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RESUMEN
El recorrido escogido por Antonio, para esta primera
excursión del año 2019, sigue básicamente el PR-38 en torno a las cumbres que
rodean la Dehesa Boyal de la villa de Braojos de la Sierra.
Recién tomadas las doce uvas el día anterior, doce más uno
para el que sea supersticioso, fuimos los que nos juntamos para disfrutar de
estas preciosas tierras, antaño de ganaderos trashumantes y que por estas
fechas estarían, quiero imaginar, camino de Extremadura. Nosotros sin embargo
tomamos rumbo al Norte por la vía pecuaria que sube atravesando la cuerda de
los Montes Carpetanos camino de las poblaciones segovianas de Arcones o Prádena.
Como doce es el número mágico de estos días, doce más uno
son los lugares para el recuerdo que voy a describir a ritmo de campanada de
Nochevieja. Y a doce más uno participantes les dedicaré cada uno de estos
tramos de la excursión, con la huella que me han ido dejando en la memoria a su
paso por ellos.
Comenzamos con los cuartos, que todavía no empiezan las doce
campanadas.
Tras las felicitaciones por año nuevo que nos repartimos en
el punto de encuentro en la plaza del pueblo, enseguida doblamos por la calle
Carmen, siguiendo las indicaciones que pronto se ven hacia la Dehesa Boyal. La
protagonista en este punto no puede ser otra que Carmen Mazarío, que aprovechó la placa con su nombre para darse un homenaje en forma de foto. A Carmen,
dedicaré también el último lugar a describir, sorpresa que no se podrá
desvelar hasta que el lector pase por tomarse las uvas con cada campanada.
Primera campanada.
El camino PR 38 enseguida va tomando altura por una pista o
vía pecuaria recta en principio por terreno despejado y luego ya junto a la
ladera del Cerro de la Porrilla, al que acabaremos ascendiendo. En este tramo aprovechamos
para ir charlando unos con otros y en mi caso, es con Luis el que me deja
grabado en el recuerdo sus experiencias con los coches eléctricos compartidos.
Tramo por tanto ideal para ir tranquilamente calentando y departiendo
conversación con los compañeros.
Segunda campanada
Esto ocurre cuando la pista alcanza los pinares de La
Vaqueriza, ladera arriba a la izquierda, momento en el cual Antonio, que ya nos
venía anunciando que tendríamos que abandonar la comodidad de la pista, nos
envía monte arriba por un cortafuegos que da para pensárselo antes de iniciar
la subida. Subimos junto al citado pinar por una pendiente pronunciada,
en la que vamos con la lengua fuera desde el mismo comienzo y hasta su final en
el Cerro del Ochando. Subida de cien metros de altura en poco menos de
cuatrocientos metros lineales y sin descanso. Este lugar se lo dedico en el
recuerdo a Isabel, que es la primera que alcanza el cerro y a la que los que
vamos inmediatamente detrás nos cuesta seguir su ritmo. El esfuerzo merece la
pena, pues enseguida se atisba al fondo los picos nevados de la Mujer Muerta y
la cuerda de los Montes Carpetanos hacia los que más tarde nos dirigiremos, en
un desnivel que ya parece aparentemente fácil.
Tercera campanada
Aprovechamos a esperar a los últimos rezagados en la
infernal subida y nos dirigimos en cómodo y ligero ascenso a tomar un tentempié
en el Cerro de la Porrilla. El lugar merece la pena de por sí si alguien
alguna vez quiere darse un paseo a esta loma. Desde ella se domina la Dehesa
Boyal de Braojos y es un mirador excelente de la Sierra de Ayllón, La Cabrera y
la Mujer Muerta. El lugar se lo dedico a Enrique Cid, que con la torta de
cicharrones que nos reparte, me trae el recuerdo del cordero que en verano
tomamos en sus tierras segovianas de Navares y que estuvo al final endulzado por
el mismo postre. También me trae el recuerdo del cordero que más recientemente
había tomado el día anterior por Año Nuevo cuya grasa pretendo bajar con esta
excursión.
Cuarta campanada
Una vez retomadas fuerzas, deshacemos camino de nuevo hacia
el Cerro Ochando, para seguir en línea recta por pista hacia la cuerda
carpetana en un sube y baja que nos lleva por Peña de la Muela, el Alto de la
Dehesa y la Ladera del Sapo. Lugar para ir bajando los chicharrones y a buen
paso con mi amigo Javier, con el que suelo toparme cuando se trata de ir a
paso ligero, vamos avanzando entre las ganas de seguir adelante y el recelo de
que tomemos camino equivocado o perdamos al resto. Pese al rompe piernas que supone
este trayecto, el paisaje por el cortafuegos nos deja bosques de pinos a ambos
lados, pilones abrevaderos rebosando de agua y el disfrute de un día soleado de
invierno con temperatura agradable que permite ir sin apenas abrigo.
Quinta campanada
Llegados a un desvío de caminos en la Ladera del Sapo,
esperamos a las indicaciones de Paco Nieto que nos lleva por el ramal de la
derecha abandonando el PR 38, para alcanzar nuestra cota más alta de hoy en
Peña Quemada. Peña que alcanzamos por su lado Este una vez alcanzada la cuerda
de los Montes Carpetanos donde se encuentra. Tras atisbar un corzo que huye
despavorido de nosotros enseguida alcanzamos la Peña del Avellano lugar que
dedico a Paco y al resto de sufridos compañeros del GMSMA que en un 9 de Marzo
de 2016 en la
excursión 286, tomaron la sabia
decisión de retirarse a poco menos de doscientos metros de Peña Quemada por el
temporal de niebla y ventisca al que se vieron sometidos.
