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RESUMEN
Me hacía ilusión hacer esta ruta porque, además de ser asequible, dado mi bajo estado de forma, íbamos a ver algunas de las infraestructuras del Canal de Isabel II y siempre es muy agradable caminar por sitios con interés histórico.
Comenzamos nuestro recorrido por las pintorescas calles de Torrelaguna y tras unos minutos de caminata, ascendimos junto al cauce seco del arroyo de Matachivos. Julián S. siempre atento, capturó a José María P. en pleno "publirreportaje", mientras que el fotógrafo del grupo también inmortalizaba a Julián. Cruzamos un pequeño puente que nos llevó a la ermita de San Sebastián que, aunque tiene orígenes bajomedievales es de poca importancia artística, puesto que está prácticamente reconstruida en el siglo XX, y a la hermosa fuente que se encuentra frente a ella.
Después de aproximadamente 15 minutos de caminata por las calles del pueblo finalmente nos adentramos en el campo. Nada más salir nos encontramos un cartel que ponía “Proyecto cauce; restauración de los márgenes y riberas del arroyo San Vicente. Anualidad 2003. Plazo de ejecución, 4 meses”.
No sé si es que la obra aún no se ha terminado (no me extrañaría; esto es España) o alguien se olvidó de quitar el cartel. La verdad es que, en cualquier caso, uno no sabe si reír o llorar, dado el estado de la zona.
Por la colada de San Sebastián tomamos una empinada senda (unos cien metros de desnivel), que nos llevó al camino de Torrelaguna al Berrueco, siendo este tramo el primero de los barrancos con el que nos habíamos de topar.
El ascenso fue algo incómodo porque la senda era muy estrecha y pedregosa; enseguida nos encontramos con uno de los acueductos que transportan agua a Madrid: el Sifón de Matachivos: es una estructura histórica que forma parte del sistema de canalización de agua del Canal de Isabel II: se construyó en el siglo XIX para transportar agua desde los manantiales hacia Madrid, aprovechando la topografía del terreno; se caracteriza por su arquitectura ingenieril, que combina funcionalidad y estética, mostrando los avances técnicos de su época.
La historia del Canal de Isabel II es muy interesante. Está vinculada a la expansión y modernización del abastecimiento de agua en la Comunidad de Madrid durante el siglo XIX. Se inauguró oficialmente en 1851 y estaba diseñado para llevar agua desde los ríos Lozoya y Manzanares. El canal fue una obra monumental para la época y permitió mejorar notablemente las condiciones de vida en la ciudad.
Como sabemos, el agua ha sido (y es) un problema histórico en el mundo, pero en el siglo XVIII se disparó en Madrid por el aumento de la población y las nuevas ideas de la Ilustración sobre la higiene. Quiero destacar la importante labor de Bravo Murillo, que, además de una celebérrima calle de Madrid, fue ministro de Fomento con Isabel II y uno de los impulsores del Canal.
En Torrelaguna, como en otras localidades, se llevaron a cabo obras para captar y transportar agua. La construcción de infraestructuras, como depósitos y tuberías, fue clave para llevar el agua desde manantiales cercanos a las casas de los habitantes.
Como no me quiero enrollar demasiado, para saber más, me remito a esta entrada de la Wikipedia, que es excelente.
Después tomamos un desvío con una ligera bajada para volver a ascender por la Caleriza del Mortero y la senda nos condujo al barranco de La Dehesa Vieja, con otra ascensión otros cien metros, donde, como es habitual, yo iba al final del grupo.
Después de otra ligera bajada, comenzamos otra subida, cada uno a su propio ritmo. Finalmente, alcanzamos la cumbre del Cerro Espartera, donde hicimos una pausa para el ángelus. Esta zona, conocida como Los Tomillares, desprendía un delicioso aroma a tomillo, haciendo honor a su nombre.
Iniciamos la última subida ¡por fin¡ por la Dehesa Boyal de Patones y el Cerro de la Coronilla: otros 125 metros de ascensión que me empezaban a pesar.
Menos mal que el día era estupendo para andar y las vistas eran fantásticas: aunque no es uno de los picos más altos de la sierra, su altitud permite disfrutar de vistas espectaculares de los alrededores, incluidos los pueblos cercanos y los paisajes montañosos y desde luego teníamos Patones de Arriba ya a la vista, con sus casa de piedra integradas en el paisaje.
Algunos se hicieron fotos de recuerdo en ese punto y ya caminamos sin parar hasta llegar al pueblo.
Primero cruzamos el puente y la mitad de grupo decidimos ascender al pueblo para disfrutar de unas cervezas fresquitas en el bar "El rey de Patones". El rey de Patones era el jefe de una pintoresca monarquía hereditaria, supuestamente de origen visigodo, que, según la leyenda, pervivió en el pueblo castellano de Patones, hasta el año 1750. Parece ser que las 10 o 12 familias residentes en la localidad acataban la autoridad de un anciano al que daban el título de rey y que este cargo era hereditario, aunque, en la práctica se trataba más bien de una especie de alcalde o juez de paz de origen humilde.
Después de la pausa cervecera regresamos al punto de encuentro con el resto del grupo, donde nos tomamos la clásica foto de grupo en el mismo lavadero. Después de la comida continuamos explorando los bellos rincones del pueblo; todo precioso, a excepción de los feos contenedores de basura ubicados en el lugar menos indicado posible.
La bajada hacia Patones de Abajo fue espectacular. No pensaba que me iba a sorprender tanto una excursión por esta parte de la sierra. Paramos unos minutos en una construcción circular que nos recordó a Cabeza Lijar. En la distancia, se distinguía la silueta del Cerro de San Pedro, donde habíamos estado la semana anterior en nuestra excursión número 800.
Finalmente, tomamos la pista del Canal de Isabel II para regresar a Torrelaguna; después de bajar por el cerrillo de Zumacar y el camino de servicio del Canal, nos encontramos con un maravilloso camino lleno de olivos cuajados de aceitunas; este sendero me trajo recuerdos de ciertos caminos secretos en el oeste de Sicilia (como son secretos no diré donde están).
Quiero finalizar dando las gracias José María P. y a Paco N. por sus excepcionales publirreportaje y perfil de la ruta, sin los cuales no hubiera podido escribir esta crónica y a Carlos R. por el mimo con el que nos trata a todos los senderomagos.
Por la belleza de los barrancos, las estupendas vistas, el encanto de Patones, la cerveza fresquísima en el restaurante y los aspectos históricos de la ruta, le doy a esta excursión 5 sicarias.
Paz Rincón
FOTO REPORTAJES
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