miércoles, 14 de abril de 2021

Excursión 556: Atalaya de Arrebatacapas desde Redueña

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: Redueña
Final: Redueña
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 16,8 Km 
Desnivel [+]: 560 m 
Desnivel [--]: 560 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 30

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta




















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















TRACK
Track de la ruta (archivo gpx) 

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH 
* Mapa 3D (archivo kmz)

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RESUMEN
En esta ocasión habíamos quedado en Redueña. No conocía la localidad y no sé por qué, me la imaginaba ubicada más al norte de la Comunidad de Madrid. Bien sea por tener esta misma percepción el resto de senderomagos o por querer ser previsores y anticiparse a cualquier imprevisto, el caso es que, a pesar de estar convocados a las 10:30 horas, ya estábamos casi todos a las 10 horas.

Una vez aparcados los coches en una calle de la parte más alta de la localidad, empezamos andando como suele ser habitual, cuesta arriba, por el camino Chaparras, cruzamos el camino del Canal, para coronar en una corta y empinada rampa el cerro más cercano a la localidad.

En esta cima, además de tener una perspectiva luminosa de Redueña y todos sus alrededores, alcanzamos el punto de mayor cota de la ruta. En ella estaban construyendo un depósito de agua para el pueblo, siendo ésta la primera construcción o instalación de suministro de agua de las varias que nos fuimos encontrando en nuestro trayecto.

Dejamos a mano izquierda el referido depósito y enfilamos una pista que transcurre por la cuerda de los cerros que resguardan Redueña. En este momento, ya somos conscientes del espectacular día de primavera que vamos a poder disfrutar. Temperatura perfecta para andar, sin viento, con bonitos paisajes y con la naturaleza despertando radiante con toda su gama de colores en este inicio de primavera.

Al poco, alcanzamos el vértice geodésico del Chifladero y enseguida empezaron a echar humo los objetivos de las cámaras de fotos y de los móviles, dejando constancia fotográfica tanto de plantas, flores, paisaje y horizontes. Desde aquí empezamos a vislumbrar buena parte del territorio por el que íbamos a pasar.

Durante gran parte de la excursión íbamos a tener como referencia las construcciones correspondientes al sifón de San Vicente y las gigantescas tuberías correspondientes al Canal Alto que forma parte de la infraestructura hidráulica del Canal de Isabel II para abastecer Madrid desde el embalse de El Atazar. 

Esta conducción enlaza con el depósito de Plaza de Castilla, tiene 56 kilómetros y una capacidad de conducción de 6 m3/s.

La ruta iba a ser un continuo sube y baja. En esta primera bajada, nos llamó la atención una casa rural muy bucólica con una piscina antigua y tristemente abandonada, perteneciente al Canal de Isabel II, que tuvo seguramente que tener y dar alguna utilidad o servicio de mantenimiento a los constructores de la canalización.

Alcanzamos la carretera M-124, la atravesamos y al poco tiempo, después de cruzar el arroyo Alfrecho por un improvisado puente de ramas de árboles superpuestas, nos sorprende descubrir la acogedora área recreativa de Valgallego.

Muy cuidada, con mesas de madera y de piedra, bancos, árboles y un aspecto irresistible a la parada del Ángelus, el cual ejecutamos en tan inmejorable lugar.

Desde aquí, muy cerquita y como dice la canción "por el camino verde que va a la ermita", en este caso a la de San Vicente, nos acercamos a visitarla de uno en uno, por la situación sanitaria actual y debido a que la capacidad de la misma no daba para mucho más.

A continuación, retrocedimos sobre nuestros pasos, volvemos a cruzar el arroyo Alfrecho para a continuación, un poquito más adelante, vadear el arroyo de San Vicente y encarar el segundo y mayor repecho de la jornada por una senda que como un surco horadado por el agua y el tránsito de motos de motocrós, nos llevaría directamente a la base de la atalaya de Arrebatacapas, que con sus doce metros de altura, era objetivo principal de esta ruta.

Aquí dos osados senderomagos se subieron a la puerta de entrada situada a más de dos metros de altura. Posteriormente, nos hicimos las pertinentes fotos de grupo mientras observábamos todas las vistas que proporciona el lugar. Destacando la sierra de la Cabrera que, aunque fue muy visible toda la jornada, desde aquí se veía más imponente.

Tras el pequeño descanso, seguimos la ruta prevista, atravesando la carretera M-131 y cogiendo el camino antiguo de Torrelaguna a el Berrueco.

Después de visitar una pequeña cueva existente en la mano derecha del camino, seguimos hasta desviarnos, también a mano derecha, un nuevo sendero que supuso la tercera y última subida de la jornada y que de forma abrupta nos ascendió hasta un mirador.

Allí, tomamos el bocata con unas vistas fantásticas de Torrelaguna fundamentalmente, pero también de otras atalayas hermanas de la protagonista de la jornada como son la de El Berrueco, Venturada y la del Vellón. Fuera de nuestro alcance se encuentran las de El Molar, la casi desaparecida del Collado de la Torrecilla en Hoyo de Manzanares y, por último, la atalaya de Torrelodones.

Estas atalayas, construidas hacia el año 1000,​ constituyeron la red de comunicaciones y defensa musulmana de la Marca Media de Al-Andalus, y que durante el emirato y califato omeya se convirtió en la frontera entre árabes y cristianos.

