miércoles, 18 de agosto de 2021

Excursión 575: Piscinas naturales y el Chorro de Navafría

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: Navafría
Final: Navafría
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 15,7 Km 
Desnivel [+]: 591 m 
Desnivel [--]: 591 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 17

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta



















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















TRACK
Track de la ruta (archivo gpx) 

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH 
* Mapa 3D (archivo kmz)

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RESUMEN
En las excursiones de verano no puede faltar una visita al Chorro de Navafría, para disfrutar de sus dos piscinas naturales y su famosa cascada y para hacerlo realidad, quedamos en la plaza del ayuntamiento de Navafría.

Nos pusimos en marcha buscando hacia el sur la calle Arroyo La Mata, que entre chalets de bella estampa nos acercó a las inmediaciones del Museo Etnológico El Martinete, que solo abre tres veces al día, de miércoles a domingo. Continuamos por la cómoda pista hasta cruzar por un puente el río Cega.

Nada más pasar el puente, continuamos por la senda que con mucha vegetación remonta el río por su margen izquierdo, hasta que llegando a las proximidades de las ruinas de un antiguo molino, la maleza nos obliga cruzar el río, enlazando enseguida con la carretera del Chorro, por la que seguimos hasta alcanzar el área recreativa donde acaba la carretera.

Como la mañana se había levantado fresca, no apetecía aún darnos el primer baño de la ruta en las piscinas naturales que hay en el complejo, por lo que pospusimos para la vuelta.

Continuamos la ruta entre mesas de madera y barbacoas humeantes, que prometían copiosas comidas a los que habían madrugado para coger los mejores sitios.

Rebasada la zona de bullicio, nos dirigimos, en dirección oeste, para seguir el cauce del río Cega, previo paso por un pequeño puente, que marca el final del arroyo del Chorro, que en este punto le entrega sus aguas.

El río Cega nace en el manantial conocido como fuente del Mojón, próximo a Hoyo Cerrado, en los Montes Carpetanos, y desemboca en la margen izquierda del Duero, un kilómetro aguas arriba de Puente Duero, en la provincia de Valladolid.

Lo remontamos por su margen derecha hasta alcanzar la charca conocida como El Pozo Verde, lugar de leyenda, donde según cuentan, sellaron su amor eterno Rosa y Leonardo, dos jóvenes del pueblo cuyas familias, una pobre y otra rica, no veían con buenos ojos su relación y "hartos de ese amor prohibido, que sentían como víctimas, para amarse eternamente, acabaron con su vida, ahogándose en aquel pozo donde antes se veían".

Con la incertidumbre de saber cuánto de verdad encierra esta leyenda, contemplamos sus profundas aguas. Junto a ella, unas mesas de madera invitan a permanecer en este singular lugar, pero debemos continuar. Nos separamos del río, ascendiendo por una senda a retomar la ancha pista con restos de asfalto del inicio, que nada más dar una curva nos muestra a la izquierda el refugio del Peñón, construido en piedra, con techo de teja reforzado con cemento, al igual que las paredes del interior, decoradas con graciosos dibujos de Epi y Blas.

Continuamos, en dirección sureste, el suave ascenso por la pista, paralela a gran altura al río, contemplando en el camino, esbeltos pinos albares, un tejo y otros árboles de ribera. Al poco, alcanzamos, a nuestra derecha, el refugio de la Fragua, construido con rocas unidas con cemento, tiene un techo algo más rústico, en semicírculo recordando a los búnker de la guerra civil, su interior es mucho más sobrio que el anterior, aunque al igual que éste, posee una chimenea y bancos de piedra para hacerlo más confortable. Se notaba que había sido pintado y adecentado recientemente.

A pocos metros surge una bifurcación, continuamos por la pista de la derecha, que enseguida nos deja en el llamado puente de Hierro, aunque en realidad es de piedra, que cruza el río Cega, donde nos hicimos la fotos de grupo, no sin cierto suspense, y tomamos el tentempié de media mañana, antes de regresar de nuevo para continuar el ascenso por la otra pista que antes habíamos desestimado, la de la izquierda.

