miércoles, 26 de junio de 2019

Excursión 470: El Picazuelo y embalse de Puentes Viejas en piragua

FICHA TÉCNICA
Inicio: Buitrago del Lozoya
Final: Buitrago del Lozoya
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 13,3 Km
Desnivel [+]: 365 m
Desnivel [--]: 365 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 4,5
Participantes: 15

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta

















TRACK

RESUMEN
En las excursiones de verano no pueden faltar las de piraguas, ya llevamos unas cuantas, y para seguir aumentando la lista nos fuimos a Buitrago de Lozoya, para descubrir el impresionante recinto amurallado de su castillo, su casco urbano está declarado bien de interés cultural, y el espectacular entorno natural del embalse de Puentes Viejas, el tercer embalse en el sentido de la corriente que se encuentra el río a su paso.

Pero esta vez, a diferencia de las anteriores ocasiones, la propuesta que planteé era doble. Primero una ruta a pie al cerro del Picazuelo y alrededores del embalse, para entrar en calor y otra en piragua navegando por sus quietas y transparentes aguas.

Atrayente oferta a la que nos apuntamos quince, tras algunas bajas de última hora.

Solo me preocupaba la amenaza de ola de calor que estaba prevista entrara a lo largo del día, especialmente por la tarde. Finalmente no fue para tanto, y pudimos disfrutar de una estupenda jornada de senderismo y piragüismo.

Una vez dejamos los coches en las proximidades del embarcadero que Aventura Sierra Norte tiene en Buitrago, echamos a andar hacia el sur, buscando la urbanización San Lázaro, que la cruzamos hasta dar con una vía pecuaria, por la que cambiamos las vistas de chalet por las de extensas praderas , ya completamente secas.

En alargada hilera, cruzamos el arroyo de la Tejera sin darnos cuenta de ello, por estar completamente seco, solo algo de vegetación de ribera delataba su presencia. De frente, la silueta del Picazuelo, coronada por una enorme antena, nos servía de faro.

Al llegar al Portachuelo Viejo, nos reagrupamos y cambiamos de dirección, hacia el noreste, bordeando el bosque, buscamos una pista que se interna en él. Por ella seguimos entre pinos, lo que alivió la temperatura, que sin ser excesiva, había comenzado a hacer mella en el ánimo de todos.

Con cierto vientecillo, incluso, remontamos la ladera oeste del cerrillo, que tras una cerrada curva, y al poco, sin camino, nos plantó a los pies de la rocosa cumbre. Subimos entre grandes bloques de granito los escasos metros que nos separaban para alcanzar los 1250 metros de este aprendiz de Picazo.

Pese a su limitada altura, goza de excelentes vistas, al estar separado de otras cumbres de mayor porte. Desde su privilegiado mirador, que está situado en el término municipal de Manjirón, disfrutamos de las fantásticas panorámicas que se tienen de prácticamente toda la sierra.

Al norte y al oeste: Somosierra, los Montes Carpetanos, Peñalara, el Valle del Lozoya desde Lozoya a Braojos, Buitrago, las viejas antenas parabólicas de Telefónica en Gandullas, los embalses de Riosequillo y Puentes Viejas, la Sierra de La Cabrera, con el Pico de la Miel como proa y El Mondalindo.

Al este y al sur: La Pedriza, Peña Cebollera, Peña El Águila, Salinero, El Porrejón, Peña La Cabra, La Tornera, Centenera, la Sierra del Rincón y sus pueblos, el embalse de El Atazar y al fondo El Berrueco, Torrelaguna y Uceda, ¿se puede pedir más?

Lo único que afea el paisaje es la enorme antena, plagada de repetidores y otras antenas más pequeñas, tributo que paga este cerro por tener tan despejadas vistas.

A pocos metros de la caseta de vigilancia forestal, en la que había alguien con un perro que no nos quitaba ojo, paramos a tomar el tentempié de media mañana, a resguardo del sol, que cada vez se hacía notar más.

Tras el descanso, buscamos el camino de servicio de las instalaciones, que desciende en dirección este, pero que a los 300 metros dejamos en su primera curva, para continuar por una pista con vistas al pueblo de Cinco Villas y jalonada con enormes hitos de piedra que suponemos delimitan las fincas por las que pasamos.

Tras un giro, a la izquierda, la pista se dirige al norte, y tras pasar un par de cercas, cruzamos la carretera M-126 que une Buitrago con Manjirón. Buscando el camino más corto hacia el embalse de Puentes Viejas, descendimos por una pista que hace de cortafuegos hasta alcanzar las azuladas aguas de Puentes Viejas, y que solo la falta de tiempo hizo que no nos sirviera de refrescante baño.

En dirección oeste, bordeamos la ribera del embalse, siguiendo una senda que lo recorre lo más próximo al agua posible, y que, de vez en cuando se ve obligada a salvar los entrantes de los arroyos que alimentan el embalse en esta zona conocida como Las Gariñas, rodeada de pinos, que afortunadamente hacían menos calurosa la travesía.