Estábamos en el punto más alejado del inicio de la ruta. Tocaba volver por una senda que, por la loma de Arrebatacapas, transcurre paralela a la de ida, aunque a menor altura.

Capítulo aparte merece la clase de botánica que nos dio Cesar (gamón blanco, jara blanca, jara pringosa, aliaga, hinojo, tomillo, romero quejigo, cardo mariano, cicuta, globularia, cañaheja, tártago, etc), uniéndose a la nómina del grupo de expertos ojeadores y recolectores de plantas muchas de ellas comestibles como los espárragos trigueros que Marcos Cid, con sus ojos adiestrados, recolectó y distribuyó.

El sendero pasaba cerca de una colmena y a pesar de que Antonio intento rodearlo, poniendo una buena distancia, no sirvió de nada. No pudo impedir que varios senderomagos fueran "banderilleados" por una nube de abejas pequeñas, casi invisibles, aunque audibles.

Tras el susto, atravesamos en sentido contrario la carretera M-131 y al poco tiempo ya estábamos pasando junto a la estación de tratamiento de agua potable de Torrelaguna que antes ya habíamos visto desde la atalaya.

Seguimos bajando, atrochando, pocas veces por pista y las más campo a través, al estilo gmsma, hasta llegar nuevamente a los tubos del Canal Alto que dejamos a nuestra derecha, descendiendo por una vertiginosa senda.

Casi sin darnos cuenta, nos encontramos cruzando la carretera M-124 por el mismo punto que pasamos anteriormente. Desde aquí, según un cartel informativo, quedaban hasta Redueña, unos dos kilómetros y medio por una pista, coincidente con el Camino de Santiago, que cruzaba campos sembrados. ¿Sembrados de trigo o cebada? parece que, por lo menos inicialmente, había consenso en ser cebada.

Antonio, nos señaló desde la parte izquierda de la pista una zona de un cerro no muy lejano, como la cantera donde se sacó la piedra para hacer el Congreso de los Diputados o la Cibeles entre otros monumentos insignes.

Antes de entrar en Redueña, donde esperaban las consabidas cervezas, pudimos ver cervatillos en los sembrados, caballos pastando, un pilón, gallinas en su gallinero, la Cruz Gótica, situada en el antiguo cementerio, sobre una columna decorada y que data del siglo XV y, por último, la Iglesia de San Pedro Advíncula.

Por lo agradable de la ruta, del clima, del paisaje y todo lo que aprendimos de historia y de botánica, la califico con 4,5 sicarias.
Javier Miguel

Al pueblo de Redueña
fuimos a caminar, toda la peña,
con mucha discreción
para no llamar mucho la atención
ni molestar el sueño
de este pequeño pueblo madrileño.

Para precalentarnos
y que no pudiéramos enfriarnos,
comenzó la excursión
con subida de gran inclinación,
siguiendo por el cerro,
todos los caminantes más el perro,
cuyo punto cimero
lo marcó el vértice del Chifladero.

Seguimos todo llano
caminando por aquel altozano
hasta que la almenara
del Canal Alto nos interceptara,
lo cual obligaría
a descender por una tubería.
Mas, hubo una sorpresa:
tomar el tentempié sentado en mesa
del área recreativa
—y la sorpresa fue superlativa—,
para seguidamente
visitar la ermita de San Vicente.

Desde Valgallegos,
continuamos todos andariegos,
todos excepto uno,
que tuvo que irse tras el desayuno;
y otra vez a subir
—hay que ver cuánto nos gusta sufrir—,
por la cuesta canalla
que nos llevó, ¡por fin!, a la atalaya,
la torre centenaria,
elevada, graciosa y solitaria
donde fueron tomadas,
para ser por todos bien recordadas,
las fotos oficiales,
ya sea en grupo, ya sea individuales.

Seguimos hacia el este
procurando la zona más agreste,
cruzamos carretera
siguiendo por una senda ligera
hasta que remontamos
o más bien, yo diría que escalamos,
a lo alto del cerro
de Arrebatacapas, que si no yerro,
da nombre a la atalaya
haciéndola, por tanto, su tocaya.

Con jaras y tomillos,
nos comimos allí los bocadillos;
cambiando de sentido,
y hacia el oeste el paso decidido,
por senda paralela
volvimos persiguiendo nuestra estela,
mas, ¿qué nos esperaba?,
una colmena cerca se encontraba
y a toda la compaña
las abejas atacaron con saña
causando sus estragos
entre algunos de los senderomagos.

Bajamos un ramal
junto a la depuradora del Canal,
bajamos nuevamente
por un tubo de sifón descendente,
y ya se distinguía
nuestro destino, allí en la lejanía;
quedaba finalmente
un camino bien recto y ascendente
de apenas media legua
que nos hicimos de golpe y sin tregua.

Y os dejo un ejercicio,
adivinar cuál es el gentilicio
del pueblo de Redueña.
La solución es: cigüeño y cigüeña.
Paco Cantos

FOTO REPORTAJES
* Foto reportaje de José María Pérez

VÍDEOS
* Vídeo de José María Mascaraque

FOTOS
* Fotos de César Rodríguez
* Fotos de Enrique Cid
* Fotos de Jorge Montero
* Fotos de Paco Nieto

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