miércoles, 26 de octubre de 2016

Excursión 320: Río Henares y barrancos de Alcalá

FICHA TÉCNICA
Inicio: Parque de los Cerros
Final: 
Parque de los Cerros
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 14,1 Km 

Desnivel [+]: 283 m 
Desnivel [--]: 283 m 
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: No

Ciclable: En parte
Valoración: 3,5
Participantes: 30

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta





















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
















TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN

De cuando en cuando, nuestros alcalaínos se ofrecen para guiar alguna excursión por los alrededores de su pueblo, y eso aunque no se pueda visitar la fábrica de Mahou. Ya que se esfuerzan tanto en llegar puntuales a las que habitualmente se desarrollan en la sierra, no podemos por menos que dejarles disfrutar un poco más entre las sábanas en estas ocasiones.

Ya habíamos estado anteriormente en los cerros de Alcalá, justo al otro lado del río de donde se encuentra la ciudad, pero esta vez teníamos el aliciente de incluir en el recorrido un tramo por la orilla del Henares. Así pues, desde el aparcamiento frente a la “Gran Pulpería de Alcalá”, donde luego comeríamos, partimos por el Parque de los Cerros en dirección al río. Antes, Paco D. nos había trasmitido el saludo de Leonor, con la que se había encontrado. ¡Ánimo, Leonor, queremos verte pronto andando con nosotros!

El camino al poco se hizo senda y empezó a zigzaguear por entre la maleza, adaptándose a las constantes curvas de las laderas. Enseguida nos acercamos a la vegetación de ribera y, entre las copas de los árboles, pudimos ver a intervalos el agua del Henares muy abajo, ya que el río había comido el terreno de tal forma que había dejado una pared vertical por cuya cornisa discurría la senda. Si además tenemos en cuenta que en los últimos días había llovido y el terreno es arcilloso, la experiencia valía como prueba para verificar que ningún senderomago sufre de vértigo.

Continuamos ascendiendo por las laderas, bordeando profundos barrancos como cicatrices abiertas en la montaña. No es de extrañar que al cerro más alto del lugar le llamen Ecce Homo, pues como a un Ecce Homo han dejado las lluvias de los siglos a la masa de rocas arcillosas que componen su estructura. Era curioso observar las caprichosas formas de las cárcavas o como, en ocasiones, algún hoyo en la ladera actúa de sumidero ocasional que asoma decenas de metros más abajo, en las paredes de los barrancos. También se podía observar cómo los vencejos habían colonizado algunas de estas paredes inaccesibles.

Y así, en fila india todo el rato, alcanzamos los restos de una torre que veníamos atisbando desde lejos y que pertenece al castillo de Alcalá. Ahí nos encontramos con los restos de algunas construcciones más, que habían sido excavadas por arqueólogos y estaban valladas. Según nos informaron los anfitriones, se trataba de Alcalá la Vieja, poblamiento de origen musulmán que estuvo habitado hasta el siglo XVI, al que llamaban Qal'at'Abd al-Salam, y que explica el cambió del nombre de la ciudad desde la Complutum romana a la actual Alcalá.

Subiendo un poco más, llegamos a un punto desde donde una empinada senda nos llevaría hasta lo alto del cerro del Ecce Homo. Antes de iniciar el ascenso nos tomamos el tentempié, en parte porque ya era la hora y en parte porque el ascenso se auguraba muy trabajoso, pues se había anunciado que íbamos a ponernos de barro hasta la coronilla.

Es verdad que la senda tenía pendiente, pero las suelas de las botas se agarraban bien y de barro, nada de nada. Total, que enseguida coronamos el cerro. Las vistas se habían ido ampliando según subíamos y, ya en la cumbre, eran magníficas. Ahí me enteré yo de que una hermosa iglesia en la margen derecha del Henares era la ermita de Santa María del Val y de que por eso abundan las Marival en Alcalá.

El plan inicial era bajar del cerro por otro sendero hacia el oeste pero se ve que los guías se habían quedado con ganas de hacernos andar un poco más, digo yo que por ver si al fin nos embadurnábamos bien (ellos pusieron la disculpa de que bajar por el sendero era jugarse el tipo). En resumidas cuentas, que nos llevaron por el camino ya recorrido en otras ocasiones, el Barranco de la Zarza y el Barranco Salobre. Incluso nos hicieron andar por lo profundo de las garganta, por donde había discurrido el agua durante varios días. Hasta nos metieron por una tubería…Pero ni por esas, llegamos a la zona de los tarais indemnes de barro, aunque con un calor casi de verano. Y ya de ahí, a la pulpería…Ya se nos iba haciendo la boca agua.

No me enteré muy bien de si en “La Gran Pulpería” sirven pulpo. Sólo sé que, tras casi una hora de espera, abrimos boca con unos mejillones al natural que estaban estupendos. Luego ya venía el menú del día, cuyo plato estrella de primero era la fabada. Muchos tuvimos suerte de poder probarla; hubo quien se tuvo que conformar con un sucedáneo de caldo gallego. Pero, en fin, como siempre hay buen ambiente y mucho de qué hablar, lo pasamos bien como es habitual. El boss decidió dejar las condecoraciones para otra ocasión.

Madi, siempre atenta a los más mínimos detalles de las marchas, ha decidido que ésta se merece 3’5 sicarias.
Melchor

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