miércoles, 14 de diciembre de 2016

Excursión 327: Embalses de Navacerrada

FICHA TÉCNICA
Inicio: Navacerrada
Final: 
Navacerrada
Tiempo: 3 a 4 horas
Distancia:  11,9 Km
Desnivel [+]: 460 m
Desnivel [--]: 459 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable:
Valoración: 4,5
Participantes: 42

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RESUMEN
El fin de año se acerca y hay que celebrar que, un año más, seguimos caminando con las mismas ganas de siempre y cada vez más ilusión por reencontrarnos cada semana. Y el lugar para hacerlo lo tiene ganado el restaurante Las Postas, en Navacerrada, por méritos propios y de su cocido. Parece mentira que Antonio encuentre todavía rutas desconocidas para muchos de nosotros por sus alrededores. La de este miércoles se titulaba “Embalses de Navacerrada”, con principio y fin en el propio restaurante.

Comenzó la excursión por la margen de la carretera para, ya en la rotonda, tomar un precioso sendero rotulado como “Dehesa de la Golondrina”. Unos efectivos de la Guardia Civil nos contemplaban, no sé si sorprendidos -¡42 en fila!- o atentos a que no nos desmandáramos (puede ser que cierta fama nos preceda y ya nos preparen dispositivos de control…para nuestra seguridad, por supuesto).

Entre frescos prados y con el follaje de los robles ya resentido del otoño, íbamos subiendo una cuesta que, aunque exigente para empezar la mañana, se dejaba querer; la temperatura, fresquita; las vistas, con una pátina misteriosa por la neblina; las viejas fuentes con pilones, muy bien cuidadas y de evocadores nombres: de los Cabreros, del Raso…Todo invitaba a seguir el ritmo con alegría; se ve que las endorfinas ya empezaban a hacer efecto. Venía con nosotros por primera vez Julia S., que parecía encantada.

Tomamos luego una pista y llegamos a lo alto del cerro de la Golondrina, desde donde se podía contemplar al noroeste Cercedilla y un poco más a la derecha el embalse de Navalmedio. ¿Sería éste uno de los que íbamos a visitar? Pues no, porque al descender hacia la carretera de Cercedilla, al poco de cruzarla nos fuimos a la derecha y también cruzamos la que sube al puerto. Pero, digo yo que, como lo vimos a lo lejos, podemos empezar con él la colección de hoy.

Continuamos el camino por la loma del Chiquillo, al encuentro del arroyo, para lo cual hubo que traspasar una puerta al estilo de los pocos años que tenemos. Y, hete aquí que, al llegar al arroyo, un poco más arriba, había un pequeño embalse, muy recoleto y acogedor, donde Antonio tuvo la buena idea de que reposáramos para tomar un tentempié. Conocedor, como es, de estos recovecos, contó que, en tiempos, este embalse, llamado, con pura lógica, del Chiquillo, abastecía de agua a Navacerrada.

Con las pilas recargadas y con la sensación de frío algo más acusada por la parada, seguimos a buen paso para confluir en la carretera que sube a La Barranca, coincidente con el PR-17. Entre charlas y chascarrillos, sin darnos cuenta ya estábamos a la altura del embalse del Ejército del Aire, que recorrimos por la presa, quedando, como casi siempre, admirados por la sensación de calma y belleza que se percibe en sus aguas reposadas como un espejo. Poco costaba continuar por su hermano gemelo, el embalse del Pueblo de Navacerrada, pegadito a él y que nos permitió volver a la margen derecha del arroyo de La Barranca para ir descendiendo poquito a poco por la pista que lo sigue.

Parecía que íbamos a continuar por el camino bastante trecho, cuando Antonio dio un giro para bajar bruscamente al arroyo. ¡Y ahí estaba! Había una preciosa represa bordeada por moles de granito en la orilla opuesta y con una playita en la orilla más próxima, que casi daban ganas de darse un baño.
- ¿Cómo se llama? – le pregunté a Antonio.
- La Presa, le decíamos, cuando veníamos de niños a bañarnos aquí – me contestó.
Este era el embalse más pequeñito, pero se llevaba la palma por su ubicación en los Almorchones. En la ribera hicimos la foto de grupo.

Bajando, bajando, llegamos a las inmediaciones del pueblo (otro día que tengamos más tiempo incluiremos en el recorrido el embalse de La Maliciosa) y, discurriendo por el romántico Paseo de la Longuera, con su colección botánica en estado de latencia, llegamos a la orilla del embalse de Navacerrada, el mayor y más conocido de todos los visitados hoy. También iba a ser el último, pues ya sólo teníamos que rodearlo hasta dar con la puerta de pescadores con salida a La Mata del Rosal. ¡Y a Las Postas! A por el cocidito y a abrazar a los muchos amigos que allí nos esperaban.

La comida, el servicio y los comensales cumplimos de sobra las expectativas que teníamos. No falto -¡Ay, qué emoción!- el Niño de las Monjas. Se superó, una vez más, nuestro recitador José María, que hizo que a muchos se nos humedecieran los ojos. Paco N. recibió, por su gran dedicación, un detalle de la muchachada, y Antonio una equipación completa de moderno senderista, para que su labor incansable siga perdurando. Tras ello, nuestra rondalla hizo un muy meritorio esfuerzo para deleitarnos e incluso para darnos a todos cabida en las canciones, pero se ve que mucha gente estaba enfrascada en animadas conversaciones y sólo los más próximos lo disfrutaron.

Finalmente, quiero agradecer desde aquí a Antonio su anuncio de que, a partir de ya, el cronista de cada marcha vendrá determinado según el orden de lista que dará a conocer al mandar la convocatoria, con opción a declinar la invitación y dejar paso al siguiente a cambio de unas cañitas para la concurrencia. Con esto, cada cual ya sabrá lo que tiene que hacer. Y para celebrarlo, me despido con esta crónica hasta dentro de mucho….mucho tiempo. Aviso: Ya os podéis acercar a mí sin miedo.

Madi indica que 4’5 sicarias es una correcta calificación para la marcha y el evento.
Melchor

FOTO REPORTAJES

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