Inicio: Galapagar
Final: Galapagar
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 14,2 Km
Desnivel [+]: 268 m
Desnivel [--]: 268 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 30
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
* Mapas de localización y 3D de la ruta
PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
TRACK
* Track de la ruta (archivo gpx)
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)
RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN
Para la última excursión de la temporada, antes de que iniciemos las rutas de agua, Sol se ofreció a acogernos en su casa para organizar en ella la tradicional comida y fiesta que da paso al verano. Lo cual es de mucho agradecer, dada la gran cantidad de participantes que estos eventos conllevan, contaba, no obstante, con la inestimable ayuda logística de Antonio y la ya demostrada experiencia con las brasas de Ricardo.
Y para facilitar el transporte, lo más cómodo fue salir de su misma calle, en la Dehesa Nueva de Galapagar. Allí dejamos los coches en una larga hilera. Los vecinos debieron pensar que se trataba de una boda, hasta ver nuestro atuendo, que no dejaba lugar a la duda.
Iniciamos un suave ascenso por la calle, girando a la derecha al culminarlo para enseguida salir al campo abierto por el Camino de Villanueva del Pardillo, una agradable pista de tierra que recorrimos en dirección sureste, rodeados de muretes de piedra que delimitan fincas ganaderas. En una de ellas contemplamos a dos orgullosas yeguas con sus correspondientes potrillos, nacidos lo más seguro esta misma primavera.
La poca pendiente del camino y la gran amplitud de la calzada hacia que el paseo fuese muy agradable, además de animar a los de cabeza a imprimir un buen ritmos a la caminata. Al llegar a las afueras de la urbanización Los Ranchos, en los Altos de Galapagar, conectamos con la Cañada de Motamora, dejando a nuestra izquierda la casa de igual nombre, en la que se ubica un vértice geodésico, al que hubiera subido a no ser porque se encuentra precisamente en esta finca privada.
El cruce posterior con la Cañada Real de Merinas fue la señal de que la buena vida se nos agotaba. Primero porque delante de nosotros teníamos un repechón, con un nombre muy apropiado, Cuesta Blanca, y segundo porque enseguida dejamos la pista para, sin senda aparente, desviarnos a la izquierda entre grandes rocas.
Menos mal que a pocos metros dimos con una caseta a la sombra, con mesa y bancos, en la que pudimos parar a refrescarnos del fuerte calor que ya comenzaba a hacerse notar. No duró mucho la alegría y enseguida nos internamos entre las zarzas siguiendo una tenue senda, que al alanzar la cumbre de Cuesta Blanca desapareció por completo.
En este punto nuestra anfitriona y sus dos ayudantes se dieron la vuelta para ir preparando la barbacoa y adecuando el jardín para lo que se le venía encima. Continuar desde este punto parecía sencillo, solo había que descender por la loma de Cuesta Blanca hasta llegar al arroyo del Membrillo y seguirlo aguas abajo.
Sin ninguna indicación ni senda a la vista, solo guiados por el GPS, fuimos descendiendo como mejor pudimos, contando con la ayuda de Jorge S y Ángel, que en esto de buscar el mejor camino no tiene competencia. A pesar de nuestros esfuerzos por ir por zonas lo más despejadas posible de matorral, y zarzas, acabamos con los calcetines y las botas llenos de pinchos, de esos que luego cuesta horas arrancar.
Alcanzado el arroyo, había que vadearlo, toda una aventura por la tupida vegetación que en su ribera se concentraba. Con la ayuda de un palo aparté las zarzas que pude para que el paso quedara lo más despejado posible, pero los malos pensamientos hacía el guía se palpaban en el ambiente y ni la agradable parada que realizamos junto al arroyo, a la sombra y con el murmullo del agua de fondo lograron aplacarlos.
Había que acompañar al arroyo en su descenso, unas veces muy próximo a él, otras dejándolo a nuestra izquierda según los caprichos de sus meandros y la ortografía del terreno. De nuevo los molestos pinchos se pegaban a los calcetines como si éstos fuesen un imán para ellos.
