miércoles, 21 de diciembre de 2022

Excursión 673: El cañón de la Risca de Valdeprados

FICHA TÉCNICA
Inicio: Valdeprados 
Final: Valdeprados
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 15,4 Km 
Desnivel [+]: 433 m 
Desnivel [--]: 433 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4,5
Participantes: 34

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta






















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













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RESUMEN
Desde que hice una ruta por la zona con unos amigos, tenía claro que había que preparar una excursión con el GMSMA y enseñarles uno de los parajes más desconocidos de la provincia de Segovia y que esconde un pequeño tesoro como es la Risca de Valdeprados.

Puntuales a la cita acudieron 34 senderomagos y todos coincidieron en la belleza del pueblo. Se trata de un municipio de apenas 64 habitantes, pero que se encuentra muy bien conservado, sus casas aparecen muy arregladas, así como sus calles. Cabe destacar el Torreón de Puñonrostro, que confiere a Valdeprados su característico perfil. Se cree que fue construido en el siglo XV, y que su titularidad correspondía a la familia de Arias Dávila.

En la actualidad pertenece al escultor Luis Sanguino. Nacido en Barcelona, su vida profesional ha transcurrido a caballo entre España, Estados Unidos y México, países en los que además de exponer en numerosas ocasiones, sus esculturas y monumentos ornamentan calles, plazas y parques de sus principales ciudades. En este enlace se puede acceder a una entrevista que le hicieron en 2017, para que veáis la dimensión internacional del artista.

Salimos del pueblo por el camino de las Minas, en busca del río Moros, que nos acompañó en bastantes tramos de nuestra ruta de hoy. Apenas a un km de distancia de Valdeprados, nos desviamos en busca de La Risca. Se trata de un cañón fluvial horadado en roca gneis por la fuerza erosiva del río Moros.

La particularidad de la Risca es lo encajado que discurre el río en este tramo y la verticalidad de las paredes, de casi 40 metros de altura. Seguimos la senda marcada y ya podemos observar el gran caudal que lleva el río, fruto de las abundantes lluvias que hemos tenido en fechas pasadas.

Para llegar al mirador hay que ascender por una senda y unas escaleras semiacondicionadas, por lo que hay que estar atento donde pisamos; pero no por ello dejar de contemplar las magníficas vistas que vamos teniendo del cañón. Llegamos a una pequeña explanada donde recientemente se acondicionó un mirador con capacidad para 10 personas.

Las vistas desde él son impresionantes, y ver el río con tanta agua, una maravilla después de la sequía que hemos padecido este año. Además de tomar infinidad de fotografías a título individual, José María aprovechó tan inmejorable entorno para hace la foto de grupo.

Bajamos por la misma senda y enseguida giramos a la derecha para cruzar el rio Moros por un puente de madera de reciente construcción que se asienta sobre los pilares del antiguo puente medieval, que estuvo en pie hasta finales del siglo XIX.

Según reza el cartel explicativo, cuenta la leyenda que en este puente que unía las poblaciones de Valdeprados y Vegas de Matute, perdieron la vida los inseparables jóvenes Rodrigo (residente de la torre de Valdeprados) y Guiomar (hija de un honrado hidalgo que residía en Vegas de Matute).

Al cumplir los 16 años, el padre de Rodrigo decidió llevarlo consigo y casarlo adecuadamente. Abrazados en el puente y embargados por la tristeza, ésta, pudo con sus vidas… y desde entonces las gentes de la zona conocen el paraje como el Puente de los Enamorados.

Dejamos atrás tan idílico paisaje y por el camino por el que veníamos, seguimos en dirección de Vegas de Matute por una pista bastante ancha, dejando a los lados fincas de encinas y monte bajo primero, y ya más cerca del pueblo, pastos y tierras de labor.