Tras bordear la desembocadura del arroyo de la Tejera, que como una cuchillada, se adentra en el agua, nos acercamos a la zona de baños elegida por los jóvenes del pueblo para disfrutar de sus playas y roquedos desde donde saltan al agua.

Con ganas de llegar, pasamos por el recoleto mirador del Pinarcillo, con magníficas vistas del embalse y de Buitrago, con su espectacular casco viejo, rodeado por una gran muralla medieval, que desde aquí se contempla casi al completo.

Desde el mirador, en agradable paseo por una senda protegida por una valla de madera, llegamos al punto de partida, justo a la hora prevista para tomar los bocadillo. Con cerveza fresquita, invitación de Jorge M, por su cumpleaños, en unas mesas de madera a la sombra junto al embarcadero, se estaba fenomenal.

Tras el descanso, acometimos la segunda parte de la excursión, la fluvial. Ataviados con los correspondientes salvavidas y palas, bajamos al embarcadero para, de dos en dos, ir subiendo a las piraguas de Aventura Sierra Norte, con la que habíamos contratado esta aventura.

Con sorprendente soltura, echamos a navegar hacia el norte, en busca de las murallas del viejo castillo, que casi rozan el agua.

A la derecha, la vegetación de ribera y bosque de pinos donde se emplaza el palacio de Osuna, que tuvimos ocasión de conocer en la excursión 338. Un nido de cigüeña daba, si cabe, un aspecto más bucólico al paisaje.

A la media hora, alcanzamos la zona de la muralla del castillo, recinto defensivo de origen musulmán, en el que habitó Juana la Beltraneja, invitada por los Mendoza, en el contexto de sus disputas con Isabel la Católica por el trono de la Corona de Castilla.

Giramos a la izquierda, siguiendo el meandro del río, hasta alcanzar el puente romano, llamado del Arrabal o Puente Viejo, que estaba casi cubierto por el agua. Fue erigido en la Edad Media sobre el cauce del río Lozoya, para dar acceso al recinto amurallado de Buitrago con el antiguo arrabal del Andarrío.

Después de reunirnos bajo tan histórico lugar, tocaba regresar, con cierto pique por ver quién llegaba antes. Al desembarcar, fue inevitable echarse al agua, que para nuestra sorpresa no estaba tan fría como esperábamos. Unas cervezas en un bar del pueblo puso fin a esta divertida y variada excursión.

Para calificarla, pregunté a una segoviana qué nota le pondría, cinco, me dijo, pero por no bañarnos antes de los bocadillos la dejaría en 4,5, pues sea.
Paco Nieto

Noticias muy preocupantes:
Mostraba el mapa del tiempo
zonas en rojo alarmantes;
calores achicharrantes
llegarían sin contratiempo,
y la marcha de ese día
no sería un tramo llano,

sino de mucho secano,
aunque al fin terminaría
por el borde de un pantano,
y como el frescor del agua
combate bien los calores,
no habría opciones mejores
que guiar una piragua
a babores y estribores.

En Buitrago dio su inicio
la ruta que, sin perjuicio
del calor, fue necesaria,
y haciendo gran ejercicio
por una vía pecuaria,
hasta el mismo portachuelo
que conduce al Picazuelo,
que en esta gran depresión
es un aislado oteruelo
que domina la extensión.
Mirara donde mirara,
al sur hasta La Cabrera,
al norte La Cebollera,
y al oeste y bien cimera,
la cumbre de Peñalara.

Pero dejando las vistas
llegó a las doce previstas
puntual el tentempié;
tomamos un canapé
para seguir optimistas
entre zarzas y ganado
por alambradas complejas
pasando por unas rejas,
hasta llegar al buscado
embalse de Puentes Viejas,
cuya orilla marcaría
una vereda ondulante
que siguiendo llegaría
al punto en que iniciaría
nuestra aventura flotante.

El momento llegó, pues,
de subir a la piragua
provistos con el arnés,
sin enredos ni traspiés
para no caer al agua.
Remamos aguas arriba
como avezados piratas
quizá de forma excesiva
buscando la perspectiva
de unas fotos inmediatas.
Muchas veces visité
Buitrago y sus atalayas,
mas de todas esta fue
la primera en que admiré
desde el río sus murallas.

Y vencida la regata,
en el mismo embarcadero
con un baño placentero,
¡Vaya, pues que malapata!
se terminó el día playero.
El que más lo disfrutó,
Kiro montado en su barca,
mientras Tofe se quedó
atado, solo y sin charca,
hasta que esto concluyó.

Acabose la excursión
como siempre finaliza,
refrescando los gaznates
con «eso» que neutraliza
el fragor de los combates;
fue por tanto una jornada
insólita y peculiar:
primero canicular,
después un poco mojada;
y me hizo reflexionar
que es un poco surrealista
que porque un excursionista
haga una ruta en Buitrago,
cambie de senderomago
a senderopiragüista.
Paco Cantos

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