Se nos hicieron largos los escasos dos kilómetros por la ribera del arroyo, lo que explica la alegría con la que acogió el grupo el conectar con una senda como Dios manda, la Colada del Cerro del Burro, que a pesar de ser estrecha, nos supo a autopista. Por ella seguimos, tomándola a nuestra izquierda, en dirección sur para asomarnos a conocer las vistas que el Cerro del Burro tiene de Madrid hacia el este y sur de su loma, además del cerro, con vértice geodésico, del Madroñal, situado a 846 metros de altura, al que no daba tiempo llegar.
Volvimos sobre nuestros pasos para remontar la senda en sentido contrario, en dirección a la Mina Antigua Pilar, a la que llegamos tras superar una cuesta de 50 metros de desnivel, que a Susana se le atragantaron, dándole un bajón que aconsejó pedir la ayuda de Antonio para que en coche vinieran a por ella.
La Mina estuvo en pleno rendimiento a finales del S. XIX y principios del XX, cuando era una de las más importantes minas de cobre de la Comunidad de Madrid, si bien posteriormente se realizaron algunas labores de mantenimiento y consolidación.
Nos acercamos al edificio, medio en ruinas, que albergaba el malacate, es decir la maquinaria de extracción de cargas del pozo maestro, que es el único que se conserva en toda la Comunidad de Madrid y que actualmente está tapado por una rejilla metálica.
Hacía el oeste, bajando un terraplén, se encuentran otros pozos, del total de cinco que tiene, todos igualmente protegidos con rejillas para evitar accidentes. Según la documentación el interior de la mina presenta unas espectaculares formaciones de sales de cobre, con bellos colores turquesa y azules.
También nos acercamos a las escombreras, en la que aún hoy encontramos varios minerales, debido a la cantidad, variedad y belleza de sus formaciones micro-cristalinas, en ellas se han hallado multitud de minerales interesantes: fluorita, calcantita, pirita, bornita, arsenopirita, cuprita, crisocola, agardita, olivenita, torbernita, autunita, metatorbernita, siderita, goethita, calcotriquita, entre otros, aunque los más abundantes y fáciles de reconocer son malaquita, azurita y calcopirita.
Hay que tener muy en cuenta que la entrada a la minas esta reservada a expertos en espeleología minera, ya que la naturaleza frágil de la roca y sus incipientes formaciones hace peligroso su apertura al gran público.
En este enlace se da bastante información de la mina y en este otro enlace, un vídeo sobre la misma, muy recomendable.
En este enlace se da bastante información de la mina y en este otro enlace, un vídeo sobre la misma, muy recomendable.
Aún nos quedaba un buen trecho de subida, hasta alcanzar la amplia vía pecuaria que nos llevó a las inmediaciones de la Universidad Carlos III, en Colmenarejo, previo paso por las ruinas de la antigua fundición, donde se separaba el cobre de la roca.
Nos quedaba atravesar, callejeando la zona este de Colmenarejo, desviarnos a la izquierda hacía Las Marquesas y buscar la Dehesa Nueva para regresar a donde habíamos dejado, a primera hora, los coches, recorrido que hicimos con celeridad para saborear cuanto antes las ansiadas cervezas, vino, sardinas, chorizos y chuletillas, un exquisito postre de Ana Chini que nos supieron a gloria.
Hubo camisetas mojadas, no tantas como era de esperar, ping-pong y mucha música, aportada por Fernando Sanguesa, que animó al personal a mover el esqueleto como bien se refleja en mis vídeos. La entrega de estrellas pendientes cerro este emotivo encuentro de fin de temporada. Nos vemos en las pozas.
Por todo lo anterior, esta ruta se ha merecido 4 sicarias.
Paco Nieto
FOTO REPORTAJES
* Foto reportaje de José María Pérez
Paco Nieto
FOTO REPORTAJES
* Foto reportaje de José María Pérez
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