Sexta campanada
En esta ocasión y en día espectacular, sí que llegamos a
Peña Quemada a 1.833 metros de altura. Cima de la excursión de hoy y que como
cronista de la excursión me dedico a mi mismo. Pese a que me había tomado la
excursión como oportunidad para hacer ejercicio, comer ligero y contrarrestar
los excesos navideños, mi propósito cayó en vano al ser tentado con un
exquisito jamón húngaro llamado Mangalica, que más de uno lo tomaría por
ibérico, con una empanada de pollo, con dulces de jengibre y chocolate así como
con un Ribera del Duero de la bodega Buen Camino que ocupa la bota que en esta
ocasión porta Antonio. Menos mal que los perros Vito y Twitter
aprovechan para descansar de la subida algo alejados de nosotros, sin darles pie
a que saliven por las suculentas viandas.
Séptima y Octava campanada
A Lucio y Carolina, que tan amablemente nos han surtido de
manjares en la cima, les dedico el siguiente tramo que cogemos ya de regreso a
nuestro punto de partida. Por esta zona tienen a bien acercarse a coger setas y
de alguna forma les pertenece en el recuerdo. Pasamos por un manantial en la
zona todavía alta, cerca de la cuerda, que se supone empieza a alimentar el
Arroyo de La Trocha y por cuyo valle iremos descendiendo por una interminable
pista que a veces atajamos para huir del tedio.
Lo de juntar las campanadas es más bien quizás por las
viandas y caldos con los que nos agasajaron, que me traen el recuerdo de cuando en
Nochevieja se me junta más de una uva en la boca por lo que les dedico este
tramo horizontal de la cuerda y manantial que anuncia la bajada.
Novena campanada
Vamos bajando por una larga pista que se dirige sin prisa
alguna hacia el pueblo, dejándonos pocos entretenimientos tales como tramos del
camino helados o abrevaderos.
El trayecto se ve amenizado con un antiguo pluviómetro
abandonado y medio roto, cerca de la casa forestal de Santuil. Este lugar
se le dedico a José María pues es donde se hace un simulacro de foto de grupo a
falta de algún miembro al que la atracción no le ha llamado suficientemente la
atención como para desviarse del camino.
Décima campanada
Alcanzada la extensa ladera de robles de El Bardal, abandonamos la
pista y nos adentramos por este bosque cubierto con una manta de hojas, en
bajada rápida hacia el Arroyo de la Trocha ya cerca del pueblo. Este lugar se
lo dedico a Jorge que, pese a recelar del campo a través por el que nos mete
Antonio, busca ya al final del trayecto una salida honrosa para acabar plácida
y cómodamente este sector.
Undécima campanada
Aprovechamos a reagruparnos en esta bajada a cincuenta
metros del Arroyo de la Trocha, en un lugar donde el campo a través nos pone en
una zona escarpada cerca del río y sin paso claro desde la distancia. Le dedico
este lugar a Antonio que sufre la disensión de parte del grupo, partidario de
tomar un posible atisbo de trocha que se abre en suave bajada hacia la derecha
hacia más bajo un camino que cruza el río y frente a su criterio más campero de
haber tirado loma abajo por barranco más pronunciado pero despejado de
vegetación haca el río. Al final como buen líder accede al criterio
mayoritario de no hacer “el cabra” y avanzar por el camino que parece menos
problemático.
Duodécima campanada
Una vez cruzado el río, nos dirigimos ya al pueblo por el
camino asfaltado del Molino del Vadillo. El atardecer nos depara una luz
espectacular para las fotos y vamos disfrutando de los veneros y regueras del
pueblo. Dedico este lugar a Marcos que cargado con una bolsa de setas
secas que le ha ido recogiendo a Carmen para sus centros florales, disfruta
como el que más con este entorno idílico y entreteniéndose con el deleite de
pisar fuera de los caminos en busca de sorpresas que le depare la naturaleza.
Llegados ya al final de la excursión, el último lugar para
el recuerdo, es el bar del pueblo, casa cultural, lugar de encuentro de alguna
peña ciclista con maillots rojos dedicados por algún líder de la Vuelta a
España y con algunos artículos taurinos como una montera, se supone de José
Tomás, pues de este pueblo son sus abuelos y otros familiares.
Acabo pagando las cañas en deuda personal con Antonio que
me ha encontrado un guante que perdí en el trayecto de ida y vuelta del Cerro de
la Porrilla. Todo ello tras adelantarme en el pago a Carmen que le hubiera
gustado invitar y a la que vuelvo a dedicar el final de la etapa tras avisarnos
de su inminente cumpleaños. Acabamos cantándole todos el “cumpleaños feliz” y
dejando aquí registrado su deuda pendiente con el grupo que ya tendrá ocasión
de saldar en otro miércoles con Antonio.
Por el kilometraje de la excursión que me deja satisfecho,
el tiempo espléndido, coronar la cumbre de Peña Quemada y disfrutar de estas
tierras ganaderas, con el único pero, de la larga bajada por pista hasta
Braojos, concedo cuatro sicarias a esta ruta.
César Rodríguez
FOTO REPORTAJES
* Foto reportaje de José María Pérez