miércoles, 14 de mayo de 2014

Excursión 188: La Chorrera de San Mamés

FICHA TÉCNICA
Inicio: San Mamés. Madrid
Finalización: 
San Mamés. Madrid
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 20 Km 
Desnivel [+]: 754 m 
Desnivel [--]: 747 m
Tipo: Circular

Dificultad: Media
Pozas y agua:
Ciclable: En parte
Valoración: 4,5
Participantes: 25

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta




















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)


PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
Mapa 3D (archivo kmz)



RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN
Aunque es muy atractiva, la chorrera de San Mamés es también fácil de alcanzar y quizá por eso el GMSMA aún no la había visitado. Esto había que solucionarlo añadiendo a la ruta algún complemento adicional. Así es como Antonio decidió que, “de paso”, podíamos conocer uno de los túneles en desuso de la vía Madrid-Burgos.

Con el día luminoso, salimos del pueblo de San Mamés por caminos bien trazados entre muros de piedra, tras los que chispeaba, enhiesta, la flor del gamón.

Enseguida pasamos la quesería artesanal del pueblo e iniciamos la subida por una ladera erosionada desde la que se distinguía perfectamente todo el valle del Chorro en V, con la chorrera al fondo como un hilo de plata, tras el pinar, y los verdes prados allá abajo.

Aquí ya marchaba Antonio bastante pesaroso por el persistente dolor de su rodilla e iba anunciando su rendición y eligiendo su suplente en las tareas de dirección del grupo y orientación por GPS. Podía haberse fijado en Jesús C., campeón del hedonismo, pero lo hizo en Javier M., como garantía de responsabilidad y obediencia ciega (aún lo recuerdo andando en círculo por el monte hasta situarse en medio de la nada en los puntos exactos de referencia del GPS).

Al poco de entrar en el pinar, donde el camino se hace senda, quedó Antonio a la espera de los demás, que nos encaminamos a la chorrera. Allí descansamos y tomamos el aperitivo al alboroto del agua y con unas vistas envidiables, en tanto Ángel se entretenía trepando por el roquedo hasta culminarlo en el nacimiento del chorro.

Volvimos hasta encontrar a Antonio en el camino, por el que ascendimos un trecho más hasta llegar a una bifurcación en medio del pinar. Allí se hizo la foto de conjunto justo antes de que el grupo se dividiera entre los 17 que teníamos intención de cumplir el programa marcado y los 8 que se darían un paseíto para volver pronto a San Mamés. Ese fue el momento clave en que Javier inició la tarea ardua de guiarnos en nuestro objetivo.

Ya empezamos a sospechar que algo no iba bien cuando, tras internarnos por entre la broza del pinar, comenzamos a remontar una ladera por la que acabábamos de bajar algo antes.

Lo peor es que Javier admitía estar desorientado, aunque se mantenía firme en su propósito de llegar al punto del GPS correspondiente, inasequible al desaliento y a las críticas más o menos mordaces que pululaban a su alrededor.

Así continuamos haciendo eses por el monte, encontrando a veces alguna senda que enseguida se perdía, hasta que salimos a la luz de una verde campiña que nos devolvió la esperanza de poder volver al pueblo, aunque no aún la ilusión de poder llegar al túnel.

Desde allí se oteaba un tramo de la vía en lontananza, aunque parecía más conveniente tomar un camino que discurría bajo nosotros y al que no parecía difícil acceder tras sortear los zarzales que se interponían en el trayecto.

Eso hicimos y, pese a que más de uno se llevó algún arañazo, nos encontramos con la sorpresa de hallar entre la maleza un par de crías de cérvido recién nacidas; de hecho estaban con la madre, a la que ahuyentamos sin querer con nuestra presencia; una de ellas la siguió al poco tambaleante, pero la otra fue incapaz de ponerse de pie y allí la dejamos, asustada, la pobre...

Ya en el camino todo era satisfacción y enhorabuenas a Javier (¡pedazo de hipócritas!). Comimos enseguida a la sombra de los robles recientemente reverdecidos y continuamos hasta toparnos con el depósito de agua de Villavieja, el cual se desborda por una fuente que supuso una alegría para muchos de nosotros.

Pero, hete aquí que otra vez se divisaba la vía y en esta ocasión mucho más cerca; se propagó la idea de que no debía andar muy lejos el anhelado túnel, así que allí fuimos 14 de nosotros hasta encontrarlo, por fin (los 3 de Alcalá habían desistido).

Nicolás quedó de guarda a la entrada del túnel y el resto allá que fuimos, internándonos cada vez más en sus húmedas y frías tinieblas. Cuando encontramos el cadáver acartonado de una primera vaca partida por la mitad, en una aparición propia de un relato de Poe, Leonor se sinceró manifestando con vocecilla temblorosa “yo ya quiero volver”, pero se ve que se sobrepuso, pues alcanzamos el otro extremo del túnel (al que debíamos haber accedido inicialmente según el plan previsto) y volvimos a continuación sin más incidentes que la pérdida del bastón laboriosamente trabajado de José María.

El calor ya se notaba y volvimos a pasar por la fuente del depósito de Villavieja para refrescarnos. El camino desde allí hacia San Mamés fue coser y cantar, aunque el cansancio y algún dolor de pies ya habían dejado su huella en algunos de nosotros.

Varios de los que completamos la excursión queríamos que nos puntuaran con 5 sicarias, pero ha sentenciado Madi que no pueden ser más que 4’5, ya que no procede que Antonio se vuelva un envidioso ni que la ruta salga destacada en el blog para que sigan su track un puñado de incautos.
Melchor


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