tapa de la cámara de Fernando S.”, que
esta vez ganó Marcos.
Enseguida avistamos la peculiar Peña del Cuervo, que dejamos a un lado. Así, tras haber atravesado dos arroyos y dos neveros, con Juan de guardián protector, enfilamos la subida, ya más acusada, hasta el circo glaciar de Las Lagunillas, justo bajo El Nevero, llamadas Hoyos de Pinilla.
Están las tres lagunas posadas bajo una enorme pared redondeada casi vertical donde la nieve se acumula hasta la cima formando una cornisa que amenaza con derrumbarse en cualquier momento.
Las vistas desde aquí son espectaculares y se está al abrigo de los vientos; qué mejor lugar que éste para tomar un respiro, merodear un rato, picotear algo y hacer la foto de grupo.
Enseguida avistamos la peculiar Peña del Cuervo, que dejamos a un lado. Así, tras haber atravesado dos arroyos y dos neveros, con Juan de guardián protector, enfilamos la subida, ya más acusada, hasta el circo glaciar de Las Lagunillas, justo bajo El Nevero, llamadas Hoyos de Pinilla.
Están las tres lagunas posadas bajo una enorme pared redondeada casi vertical donde la nieve se acumula hasta la cima formando una cornisa que amenaza con derrumbarse en cualquier momento.
Las vistas desde aquí son espectaculares y se está al abrigo de los vientos; qué mejor lugar que éste para tomar un respiro, merodear un rato, picotear algo y hacer la foto de grupo.
Había que acometer la subida al pico a través del
nevero formado a poniente, el último que nos tocaba pasar y también el más
extenso y empinado.
Ya las nubes, que antes se veían a lo lejos, estaban sobre nosotros amenazantes. Nuestras zancadas sobre la nieve y los girones de nubes grises han hecho lucirse mucho a nuestros cronistas fotógrafos.
Ya las nubes, que antes se veían a lo lejos, estaban sobre nosotros amenazantes. Nuestras zancadas sobre la nieve y los girones de nubes grises han hecho lucirse mucho a nuestros cronistas fotógrafos.
En lo alto del Nevero no hacía tanto viento como
cabía esperar y pudimos entretenernos en contemplar cómo avanzaban los
nubarrones casi rozando nuestras cabezas, ocultando las cumbres en la lejanía y
dejándonos entrever las torres de Madrid por encima del puerto de La Morcuera.
Tomando la cuerda de Los Carpetanos hacia el
oeste, avanzamos deprisa vislumbrando en ocasiones Peñalara como faro.
Así
traspasamos el pico Porrinoso y Peñacabra, asomándonos de cuando en cuando a
los barrancos para apreciar los neveros desde arriba.
Llegamos al Hoyo Borrascoso, donde, a pesar del nombre, decidimos comer; sería por su hipnótico atractivo, pues una enorme grieta dividía la inmensa masa de nieve amontonada a nuestros pies.
Llegamos al Hoyo Borrascoso, donde, a pesar del nombre, decidimos comer; sería por su hipnótico atractivo, pues una enorme grieta dividía la inmensa masa de nieve amontonada a nuestros pies.
Durante la comida, muchos echaron de menos a
Santiago y a José Luis F. (¿por qué será?). No creo que fuera el caso de Paco
N., ya que estaba muy concentrado en buscar su bocadillo revolviendo el
contenido de su mochila una y otra vez; no hizo falta que lo encontrara, ya que
unos cuantos generosos le surtieron de viandas suficientes para el resto del
día, eso sin contar con el rico tomatito con sal y la sabrosa empanada casera
con que Leonor e Isabel nos obsequiaron a todos.
Justo nada más acabar de comer, la niebla se
abatió sobre nosotros, amenazando lluvia, y tuvimos que salir por pies para ir
entrando en calor mientras nos librábamos de ella en la bajada al puerto de
Malagosto; eso sí, Carlos iba tan a gusto con sus pantalones cortos.
Lo más fácil desde el puerto es tomar un camino que baja directo hasta Alameda, teniendo la precaución de coger el ramal que va a la izquierda en una bifurcación a media ladera. Pero en el GMSMA se ve que le tenemos afición a atrochar entre piedras y matojos, y así lo hicimos para acabar finalmente en el camino.
La bajada no tenía fin y era cada vez más
exigente. Para colmo, la lluvia arreció y las vistas del valle y de las cumbres
se perdieron. Penamos un poquillo en este trayecto, pero, como lo habíamos
pasado bien, lo llevábamos con buen humor.
Al llegar al llano tuvimos el premio de ver despejarse totalmente el cielo, secarnos al sol, y conmovernos con los colores de la primavera y las cimas refulgentes, donde destacaba el bello porte de Peñalara.
Al llegar al llano tuvimos el premio de ver despejarse totalmente el cielo, secarnos al sol, y conmovernos con los colores de la primavera y las cimas refulgentes, donde destacaba el bello porte de Peñalara.
A la entrada del pueblo, un buen chopo ofrecía en
su base un abundante surtido de setas. Paco N. fue quien se dio cuenta y avisó a Ángel, ¡cómo no!, que asesorado por Antonio V., decidió llevarse las que parecían más
exquisitas, si bien con el propósito de consultar fehacientemente sus
propiedades antes de ingerirlas. Ya nos contará...
Acabamos tomando las cañas en el único bar del
pueblo que parecía estar abierto (“El Mirador de Alameda”), donde nos trataron
muy bien.
Por haber cumplido años recientemente, pagaron las consumiciones Nicolás y Carlos, aunque se tuvieron que ausentar antes de tiempo, ya que José Mª estaba algo nerviosos por si no llegaba a ver jugar al Madrid. Por su parte, Enrique C. quería celebrar su nominación como senderomago y nos ofreció un montón de saladitos para acompañar la bebida.
Por haber cumplido años recientemente, pagaron las consumiciones Nicolás y Carlos, aunque se tuvieron que ausentar antes de tiempo, ya que José Mª estaba algo nerviosos por si no llegaba a ver jugar al Madrid. Por su parte, Enrique C. quería celebrar su nominación como senderomago y nos ofreció un montón de saladitos para acompañar la bebida.
Como conclusión, una marcha estupenda en un gran
día, pero que no pudo ser redonda del todo, quizá por las excesivas
expectativas. ¡Lástima! Quién no se quejó de las rodillas, lo hizo de la lluvia
o de que las vistas, aunque magníficas, podían haber sido mejores, o de que no
había bota de vino... Total, que Madi no ha podido otorgar 5 sicarias y nos
tenemos que conformar con 4’5.
Melchor
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