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RESUMEN
Siempre es agradable ir a ver las Cascadas del Purgatorio, y aún más en verano por la posibilidad de baño en las Presillas, además para mi tenía connotaciones sentimentales añadidas. Fue la primera ruta que propuse al GMSMA, casi recién llegado al grupo, además es un lugar que descubrí en mis primeras salidas montañeras y, por si fuera poco, venía a la ruta mi nieto.
Los del primer grupo nos reunimos en la plaza del pueblo, lugar donde según cuenta la leyenda se escondía Fernando Delgado Sanz, apodado el `Tuerto Pirón´, bandolero que se movía por estos lares y que utilizaba de escondrijo el viejo olmo de más de 300 años que estaba situado en esta plaza.
Juntos, nos dirigimos enseguida al puente que cruza la carretera M-604, en dirección al Puerto de Cotos, para seguir el camino que nace a nada más pasar el cementerio.
Es un grato paseo utilizado por senderistas y habitantes del pueblo para acercarse al Monasterio de El Paular entre chopos, olmos y rebollos, con el río Lozoya saltando de piedra en piedra a nuestra izquierda y la carretera a la derecha.
El camino está jalonado por una caseta para el descanso, que parece una parada de autobús, y un par de miradores, que nos acerca aún más al río, con bonitas vistas del cauce y las represas de captación de agua para llenar el estanque desde el que se alimentaba los molinos de los Batanes existentes en la otra orilla.
Al cabo de dos kilómetros, llegamos al Monasterio de Santa María de El Paular, construido por orden de Enrique II de Castilla como cenobio cartujo en 1390.
Pasamos junto a la entrada del Arboreto Giner de los Ríos y nos adentramos al valle cruzando el puente del Perdón, erigido a comienzos del siglo XIV, en 1302, para sortear el curso del río Lozoya.
Las crecidas del río y la dura climatología invernal del Valle Alto del Lozoya deterioraron el primitivo puente, por lo que a mediados del siglo XVIII fue reemplazado por uno nuevo que es el que actualmente existe. Está edificado en sillería de granito y cuenta con tres arcos de medio punto y dos descansaderos levantados sobre los pilares que tienen bancos de piedra.
Sirvió a los monjes cartujos de vía de acceso hacia el Molino de papel de Los Batanes, una de las principales industrias que ellos explotaban. Como anécdota, de este molino salió el papel con el que se imprimió la primera parte de Don Quijote de La Mancha, publicada en Madrid en 1605.
Los reos apelaban su sentencia ante el tribunal en el mismo puente y, si eran perdonados, volvían sanos y salvos. Si no era así, los alguaciles les conducían a la Casa de la Horca, situada a unos dos kilómetros en dirección al puerto de Cotos, donde eran ejecutados. De aquella tradición le viene el nombre.
Cruzamos las presillas y por el puente de madera que hay en su inicio, bajamos al encuentro del río Lozoya. Junto a él nos hicimos la foto de grupo.
Siempre con el arroyo Aguilón a nuestra derecha, lo fuimos ascendiendo en agradable paseo casi sin pendiente.
Dejamos un puente del Camino Viejo de Segovia sin cruzar y continuamos por la orilla tras cruzar una alambrada, intercalando momentos de sombra bajo robles con otros al raso, en los que el sol se hacía notar, por eso al alcanzar una preciosa poza en forma de Tubo, hubo quien no se resistió a refrescarse en su gélida agua.
Junto al puente de madera que cruza el arroyo, antes de adentrarnos en el cañón del Hueco de los Ángeles, paramos a tomar el tentempié de media mañana a la sombra de los árboles que crecen en la ribera y al fresco del agua que bajaba canturreando por entre las piedras, después de haber jugueteado en las cascadas.
Tras el descanso, algunos peques que nos acompañaban hoy iniciaron el camino de regreso con sus padres, el resto proseguimos hacia las Cascadas del Purgatorio, por una estrecha y preciosa senda que discurre junto a la rivera derecha del arroyo, entre pequeños saltos de agua y fantásticas pozas, al pie de los riscos de El Canchal, donde es frecuente divisar buitres revoloteando alrededor de los nidos que allí tienen.
Todavía se notan los destrozos que provocaron las intensas lluvias de esta primavera, con las pasarelas de madera fuera de su sitio, con ramas y troncos amontonados en el lecho del arroyo, pero que no restan belleza a las sucesivas pozas, como la del Acebo, que dan encanto al entorno.
Cuando llegamos a las cascadas, vimos que la plataforma de madera que facilitaba su contemplación había desaparecido. Fue arrastrada por la riada y se encontraba destrozada aguas abajo. Parece los ecologistas no quieren que se vuelva a instalar, o no hay presupuesto para su reparación, o ambas cosas.
Para ver la siguiente, que queda oculta desde aquí, es necesario remontar la pared granítica de la margen derecha del arroyo, un acceso complicado y no recomendable para principiantes. Tras la obligatoria parada para deleitarnos con el sonido del agua al caer, volvimos sobre nuestros pasos.
Con el arroyo Aguilón ahora a nuestra izquierda, descendimos hasta el puente de madera y sin cruzarlo continuamos por la pista que sale a la derecha, en ocasiones próxima al arroyo, para luego alejarnos de él, hasta regresar a Las Presillas, donde dimos cuenta de los bocadillos y algunos nos dimos unos refrescantes baños nadando entre patos y carpas. En el kiosco de este oasis también nos refrescamos con bebidas y helados.
Tras el prolongado descanso, los que teníamos los coches en Rascafría, en diferentes grupos, proseguimos hasta las proximidades del Puente del Perdón, donde nos desviamos, antes de llegar a él, hacia el Albergue Los Batanes y el Bosque Finlandés, haciendo una parada en el precioso lago donde se bañaban los oriundos de este país que vinieron a trabajar en la serrería que explota estos bosques, la Sociedad Belgas de los Pinares de El Paular.
Al poco, cruzamos un puente pintado de rojo que cruza el río Lozoya, para conectar, cerca de las instalaciones de la serrería, con el camino que ya habíamos recorrido por la mañana, solo que ahora en sentido contrario y que nos llevó de vuelta al aparcamiento de Rascafría.
Por las bonitas vistas de la ruta, el día tan espléndido y las impresionantes cascadas y los agradables baños en las Presillas, a esta excursión le otorgo un 5.
Paco Nieto
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