Con moderada pendiente, ascendimos por la pista, que tras una cerrada curva, gira hacia el noreste, cruza el arroyo de las Vueltas, precedido de de un pequeño embalse a modo de balsa donde nuestra mascota Kiro se dio un buen baño. Tras otra amplia curva, abandonamos la cómoda pista en la zona conocida como Piemediano, continuando por una pista de leñadores que, en dirección este en busca del arroyo del Chorro.

La senda, que más parecía un arrastradero de trancos, nos condujo a las inmediaciones de un roquedal con buenas vistas, el mirador de Castrillejos, donde han instalado un banco de madera para contemplar sin prisas toda la belleza de este lugar.

Tras las fotos de rigor, continuamos hacia la derecha, por un camino que nunca habíamos recorrido y que conduce a un bonito puente de madera que cruza el arroyo del Chorro.

El camino acaba en un roquedal, situado bajo el mirador de las Cebadillas, también con excelentes panorámicas del Chorro y todo el valle. Desde allí, descendimos, sin senda alguna, al encuentro con el arroyo del Chorro, que en este punto forma tres cascadas seguidas con estruendosos encanto salvaje que invitaba a disfrutarlo refrescándonos en sus pozas.

Continuamos el descenso hasta cruzar el arroyo con la ayuda de unas piedras, alcanzando así la parte alta del Chorro, desde donde comienza a precipitarse el agua desde más de 60 metros.

Con mucha precaución iniciamos el vertiginoso y empinado descenso, dejando el arroyo a nuestra derecha hasta alcanzar un mirador, protegido con vallas de madera, desde donde se tienen unas inmejorables vistas del valle y los diferentes tramos de la cascada.

Ni que decir tiene, que este tramo es altamente peligroso con calzado inadecuado o con la roca mojada por el abrupto paredón. Tramo no apto para todos los públicos.

Superado lo más difícil, solo nos quedaba bajar por unas escaleras de piedra, en las que unas cuerdas ayudan a descender hasta alcanzar la base de la cascada.

Al llegar, nos dimos cuenta que han cerrado con maderos el acceso al tramo por el que estábamos bajando. Supongo que han tenido que adoptar esta drástica medida debido a los numerosos accidentes producidos en este lugar, el último el año pasado, como se detalla en esta noticia.

Superada la valla, teníamos ante nuestros ojos la bella parte final del Chorro, en la que el agua del arroyo se precipita con gran verticalidad desde unos 20 metros como si se tratase de un divertido tobogán. Bajo ella hay una bella poza, poco profunda, donde las aguas descansan para después seguir descendiendo hasta llegar al río Cega. Es un amplio remanso de paz, con un bonito puente de madera que le da un toque romántico a este pequeño paraíso.

Tuvimos que contener las ganas de refrescarnos, por estar prohibido el baño, en las que puedo asegurar son las aguas más gélidas de la sierra. Desde allí, continuamos descendiendo por la senda que baja paralela a la orilla izquierda del arroyo, pasando por la fuente que nos sale a la izquierda, hasta alcanzar de nuevo el puente que lo cruza.

Junto a él se encuentra el refugio del Chorro, el único cerrado de los muchos de la zona, con una fuente a su derecha y un divertido laberinto de palos de madera por el que buscamos la salida antes de llegar de nuevo al área recreativa, en cuyo bar paramos a tomarnos los bocadillos, con cerveza y refrescos, bien fresquitos y cómodamente sentados en las mesas de madera.

Regresamos volviendo a pasar por el área recreativa, pero esta vez sí que nos bañamos a placer en las piscinas naturales, ahora ya más concurridas.

Regresamos deshaciendo el camino seguido por la mañana, mucho más sombreado que el de la carretera, pero ahora por la margen derecha del río Cega todo el tiempo. Pasamos junto a unos corrales donde crían burritos y un poco más adelante, de nuevo por el Martinete, que como faltaba aún media hora para su pase de las 17:00, no pudimos ver.

Al internarnos en el pueblo, nos desviamos a la izquierda para descender por una senda a las mismas puertas de las Charcas, las estupendas piscinas naturales en las que nos dimos el último baño, casi todos, ya que algunos tenían prisa por regresar a Madrid.

Sin muchas ganas de movernos de allí, porque se estaba muy bien, regresamos a la plaza del pueblo donde habíamos dejado los coches, finalizando así esta estupenda excursión, a la que le otorgo un 5 sobre 5.
Paco Nieto

FOTOS

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