* Mapas de localización y 3D de la ruta
PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
TRACK
* Track de la ruta (archivo gpx)
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)
RUTA EN WIKILOC
* Ver esta ruta en Wikiloc
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RESUMEN
Miércoles 1 de septiembre, malas previsiones meteorológicas con amenaza de tormentas y lluvias por la sierra. Aún así, trece irreductibles senderomagos, guiados por Jorge M, nos reunimos en la zona de aparcamiento previo al Ventorrillo para iniciar una ruta que nos proponía ascender al Puerto de Navacerrada por la senda Whistler, que primero sube siguiendo el curso del Arroyo Matasalgado, y del Regajo del Puerto después.
Yo, que no había salido con el GMSMA durante toda la pandemia y que había retomado las rutas en la pasada semana (Excursión 576. La Chorranca y la Silla del Rey), me incorporé a esta ruta, en parte porque conocía de su belleza y, en parte por no volver a perder la costumbre de dedicar los miércoles a las salidas por la montaña. La conocía por haberla hecho con un grupo de amigos, pertenecientes la mayoría al propio GMSMA y por ello conocía lo bonito de su trazado, siempre a la sombra y siempre con el ruido del agua como compañero de viaje.
Para premiar la fe en San Pedro de los irreductibles, el día había amanecido con sol y con pocas nubes que presagiasen la lluvia prevista.
Por lo tanto, el comienzo de la ruta fue de completa felicidad, por el sol y porque el comienzo de la misma era en bajada desde el Ventorrillo al cruce con el Arroyo de Matasalgado.
Para rematar, la senda pasa por el Pino de la Cadena que siempre se presta a múltiples fotos y comentarios sobre su origen.
El pino y la cadena que rodea su base son el monumento del amor de un hijo por su padre en el momento de su muerte. Nicolás María de Urgoiti fue el fundador del diario El Sol en 1917, además de un pionero del Guadarrama, y socio del Club Alpino Español.
Al producirse la muerte de su padre y como homenaje, mandó poner la cadena con la leyenda “A su querida memoria. 1840-1924” y se aseguró de que el pino, casi centenario en aquel momento, no fuese cortado por los leñadores que explotaban la madera de aquellos bosques.
Cuando la senda alcanza el arroyo de Matasalgado, empieza la subida que no cejará hasta alcanzar la estación del ferrocarril que une Cercedilla con el Puerto de los Cotos. La senda Whistler asciende por la margen derecha del citado arroyo, hasta alcanzar el punto en el que recibe las aguas del Regajo del Puerto. Entonces, la senda pasa a seguir la margen derecha de este último arroyo durante una buena parte de la subida, para después alternar ambas márgenes con sus correspondientes vadeos.
Es una pena ver que esta línea de ferrocarril, cerrada durante la pandemia en 2020, sigue sin tener servicio y no parece que vaya a tenerlo hasta el 2022 como mínimo.
Una vez reunidos, comidos y bebidos, reanudamos la marcha avanzando por el andén de la estación para coger al final el Sendero Arias que, pasando sobre la boca del túnel del ferrocarril, nos llevó en fuerte pero corta subida hasta el aparcamiento de la Venta Arias, donde está el monumento al montañero.
Al final de dicho aparcamiento, sale una pista en bajada que en principio sigue el tendido eléctrico y cuyo primer desvío hacia la derecha, nada más empezar, es la senda que sube al Alto del Telégrafo.
La pista discurre por encima de las vías del ferrocarril y nos depositaría en el apeadero de Collado Albo, si ese fuese nuestro destino. Pero nosotros, atentos al track elaborado por Paco Nieto que llevamos, tomamos un desvío hacia la derecha que nos llevó a recorrer las laderas de la Helechosa que bajan de la Pradera de Siete Picos y posteriormente de los Riscos de Cueva Lirón.
La senda que había empezado en franca bajada para alegría de todos, nos regaló varios tramos de subida, que volvieron a formar el grupito de cola de todas las subidas, esta vez con el acompañamiento de Enrique y Marcos Cid y por Carlos que, pudiendo ir con el resto del grupo, decidieron caminar con nosotros.
Finalmente, después de una fuerte bajada para perder lo subido, nos reunimos todos en el Collado Albo, donde tomamos los bocadillos de la comida y donde volvimos a reencontrarnos con el tendido eléctrico que nos había acompañado en los primeros tramos de la bajada.
Se trata de una pequeña mina de unos treinta metros de profundidad, cuyo fondo encontramos lleno de cosas depositadas allí por los visitantes, con un par de cortos ramales y cuyo origen se remonta a mil ochocientos cincuenta y tantos.
Después de la visita, de las fotos y de algún chichón producido por la poca altura del interior de la mina, continuamos la bajada hasta la Pradera de las Cortes, donde tras cruzar el Río Navalmedio por un bonito puente de madera nos reunimos alrededor de la fuente de la Pradera.
La senda discurre a nivel durante un buen tramo por la cota 1.400 aproximadamente, con buenas vistas, cuando los árboles lo permitían, sobre la Pradera de las Cortes abajo y sobre la Ladera de la Mina enfrente, que acabábamos de bajar.
Lo bonito del trazado de la senda se vio empañado por la llegada de la tormenta tan anunciada en las previsiones meteorológicas y que nos obligó a sacar los chubasqueros de las mochilas.
A excepción de la bajada hasta la mina desde el Collado Albo, en la que las zarzas dejaron algún que otro arañazo, las sendas que utilizamos en la ruta fueron de una belleza insuperable y, por lo tanto, merecedoras de 4,5 sicarias en la escala GMSMA de valoraciones.
Emilio Barrio
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