miércoles, 23 de julio de 2014

Excursión 199: Cascadas del Purgatorio desde Rascafría

FICHA TÉCNICA
Inicio: Rascafría
Final: Rascafría
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 16,8 km
Desnivel [+]: 295 m
Desnivel [--]: 293 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 4
Participantes: 22

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta






















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
RESUMEN
Nuestro incansable amigo Paco Nieto, repasando los posibles destinos con agua y pozas donde bañarnos, cayó en la cuenta de que a pesar de que el grupo había visitado las “Cascadas del Purgatorio” en tres ocasiones, nunca lo había hecho en época en la que la temperatura del agua permitiera darse un chapuzón.

Para remediar lo imperdonable de esta circunstancia, decidió programarnos la excursión número 199 partiendo de la plaza de Rascafría, lugar donde según cuenta la leyenda se escondía Fernando Delgado Sanz, apodado el `Tuerto Pirón´, bandolero que se movía por estos lares y que utilizaba de escondrijo el viejo olmo de más de 300 años que estaba situado en esta plaza.

Se trataba de acercarnos al Puente del Perdón y a las Presillas, para continuar por el cauce del arroyo Aguilón remontándolo hasta las famosas cascadas del Purgatorio.

Así es que a las 10,30, una buena representación de senderomagos, con alguna incorporación nueva, Lola, Belén y Ángel Vallés, nos concentramos en Rascafría… por cierto que era día de mercadillo y estaba muy animado.

Después de los saludos y del reparto de las camisetas para los últimos rezagados, como si de un puesto más del mercadillo se tratase, salimos prestos camino del Paular y de su Puente del Perdón.

Caminando por el Bosque Finlandés, pasamos por una casita de madera oscura que resulta ser que era una sauna… como se ve todo muy cosmopolita. Parece ser que una sociedad belga tenía la concesión para explotar los pinares de la zona y, para entretener su ocio, construyeron en este lugar una pequeña sauna a la orilla del agua. 

Probablemente la idea era primero asarse en la sauna y luego un refrescante chapuzón en las gélidas aguas… que, como todo el mundo sabe, esos contrastes de temperatura son muy sanos.

Seguimos y ya el calor empieza a apretar al acercarnos a la zona de los Batanes y las Presillas.

Las Presillas constituyen una magnífica zona de baño. Todavía es temprano y no hay demasiada gente… a la vuelta, en cambio, las veríamos a rebosar de bañistas.

Cruzamos las trasparentes aguas del Lozoya y seguimos a través de un rebollar cuya sombra, menos densa, nos hace añorar la umbría del pinar.

Aunque la marcha no cubría un desnivel excesivo, la cuesta y el calor empiezan a pesar. Esto se traduce en alguna leve “pájara”, resuelta sin mas problemas con un pequeño descanso, agua y algo de alimento.

Y por fin el arroyo del Aguilón y su agradable frescor, dónde en compañía de las vacas que pastaban tranquilamente, nos tomamos un piscolabis.

Tomamos el sendero que sigue la orilla del arroyo. El rumor de las cascadas y la proximidad de las paredes de roca nos certifican que estamos muy cerca del destino: las Cascadas del Purgatorio, que por fin se revelan ante nuestros ojos.

La poza está bastante concurrida: intrépidos bañistas y cautos observadores, más de los segundos que de los primeros.

El agua está gélida, pero el baño vale la pena… para los que se metieron claro. Hubo quien no contento con la experiencia, se subió a bañarse a la poza de más arriba (igual de fría, por cierto).

Concluido el baño descendemos un poco por el curso del rio y nos acomodamos para comer, hubo hasta sobremesa con partida de mus incluida.

Y tras el descanso, recogida y vuelta. El sol aprieta y el descenso se hace algo durillo.

Al llegar a las Presillas todos de cabeza al bar: medio litro de cerveza (o de clara) por cabeza. Es que es muy importante reponer líquidos… eso sí, a la salud de Javier y José Ramón que habían cumplido años por esos días.

Queda una media hora de caminata hasta los coches, así es que los posibles problemas con un hipotético control de alcoholemia quedan solventados.

Así acaba esta excursión número 199, a la que podemos otorgar 4 sicarias.

Pero la siguiente es la “200”….. habrá que preparar la celebración como es debido…..
Paloma Sabio


miércoles, 16 de julio de 2014

Excursión 198: Corazón de las Hoces del Duratón en piragua

FICHA TÉCNICA
Inicio: P.N. Hoces del Río Duratón
Final: P.N. Hoces del Río Duratón
Tiempo: 3 a 4 horas
Distancia:  8,1 Km
Desnivel [+]: 24 m
Desnivel [--]: 24 m
Tipo: Ida y vuelta
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 15

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta


PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
RESUMEN
La tarea de cronista no debe estar muy bien valorada cuando, aún ofreciendo pagarle la comida a quien se ofreciese a realizar la de esta excursión, no hubo ningún voluntario. Así es que aquí estoy otra vez, a falta de Mechor, nuestro, a la vista, poco recompensado cronista oficial, haciendo de portero suplente.

Y entrando ya en materia, lo primero es advertir que esta excursión no era una más al uso de las que habitualmente hacemos, con solo mirar el perfil, más plano que una mesa, uno se da cuenta que algo pasa, si a esto añadimos que por primera vez, en mi caso, dejé las botas de montañero y los bastones de andar en casa, uno concluye que esta excursión era especial.


Efectivamente, con el calor sofocante de estos días, que hace subir el mercurio de los termómetros por encima de los treintamuchos grados, nada mejor que dejar aparcadas las calurosas botas, olvidarse de los cientos de metros de desnivel acumulado, y cambiarlas por la zapatillas de río y la planicie de un embalse.

Así es que recordando lo bien que se lo pasaron los 10 participantes de la excursión 25, y con la intención de superar el intento fallido de la excursión 139, nos fuimos al camping de Cantalejo, para desde allí apuntarnos a realizar una aventura acuática por el corazón de las Hoces del Duratón.

Nos acompañaba por primera vez Lara, la famosa hija de Joaquín y envidia de todo el grupo, ya que según su padre, con cuatro años subía a todas las cumbres de la sierra, con la misma facilidad que salía al patio de recreo.

También fueron bienvenidos por primera vez María Jose, Pablo y Daniel.

Tras seguir por caminos polvorientos el coche de Naturaltur, la empresa de aventuras que contratamos, llegamos a las proximidades del río Duratón. Ataviados con chalecos salvavidas y las palas de los remos, Luis, nuestro guía, nos aleccionó sobre como usarlas y la forma de avanzar, girar y dar marcha atrás en la piragua, vamos, todo un curso intensivo para participar en las carreras de regatas de Oxford-Cambridge.

Con la lección bien aprendida, bajamos por una pista de arena hasta el río. Acomodados en las canoas y superados los primeros metros poco sincronizados, enseguida le cogimos el ritmo a esto de remar, tanto, que hasta echábamos minicarreras entre nosotros.

Seguimos a Luis, que nos condujo, río arriba, contemplando desde abajo los altos cortados, plagados de cavidades, como la cueva de la Llave.

Llegamos hasta el meandro donde se encuentran las desafiantes ruinas del Monasterio de Nuestra Señora de los Ángeles de la Hoz, hoy día de muy complicado acceso, pues el embalse de Burgomillodo, donde nos encontramos, anegó sus entradas naturales.

Impresionaba contemplar el balcón, único de doble arco, desde donde Isabel la Católica, asidua del convento, se asomaba para extasiarse con las vistas del gran y profundo cañón que el río Duratón había horadado en la caliza roca, cuando aún no existía el embalse.

Luis nos relató leyendas referentes al convento, como la que cuenta que a la reina le gustaba un monje, tanto como las vistas que contemplaba desde sus aposentos, o la referente a la aparición de la Virgen a un pastor. Mientras, Dani se bañaba en el río a placer.

Sugestionados con estas historias y sorprendidos por el hermoso espectáculo de los nenúfares que se amontonaban en los recodos del río, se nos pasó el tiempo sin apenas darnos cuenta, hasta que Luis dio la orden de regresar, río abajo, para acercarnos a contemplar, en lo alto de un entrante a modo de inmenso espigón, las ruinas del priorato de San Frutos.

En el placentero trayecto hasta el mismo, atracamos en una especie de playa, que el río formaba en su orilla derecha, donde nos bajamos para zambullirnos todos en al agua durante un buen rato, nadando de orilla a orilla, los más atrevidos, hasta agotar las fuerzas.


De nuevo en las piraguas, reanudamos el viaje hacia la ermita, sin acercarnos mucho a ella, para preservar de ruidos y molestias a los buitres, que en esta época están en periodo de cría. Desde abajo, contemplábamos los casi 100 metros de las verticales paredes de los acantilados, sobrevoladas constantemente por las bellas espirales ascendentes de buitres, alimoches y algún que otro águila, en la que es considerada la mayor colonia de buitres leonados de Europa.


Detenidos en la orilla izquierda, escuchamos atentos tres de los numerosos milagros que rodean al priorato de San Frutos: el de la cuchillada que dio San Frutos para librarse de un ataque de los árabes, el de la piedra santa que cura, y el de la despeñada que fue salvada por el santo.


Con la premura que da el saber que en Sepúlveda nos esperaba un tierno cordero asado en horno de leña, y el hambre acumulada de tanto remar durante 8 largos kilómetros más el largo baño, llegamos de nuevo al Portillo, la zona donde está el embarcadero.

Acometimos, acto seguido, la penosa subida, de poco más de 300 metros, hasta donde estaban los coches, caminando por la empinada cuesta arenosa con un sol de justicia, que hizo que las cervezas y refrescos con los que nos esperaba Luis en el aparcamiento nos supiesen a gloria.


A gloria nos supo también el cordero del Figón de Ismael en Sepúlveda, donde celebramos el haber participado en esta náutica excursión, con buen tiempo, piraguas, leyendas, baño, buitres e increíbles vistas de los acantilados de las Hoces del Duratón.


Por todo ello, la agencia Madi, como no podía ser de otra forma, ha otorgado 5 sicarias, su máxima nota, a esta excursión tan especial.

Paco Nieto


FOTOS

sábado, 12 de julio de 2014

Excursión 197: Nocturna a Peñalara con luna llena

FICHA TÉCNICA
Inicio: Puerto de Cotos
Final: Puerto de Cotos
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  11,5 Km
Desnivel [+]: 812 m
Desnivel [--]: 812 m
Tipo: Circular
Dificultad: Alta
Pozas/Agua: No/No
Ciclable: No
Tipo: Circular
Valoración: 4,5
Participantes: 60

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta











TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
RESUMEN
Masiva respuesta a la generosa oferta de Paco Nieto. de subir a Peñalara para contemplar la puesta de sol y la salida de la luna llena, en un día ideal para ello.

Amigos, familiares, colegas, vecinos… Todos se apuntaron, de forma tal que los senderomagos de los miércoles éramos apenas reconocibles por unas pocas estrellas dispersas entre la multitud.

Iniciamos la marcha a media tarde por la senda que sube a Peña Citores para hacer más liviano el ascenso.

Era un gusto conversar con gente de todas las edades, algunos ya habituados a este tipo de marchas y otros sorprendidos por el panorama que se iba mostrando según subíamos, y todos ilusionados por vivir esta experiencia, incluso aquellos que, como Hortensia, tenían que parar a tomar resuello a intervalos. 
También era un placer provocar de cuando en cuando alguna sonrisa e incluso arrancar alguna risotada, como las que le surgían a Aitana con espontaneidad.

Una brisa fresca comenzaba a soplar, así que, antes de continuar, hicimos un descanso para merendar a la solana en una depresión de la ladera donde crecían unas plantas misteriosas para la mayoría, a punto de florecer, y que fueron identificadas como peonías por Patri y Tere. Desde allí se contemplaba toda la sierra iluminada por el sol e incluso, tras el puerto de Navacerrada, en la lejanía, el monte Abantos con El Escorial a sus pies y Las Machotas tras el pueblo.

Llegamos al collado para desde allí doblar a la derecha y así acometer la subida directa a Peñalara, suave hasta llegar a Dos Hermanas y ya algo más pendiente en su último tramo.
La senda estaba concurrida por más excursionistas que habían tenido la misma idea que Paco, pero la hilera de nuestro grupo era inconfundible.

Sería porque el frío ya se dejaba notar, pero el grupo se movía con avidez por llegar a la cumbre; unos pocos, que nos apartamos unos metros para ver desde lo alto La Laguna Grande, tuvimos que andar listos para no rezagarnos.

Era la primera vez en que muchos de nosotros alcanzábamos la cima de Peñalara y algunos, que le teníamos muchas ganas, lo disfrutamos alborozados. 

Las vistas eran espectaculares, con toda La Cuerda Larga bañada por el sol tibio del atardecer y una sucesión inacabable de cumbres hacia el oeste hasta divisar la sierra de Gredos recortada sobre el fulgor uniforme del cielo. Sobre la meseta, el sol deslumbraba y se iba acercando a su ocaso.

Nos fuimos refugiando en la ladera sur, más abrigada, y allí desplegamos las viandas de la cena. 


Mientras comíamos el bocadillo, unos cuantos nos dedicamos a explorar los contornos y así, por ejemplo, pudimos contemplar desde lo alto  todas las lagunas que se hallan en el camino hacia la de Los Pájaros, incluida la de Los Claveles. Otros compartían el vino y los postres en animados círculos, destacando por sus chascarrillos y su elevada presencia femenina aquel en que se encontraba nuestro nunca suficientemente ponderado Fernando S. Hubo quienes hasta degustaron una tarta de aniversario.


Casi sin darnos cuenta la luna llena estaba emergiendo; al rato Paco voceó “Se está poniendo el sol” y muchos nos asomamos presurosos a la ladera norte para quedarnos pasmados ante el círculo solar anaranjado en un horizonte sangriento como si la llanura castellana fuera un mar inmenso.

Se fue haciendo de noche y la luna fue mudando su color según se elevaba; recuerdo que, en su transición hacia el blanco, presentó durante un rato un tono verde pastel especialmente llamativo. 

Paulatinamente se fueron iluminando las poblaciones, distinguiéndose incluso el área de Madrid por encima  de La Cuerda Larga; los pueblos del valle del Lozoya parecían de Nacimiento y entre las poblaciones de la meseta destacaba Segovia con su catedral despuntando como una escultura de luz.

A todo esto, el frío ya era intenso y se ve que aquellos que iban menos preparados para esta eventualidad tenían ya ganas de volver, así que, en un descuido de Paco, que hasta entonces había controlado al minuto toda la marcha, unos cuantos desertores iniciaron la vuelta. Con Paco en la inopia, a punto estuvimos de perdernos todos menos uno.

Hubo que correr la voz hasta la cabeza de la fila para que el grupo parara y Paco tomara la delantera, guiándonos esta vez por la senda que baja desde Dos Hermanas hacia las antiguas pistas de esquí.

El descenso fue más pausado de lo previsto, pues había quien bajaba con dificultad, en particular un par de lesionados que tuvieron que ser diagnosticados por nuestro médico-saxofonista habitual. ¡Desde aquí os deseamos una pronta recuperación!

Durante la bajada hubo otra vez ocasión de asomarse para contemplar de nuevo La Laguna Grande, cosa que sólo hicimos unos pocos; observada frente a la luna desde lo alto, brillaba como el cobre.

Daba gusto también caminar a la luz de la luna con las linternas apagadas.

Antes de finalizar, paramos en el mirador de La Gitana, donde aprovechamos el reloj de sol para utilizarlo como reloj de luna.

En el último tramo descubrí que para Vicente F. esta había sido la primera excursión a la montaña de su vida, habiendo acabado muy satisfecho con ella, así que quiero felicitarle especialmente.

Algo cansados, pero también reconfortados, llegamos por fin al puerto de Cotos. Y desde allí, cada mochuelo a su olivo. Como curiosidad, diré que Rosa y yo vimos merodeando por el aparcamiento a un zorro descarado que no se inmutaba con nada; debe ser el mismo que en otras ocasiones fotografiaron en Venta Marcelino otros senderomagos.

Preciosa excursión, pero a la que Madi no puede otorgar la nota máxima por las lesiones acontecidas, así que la calificación final es de 4’5 sicarias de las 5 posibles.
Melchor.