miércoles, 25 de noviembre de 2015

Excursión 267: Ruta del Boquerón

FICHA TÉCNICA
Inicio: Pelayos de la Presa
Final: Pelayos de la Presa
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia:  21,5 Km
Desnivel [+]: 598 m
Desnivel [--]: 599 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: No

Ciclable: En parte
Valoración: 4,5
Participantes: 38

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta






















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RESUMEN

Treinta y ocho senderomagos, esta vez sin representación perruna, nos dimos cita en Pelayos de la Presa. Puntuales como un reloj, iniciamos la marcha hacia las afueras del pueblo en busca de un tramo del sendero GR-10 (por cierto, este “Gran Recorrido 10” tiene 1.600 km de longitud, y conecta la localidad valenciana de Puzol con Lisboa, comunicando así el mar Mediterráneo con el océano Atlántico). En nuestro caso nos condujo hasta San Martín de Valdeiglesias y, según parece, este trecho se construyó como soporte al tramo de ferrocarril nunca inaugurado que iba desde Villamanta a Rozas de Puerto Real.

El día se presentó soleado y sin viento desde el primer momento, por lo que enseguida se hicieron innecesarias las prendas “por-si-acaso” que algunos no podemos evitar llevar.

Nada más atravesar el pueblo de San Martín de Valdeiglesias, pasamos junto a la ermita del Cristo de la Sangre y, tras cruzar la carretera N501, comprobamos que se había terminado lo bueno y empezaba la subida hacia el cerro Altolamira.

Llevábamos nueve kilómetros recorridos cuando hicimos el primer alto para el tentempié de media mañana. Conforme ascendíamos por el camino de Fuenfría, el encinar, predominante hasta ahora, daba paso a un majestuoso bosque de pino piñonero.

Caminábamos por el cordal del Boquerón cuando llegamos a la subestación eléctrica situada junto a la carretera M-541, donde aprovechamos para hacer la foto de grupo y despedir a los “estrellas fugaces”.

Continuamos por La Bizca, una senda pedregosa que nos condujo por fin al cerro Altolamira, de 1.038 metros de altitud donde, además del clásico vértice geodésico, hay instalada una torre con sus antenas de comunicación, muchas de ellas en desuso. Allí mismo dimos cuenta del bocadillo montañero al tiempo que disfrutábamos de las impresionantes vistas de los pueblos de los alrededores y el río Alberche entrando en el pantano de San Juan.

Sin perder un minuto, emprendimos el descenso por una senda bastante pronunciada hasta llegar, tras una pequeña subida, al cerro de Valdenoches, también con su antena de comunicaciones.

Nueva bajada y nueva subida por un ancho cortafuegos hasta el llamado cerro de las Mucas. Allí, con 18 km ya a las espaldas, nuestro guía sopesaba la conveniencia de seguir la ruta “oficial” que nos llevaría al pantano de Picadas y el de San Juan, o acortar por la senda de las Zetas hasta Pelayos. Quizás por lo avanzado del día, al final se decidió bajar por esta última, la cual hacía honor a su nombre, ya que la fuerte pendiente hacía inviable un trayecto menos ondulante.

Finalizado el descenso, recorrer el kilómetro y medio hasta llegar a nuestra habitual cita con las cervezas fue coser y cantar. Consumiciones que fueron sufragadas por distintas personas y motivos: Nico, boda de su hija; Mª Ángeles, su merecida estrella verde; Paco D., su cumpleaños feliz, y Antonio V., aunque no parecía tener una causa justificada, pidió sumarse al grupo de los paganinis, deseo que le fue concedido porque sabe cosas de El Greco y es buen chaval.

Aunque no vimos boquerón ni pescado alguno, Madi otorga a esta ruta 4,5 sicarias.
Fernando DíazH


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