miércoles, 20 de julio de 2016

Excursión 309: Nocturna al Pico del Nevero con luna llena

FICHA TÉCNICA
Inicio: Pto. de Navafría
Final: 
Pto. de Navafría
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  11,7 Km
Desnivel [+]: 611 m
Desnivel [--]: 611 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: No
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 23

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
Es ya una tradición que cada año, por estas fechas, Paco N. nos ofrezca una visita a la luna llena. Como no somos astronautas, lo más que nos podemos aproximar es hasta la cumbre de algún pico que nos quede más o menos a mano. En esta ocasión, le tocó al emblemático Nevero acercarnos al cielo.

Andaba Paco con la duda de si llevarnos en suave y lenta ascensión por la vertiente segoviana o subirnos a las bravas directos desde el puerto por la cuerda. Como, cosa extraña, no éramos muchos (22 bien contados por José María) y parecíamos en forma, a punto estuvimos de padecer el ascenso directo, pero finalmente Paco optó por pasearnos por el pinar. No obstante, impuso un ritmo bastante rápido con el fin de alcanzar la meta antes de que el sol se pusiera.

Tomamos la pista que se usa en invierno para practicar esquí nórdico y la seguimos a buen paso hasta el mirador de Navalcollado. Allí se hizo la foto de grupo para, enseguida y al reclamo de Paco, continuar andando y girar luego a la izquierda por otra bonita pista que serpentea entre los pinos subiendo la ladera.

Aunque éramos poquitos, había bastantes caras nuevas y seminuevas, algunas de una juventud insultante para los que ya avanzamos hacía los postres de la vida, como dice Ángel V., así que el camino se hacía entretenido entre las charlas y las vistas del atardecer, y nos permitía dejar en segundo plano la sensación de cansancio que iba creciendo según subíamos la cuestecita.

Al rato, se acabaron los pinos y se despejó el panorama, aunque la calima pertinaz que estos días enturbiaba el ambiente no presagiaba precisamente unas vistas espectaculares.

Recordábamos otras ocasiones en que habíamos seguido este camino y, en particular, me acordaba yo de una de ellas en la que el viento barría la nieve dejando al descubierto una capa de hielo que nos impidió coronar. ¡Qué distinto parecía todo! Ahora se agradecía el airecillo fresco que nos hacía olvidar los calores de Madrid que habíamos soportado apenar unas horas antes.


Un poco más de esfuerzo y llegamos al Nevero a tiempo de ver ponerse el sol, si bien el grupo se había alargado tanto que apenas se divisaba a los últimos en la distancia. Y, en la cima, teníamos además una sorpresa añadida: Nuestro nunca bien ponderado “Boss” nos estaba esperando pacientemente protegido del viento en una de las antiguas casamatas próximas al pico.

Había subido mucho antes y había tenido tiempo de sobra de entretenerse; incluso había estado recolectando latas viejas, con su correspondiente abrelatas, de los remotos tiempos de la guerra, que entregó para su colección a Rosa P.


Pronto se ocultó el sol entre la bruma, que no por el horizonte, y, a la espera de la luna, nos dedicamos a trajinar las provisiones que habíamos acarreado y a merodear por los contornos. Y en estas que, sin previo aviso, apareció un deslucido cacho de luna entre las nubes y la bruma, una luna mucho más elevada del horizonte de lo que nos hubiera gustado. Nos conformamos, sin más remedio, pensando que, total, lo de ver la luna llena era una excusa para salir al monte.

En cuanto oscureció se recibió la consigna de iniciar el regreso, esta vez por Las Lagunillas. La empinada bajada desde el pico a las lagunas hizo temer a más de uno por su seguridad, y eso que había quien, valientemente, intentaba convencer al resto de que lo bonito era caminar a la luz de la luna, que ya parecía más consistente, con los frontales y linternas apagados. No obstante, dos de los damnificados recientemente, con pie y rodilla aún en reparación, superaron la prueba con éxito.

La trocha que seguía, aunque marcada con hitos de cuando en cuando, no era para despistarse, así que continuamos en fila india con nuestro frontal reluciente, como los enanitos de Blancanieves cuando van a la mina.

Y, por fin, confluimos con la senda que nos llevaría hasta el área recreativa junto a la carretera. Comparado con los tramos anteriores, parecía una autopista y, será por eso, que los sentidos se relajaron hasta que Ángel V. se dio un porrazo de cara contra el suelo que requirió echar mano del botiquín y posterior visita a urgencias.

Él es nuestro último damnificado del verano y esperemos que no ceda el puesto a nadie más. Tras la breve parada por el traspiés, seguimos andando con la luna asomándose a intervalos, primero entre las nubes y luego entre los pinos.

Desde aquí mando un abrazo a todos los que sufren en casita a causa de caídas, resbalones y tropiezos varios. A recuperarse con paciencia, que más pronto que tarde volveremos a caminar juntos.

Madi opina, tras leer la crónica, que la marcha se disfrutó a pesar de todo, así que le otorga 4 sicarias. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario