miércoles, 24 de julio de 2019

Excursión 474: El Chorro de Navafría por los 6 refugios

FICHA TÉCNICA
Inicio: Navafría
Final: Navafría
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 19,3 Km
Desnivel [+]: 717 m
Desnivel [--]: 717 m
Tipo: Circular
Dificultad: Alta
Pozas y agua: Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 5
Participantes: 15

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
















TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
Alguna vez tenía que ser, y como recientemente he adquirido la condición de senderomaga, Paco me tenía preparado hacer de cronista de esta ruta que prometía contemplar seis refugios, piscinas naturales y una chorrera y, con estos calores, era la ruta perfecta.

Nos reunimos frente al ayuntamiento de Navafría 15 participantes, algunas eran caras nuevas para mí, pero no sabía sí también para el grupo.

A la hora convenida, nos pusimos en marcha. Pronto el grupo se estiró, formando una larga fila, que seguía los pasos de Paco, pasamos por una plaza y giramos a la derecha, saliendo del pueblo por entre sus calles, dejando atrás bonitos chalets de piedra y amplios jardines.

El día era espléndido, si nubes y de momento, no demasiado caluroso, sin previsión de tormentas ni nada que hiciera peligrar el poder darnos los ansiados baños prometidos en la convocatoria de la excursión.


Enseguida pasamos junto a lo que parecía un molino harinero, en realidad había sido un martinete, dedicado a la construcción de utensilios de cocina en cobre y que hoy día es Museo Etnológico. Continuamos por la cómoda pista hasta cruzar por un puente el río Cega.

Nada más pasar el puente, buscamos la senda que asciende junto al río por su margen izquierda hasta alcanzar las ruinas de un antiguo molino, junto a la puerta de entrada de la finca El Bosque. Dejamos a nuestra izquierda un puente y continuamos el ascenso por la misma orilla del río hasta que se nos hizo imposible seguir avanzando y tuvimos que vadear el río con la ayuda de unas piedras, enlazando enseguida con la carretera del Chorro, por la que seguimos hasta alcanzar el área recreativa del mismo nombre.

Nos sorprendió comprobar que había muy poca gente, panorama que según parece es muy distinto al que hay los fines de semana, en la que las cuantiosas mesas de madera y parrillas están a tope.

Aún no habíamos hecho ganas de baño y nos limitamos a contemplar las piscinas naturales, pasando de largo, en dirección oeste, hacia el río Cega, previo paso por un pequeño puente, que marca el final del arroyo del Chorro, que en este punto vierte sus aguas, como afluente al río Cega, al que nos acercamos para remontarlo por su margen derecha hasta alcanzar la charca conocida como El Pozo Verde.

Es este un lugar de leyenda, donde según nos contó Paco, sellaron su amor eterno Rosa y Leonardo, dos jóvenes del pueblo cuyas familias, una pobre y otra rica, no veían con buenos ojos su relación. Ante la prohibición de verse, “una noche escaparon de casa y después de un largo beso, abrazados y en silencio, del Pozo Verde el camino recorrieron.

Una vez allí llegados los muchachos desaparecieron... Al día siguiente en sus casas los echaron de menos y corrió la voz de alarma. Y les buscó todo el pueblo. A la caída de la tarde, al Pozo Verde subieron y la Luna dejó ver al fondo del agujero, desnudos y abrazados de los muchachos los cuerpos”.

Con la incertidumbre de saber cuánto de verdad encierra esta leyenda, contemplamos sus profundas aguas. Junto a ella, unas mesas de madera nos sirvieron para tomarnos el tentempié de las 12, que en esto es muy riguroso el grupo. Nos separamos del río, ascendiendo por una senda a retomar la ancha pista con restos de asfalto del inicio, que nada más dar una curva nos muestra a la izquierda el refugio del Peñón, construido en piedra, con techo de teja reforzado con cemento, al igual que las paredes del interior, decoradas con graciosos dibujos de Epi y Blas.

Continuamos, en dirección sureste, el suave ascenso por la pista, paralela a gran altura al río, contemplando en el camino, esbeltos pinos albares, un tejo y acebos. Al poco, alcanzamos, a nuestra derecha, el refugio de la Fragua, construido con rocas unidas con cemento, tiene un techo algo más rústico, en semicírculo recordando a los búnker de la guerra civil, su interior es mucho más sobrio que el anterior, aunque al igual que éste, posee una chimenea y bancos de piedra para hacerlo más confortable.

A pocos metros surge una bifurcación, continuamos por la pista de la derecha, que enseguida nos deja en el llamado puente de Hierro, aunque en realidad es de piedra, que cruza el río Cega, donde nos hicimos fotos, antes de regresar de nuevo para continuar el ascenso por la otra pista que antes habíamos desestimado, la de la izquierda, apenas un chorrillo quedaba del arroyo de las Vueltas, unos metros antes de desembocar en el río Cega.

Con moderada pendiente, ascendimos por la pista, que tras una cerrada curva, gira hacia el noreste, cruza de nuevo el arroyo de las Vueltas, precedido de un pequeño embalse a modo de balsa. Aquí Paco planteo la posibilidad se seguir la pista o remontar un cerro para conocer el siguiente refugio. Tres se apuntaron a lo fácil y yo, inconsciente de lo que me esperaba, me animé a seguir al grueso del grupo, ¡gran error el mío!

Abandonamos la cómoda pista y comenzamos una fatigosa subida hacia nuestra derecha, en busca de un camino que asciende al refugio de Piemediano, el tercero de nuestra ruta. Yo solo recuerdo que no paraba de preguntar ¿falta mucho? y Paco siempre respondía "ya casi llegamos, solo falta una subidita"...se me hizo eterna la dichosa "subidita".

El refugio se encuentra a la izquierda de la pista, tiene en la pared trasera grandes puntales de madera, techo de teja y una apariencia más alpina que los anteriores, quizás por el entorno del cerro, con unas grandes rocas y extensas praderas verdes a su alrededor, en el punto más alto del recorrido de hoy y con una chimenea y habitáculo más atractivo que los anteriores.

Desde el refugio, descendimos en busca de la pista que habíamos dejado, por fin ya todo era bajada o eso pensaba yo. Dibujamos una amplia curva hacia el norte hasta dar con la pista que habiamos dejado. Una vez en ella, pronto, tras otra curva, dimos con el cuarto refugio, de parecidas características que el de la Fragua, pero con una cerca detrás del mismo, que al principio no sabíamos muy bien su función, pero que al parecer sirve para guardar a los mulos que acarreaban los troncos de pinos hacia el camino, una vez acabada su labor.

A poco más de un kilómetro del último refugio, la pista cruza el arroyo del Chorro por un puente, precedido de una represilla, que forma una bonita balsa de agua, y que conecta con otra pista que se dirige al puerto de Navafría por el Cerro de los Colladillos. Algunos siguieron por ella, pero la mayoría nos quedamos descansando. Se acercaron al quinto refugio del día, el llamado de Regajohondo, copia del anterior y el de la Fragua, situado a nuestra derecha, junto al arroyo del Chorro, en una bonita pradera verde rodeada de pinos, y que estaba lleno de cacas de vaca según nos contaron.

Un poco más arriba contemplaron un bonito puente de piedra, situado en la unión del arroyo de las Barrigas con el del Chorro, lo que hace del lugar toda una concentración de agua por doquier, resonando en las angostas paredes del arco del puente.

Desandamos el camino, dejando ahora el refugio de Regajohondo a la izquierda. La pista desciende en suave pendiente hacia el norte, paralela al arroyo del Chorro, cruzamos el arroyo de Navalcollado, que desciende por nuestra derecha desde el refugio de igual nombre, y que entrega sus aguas en el arroyo del Chorro, de lejos vimos una pequeña cascada de doble salto, preciosa que hay unos metros más adelante.

La pista se aleja momentáneamente del arroyo, cruza en un recodo el arroyo Sequillo y vuelve a acercase al del Chorro en el mirador de las Cebadillas o del Castillejo, con preciosas vistas al roquedo desde donde se precipita el Chorro. Descendemos con la intención de contemplar una bonita cascada con una gran poza que invitaba al baño y cruzar el arroyo para descender por su margen izquierda.

Cargados de prudencia, descendimos por las lanchas por las que se precipita el arroyo. Tramo bastante complicado y resbaladizo aunque despacio y con cuidado todos lo pasamos sin ningún problema, llegando a un bonito mirador que nos proporcionó una espectacular vista del agua deslizándose por la resbaladiza losa de la chorrera mientras la mirada se perdía en el infinito horizonte del valle.

Continuamos por unas escaleras de piedra, con una barandilla de madera con gruesas cuerdas hasta alcanzar la cascada de El Chorro. En este punto el agua del arroyo se precipita desde unos 20 metros como si se tratase de un divertido tobogán. Es un remanso de agua con puente y apeadero.

Tras el ansiado baño bajo el gélido chorro y un largo descanso para comer los bocadillos, continuamos el descenso por la senda que baja paralela a la orilla izquierda del arroyo del Chorro, pasando por la fuente que nada más iniciar el descenso nos sale a la izquierda, que a duras penas y gracias al ingenio de Enrique pudimos rellenar las botellas de agua.

Al final del cómodo camino, jalonado de bancos, alcanzamos de nuevo el puente que cruza el arroyo del Chorro, junto al cual se encuentra el sexto y último refugio del día, el del Chorro, el único cerrado con un candado, con una fuente a su derecha, un trenecito de madera en el que nos subimos para la foto y un divertido laberinto de palos de madera por el que Paco me animó a competir contra Jorge S, para ver quién salía antes y ganar un premio.

Con algo de complicidad por su parte, porque ya se temía la clase de premio que estaba en juego, se dejó, descaradamente ganar, llevándome yo el estupendo premio de tener que hacer la crónica, lo que bien mirado no deja de ser un premio, porque me ha obligado a tener que recordar con detalle la excursión y así poder disfrutarla por segunda vez. 

Al llegar al cercano bar del área recreativa, nos atiborramos de cervezas, cafés y helados como si no hubiera un mañana. Recuperadas las fuerzas, iniciamos el regreso, y para nuestra sorpresa, Ángel Vallés nos esperaba en las piscinas naturales cámara en ristre para inmortalizarnos en el agua.

Tras el refrescante chapuzón, regresamos siguiendo el mismo camino que a la ida, pero por la margen contraria del río Cega, esto es la derecha, parando un momento al pasar junto a las ruinas del Viejo Martinete para explorarlo por fuera.

Al internarnos en el pueblo, nos desviamos a la izquierda para descender por una bonita senda encajonada entre muros di piedra a las mismas puertas de las Charcas, las estupendas piscinas naturales en las que muchos nos dimos el último baño, y para mí, el más refrescante ya que hacía calor y estaba ya un poco cansada.

Fue mano de santo y el agua estaba estupenda, la gente que ya lo conocía de otras veces decía que solía estar mucho más fría en anteriores ocasiones, ¡efectos del calentamiento global de la Tierra!

Sin muchas ganas de movernos de allí, porque se estaba muy bien, cerveza en mano, regresamos a la plaza del pueblo donde habíamos dejado los coches, finalizando así esta estupenda excursión, que por unanimidad se mereció 5 estrellas
Teresa Abella

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