Un Vía Crucis, que dejamos a la izquierda, nos indica la cercanía del pueblo. El origen de este municipio se remonta a la Edad Media, y de sus monumentos destacan la Iglesia de Santo Tomás de Canterbury, la Torre y el Palacio de la Sierra, del siglo XII, actualmente en rehabilitación.

Nos acercamos hasta este bello rincón del pueblo donde se encuentra estos tres edificios singulares y retrocediendo un poco sobre nuestros pasos, encontramos en la plaza de pueblo un lugar perfecto para realizar el tentempié de media mañana.

Mientras estábamos dando cuenta del bocadillo, apareció la maestra con todos los niños del colegio, diez exactamente, de todas las edades y que por la proximidad de las Navidades, habían salido a cantar villancicos y a pedir el “aguinaldo”. Así que no pudimos tener mejor compañía, y ellos, mejor suerte, ya que se fueron tan contentos con la propinilla que les dimos.

Un recordatorio cariñoso a la labor de esos maestros rurales, por su magnífico trabajo. No debe ser fácil dar clase a niños de diferentes edades, cada uno con sus particularidades, y que gracias a ellos se mantienen las escuelas rurales, tan importantes en nuestra España Vaciada.

Repuestas las fuerzas, todavía nos quedaba una visita cultural más. A las afueras de Vegas se encuentran los Hornos de Cal de El Zancao. Se trata de uno conjunto de siete hornos que recientemente han sido restaurados.

La mayor peculiaridad de estos hornos es la presencia de los portales o solares. Consistían en una sencilla estancia cuyas paredes se construían de piedra y barro alrededor de la boca del horno.

Durante los días que duraba la cocción, el calero debía mantenerse al lado del fuego, vigilando la temperatura del horno y administrando el combustible necesario. La producción de cal se intensificó a partir del siglo XVI para poder abastecer a las obras del monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Junto a los hornos más antiguos se conserva un singular acueducto que conducía el agua desde la ladera norte de los Calocos hasta el pueblo.

En la ruta que yo hice, nos dirigimos desde aquí hacia la presa de los Ángeles de San Rafael, pero como íbamos bien de tiempo, Antonio decidió alargar un poco la ruta y desde el recinto del Zanco cogimos una pista llamada Cuesta de La Hoya que nos llevó hasta el Cerro de La Serrada.

Ese punto nos sirvió de reagrupamiento (la cuesta había pasado factura) y de lugar para la comida. Lo elevado del cerro nos permitió disfrutar de unas magníficas vistas durante la comida.

Después de este breve descanso, bajamos al encuentro de la Cuesta de la Hoya, pero ahora por otra vía, que no aparece en ningún mapa, solo en la cabeza de Antonio, y es lo que algunos denominan “bajar a lo GMSMA”. Ya en la senda correcta, algunos telefónicos del grupo se asomaron a la caseta que da servicio a una antena de telefonía (no pueden evitarlo, les tira el oficio).

Siguiendo el camino llegamos a la presa del embalse de Los Ángeles de San Rafael. Construido en los años 60 para dar servicio recreativo a la urbanización, se pueden realizar en verano actividades acuáticas como canoas, cablesky o motos de agua.

Atravesando la presa nos dirigimos de vuelta hacia Valdeprados pasando por la gravera de “Las Suertes”.

Llegamos a la carretera SG-722 y tenemos que hacer unos metros por ella hasta coger de nuevo una pista de tierra que seguimos paralela al río Moros. Las praderas que lo flanquean están encharcadas y embarradas, por lo que preferimos seguir por la pista.

Por el camino podemos observar varias cuevas, como la del Cestero, que en esta ocasión decidimos no explorar.

Después de 15 km llegamos de nuevo a Valdeprados, dejando atrás una jornada de lo más variada y espero que entretenida para mis compañeros senderomagos. Para mí ha sido un placer poder descubrirles estos bellos parajes de mi querida tierra, por lo que califico a la excursión con 4,5 sicarias.
Celia Marazuela Sanz

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