* Mapas de localización y 3D de la ruta
PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
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RESUMEN
En esta ocasión Antonio nos convoca para hacer una ruta por el Hueco de San Blas, de la mano y sugerida por Carlos Revilla. Nuestro punto de reunión es frente al embalse de los Palancares.
Hasta llegar allí, teníamos varias opciones. La que nos daba Google Maps y la que nos sugiere Carlos que recientemente había estado por allí y conocía bien la situación del camino o pista que conduce hasta allí. Yo elijo esta última y salvo dos pasos un poco más complicados para los turismos con altura más baja, el resto del camino es muy practicable.
Existía la posibilidad de continuar a otro parking por la misma pista un kilometro y medio más adelante por el camino de la Abutarda hasta una barrera existente nada más cruzar el arroyo Mediano, pero tiene poca cabida para todos los automóviles de nuestro grupo y lo más importante, en este trayecto sí que existe un mayor riesgo para la integridad física de nuestros automóviles.
A pesar de que, durante el viaje, el tiempo es neblinoso, frio y feo, cuando llegamos al punto de reunión, nos encontramos con un cielo despejado y una temperatura agradable.
Después de los habituales saludos de rigor, los veinticuatro senderomagos reunidos empezamos a andar por el camino de la Abutarda que es una pista ancha y agradable que nos permite ya visualizar una vista espectacular donde vemos la línea de montaña formada por la Pedriza, la Cuerda Larga y la Najarra.
Una vez pasada la barrera situada en la pista que nos va a introducir en el Hueco de San Blas, vamos subiendo dejando el arroyo Mediano a nuestra derecha, en continuo ascenso, con una pendiente muy tendida entre pinos.
Poco antes de llegar al puente donde se juntan los arroyos de Matasanos y de la Herrada, salimos de la senda y nos metemos a la izquierda por un sendero que transcurre paralelo al arroyo Matasanos. Es la primera cuesta de la jornada que nos llevará entre pinos durante casi dos kilómetros hasta una pista en la que encima de unas piedras al lado de un puente existente encima del antedicho arroyo, tomamos el tentempié de media mañana.
Pudimos retomar energías con el exquisito membrillo de Carolina y la naranja bañada en chocolate de Ángel que se repartió entre todos. Desde aquí vemos unas vistas magnificas del valle con los nidos de la oruga procesionaria como bolas de navidad en multitud de pinos. Es el principio de la epidemia que vamos a tener ocasión de observar durante toda la jornada.
Giramos a mano derecha y hacia abajo en la pista en la que nos encontramos y a pocos metros, volvemos a girar a la izquierda por un sendero en fuerte pendiente.
Estamos frente a la peña del Rayo, una mole granítica que se vislumbra entre los pinos.
Un servidor que casualmente se encontraba entre los primeros participantes del grupo, empezamos a subir sin mirar atrás, tras la indicación de Carlos Revilla de que parasemos en la base del pico al que se dirigía el sendero.
Cuando llegamos a la referida base nos encontramos que el resto del grupo no nos seguía y había girado a mano derecha ya que Carlos Revilla había encontrado otro sendero que evitaba la subida, por lo que el grupo de cabeza que nos habíamos quedado "colgados", tuvimos que reincorporarnos al grupo general al más puro estilo Gmsma, atrochando, que es gerundio.
Una vez reunidos todos, enfilamos a la cresta de la peña del Rayo. Desde allí, las vistas son fantásticas. Un valle lleno de árboles con paredes verticales donde se podían vislumbrar entre otros lugares, el perfil de la Esfinge y de las Torres de la Pedriza. Allí hicimos la foto de grupo.
Seguimos viendo nidos y nidos de procesionaria y la propia procesionaria de orugas en el suelo que hacía difícil no pisarla.
Tenemos cerca de un kilómetro, para campo a través y magistralmente dirigidos por Carlos, enganchar con el sendero de las zetas que nos llevaría al destino final de nuestra ruta de hoy.
Una vez llegamos al antedicho sendero, solo nos quedaba un ultimo kilómetro que representaba el tercer y último repecho del día de hoy para llegar a Hoyo Cerrado.
El nombre de este lugar de origen glaciar es bastante representativo, es una pradera rodeada de paredes verticales con una única salida hacia el valle.
Procedemos a comer abrigados ya que el tiempo empezaba a cambiar. Había una brisa fresca un poco desagradable.
Después de comer en este hermoso escenario que es el punto más alto de la ruta, ya solo nos queda bajar hasta los coches. Atravesamos el arroyo Mediano muy cerca de su nacimiento en este lugar y por un sendero muy bien marcado, con vistas al valle en su margen derecho, empezamos a descender.
Seguimos viendo los capullos y las hileras de procesionaria que nos acompañaron durante un largo trayecto dejando con un aspecto desolador a enormes masas de árboles.
En un momento dado, vemos a un grupo de cabras a cierta distancia en unas piedras del lado izquierdo del sendero que nos vigilan con curiosidad, mientras que en la parte derecha las nubes van subiendo y nos van alcanzando.
Ahora solo es bajar y bajar, en algunos momentos y recodos, las vistas del valle son magnificas y aderezadas con las nubes que van subiendo generan unas escenas bien inmortalizadas por los fotógrafos oficiales.
Llegamos a una amplia pista que nos permite acelerar el paso y el ritmo, seguimos matando o/y esquivando procesionaria.
Estamos muy cerca ya de los coches y ahora nos toca ir por orientación y campo a través hasta el camino de la Abutarda que cogimos a primera hora de la mañana.
No hay senda pisada ni reconocida y al principio existe un poco de desorientación, pero en poco más de un kilómetro hemos llegado al puente que atraviesa el arroyo Mediano.
El final de ruta se celebro en el restaurante "A Cuchillo" de Soto del Real.
Por todo lo anterior, puntúo la ruta con 4, 5 sicarias, quito medio punto por los efectos urticantes que la procesionaria produjo a varios miembros del grupo, especialmente y entre otros a Carlos Revilla y a la mascota, Kiro.
Javier Miguel
FOTOS
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