Inicio: Pto. de Cotos
Final: Pto. de Cotos
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 15,7 Km
Desnivel [+]: 610 m
Desnivel [--]: 610 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 5
Valoración: 5
Participantes: 19
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
* Mapas de localización y 3D de la ruta
PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
TRACK
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)
RUTA EN WIKILOC
* Ver esta ruta en Wikiloc
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RESUMEN
Iniciamos la ruta, más temprano que lo que es costumbre en invierno, desde el puerto de Cotos, situado a 1830 metros de altitud.
Su nombre le viene de que Carlos III, gran aficionado a la caza, compró estas tierras de Valsaín cercanas al Monasterio de El Paular, para convertirlas en coto de caza y, para señalizarlo, mandó colocar una serie de hitos en piedra llamados cotos, en la actualidad bien conservados y aún visible.
El ahora restaurante Venta Marcelino, famosos por sus judiones de Segovia, era refugio de los montañeros que caminaban por los senderos de la zona, que son mucho. Y para recorrer algunos de ellos, Paco nos convocó en este soleado día, con el aliciente añadido que poder conocer algunas de las pozas del precioso valle de la Angostura.
A la hora convenida, enfilamos hacia el final del aparcamiento, para seguir a la izquierda, tras cruzar la carretera M-604, por el Camino Viejo del Paular, señalizado con las marcas blancas y rojas del GR-10.4.
Dejamos a nuestra derecha la caseta de control y entre pinos, con más sombras que claros, vamos descendiendo por el valle, con ganas de llegar a las pozas para darnos un chapuzón en alguna de ellas.
Unas vacas con sus terneros junto al camino volvieron locos a nuestros perros, lo que hizo que las vacas se pusieran a la defensiva mientras pasábamos a su vera, no sin cierto recelo y sin perder de vista los enormes cuernos de los toros.
Al poco, volvimos a cruzar la carretera M-604 y tras unas agradables zetas, llegamos al Camino de las Vueltas, por el que seguimos descendiendo, entre grandes pinos que dejaban a ratos vislumbrar el arroyo de la Angostura.
Cruzamos un puente sobre el arroyo de la Laguna, procedente de Peñalara, y como íbamos bien de tiempo, Paco alargó la ruta hasta alcanzar el puente de la Angostura, que fue mandado construir por Felipe V para facilitar los viajes entre la Granja de San Ildefonso y el Monasterio del Paular.
Sobre este precioso puente nos hicimos las fotos de grupo, para a continuación comenzar a remontar el valle, con el arroyo de la Angostura siempre a nuestra derecha. Enseguida paramos en una gran poza que hizo las veces de parque acuático para un buen número de valiente, mientras los demás se tomaban el tentempié de media mañana.
¡Qué bien nos sentó este primer bañito, con profundidad de poza y con el agua a 16 ºC de temperatura!, toda una delicia.
Tras el refrescante remojón, continuamos remontando el arroyo, por momentos cercano al camino, otras más alejado, pero siempre presente.
Casi sin darnos cuenta, por estar seco, cruzamos los arroyos de la Majada del Espino y, al poco, nos desviamos a la derecha para acercarnos a otra poza, también con un pequeño salto de agua, donde solo unos pocos atrevidos volvieron a refrescarse.
Continuamos el ascenso, cruzando el arroyo de Peña Mala, seco también, sin tener que hacer uso de los puentes de madera. Dejamos sin cruzar el puente de los Hoyones y en agradable paseo por una senda que trascurre a cierta altura del arroyo por su ladera derecha, y tras cruzar el arroyo de las Cerradillas, éste sí con agua, llegamos a la poza y cascada que hay junto a unos tejos milenarios.
Junto a ella paramos a tomar los bocadillo, mientras algunos insaciables se metían bajo la cascada, que aunque con poca agua, no por ello estaba menos fresquita que en las pozas anteriores.
Repuestas las fuerzas, acometimos el tramo final, subiendo una empinada cuesta que bordea los tejos y que da paso a un mirador natural con unas espectaculares vistas del valle, que desde aquí se antoja inmenso.
Enseguida cruzamos con la ayuda de unas piedras el arroyo de las Guarramillas, sin demasiados problemas, remontándolo por su orilla izquierda hasta alcanzar la poza de Socrátes, dejando atrás otras más pequeñas de gran belleza.
Y como premio final de nuestra perseverancia, unos cuantos nos atrevimos a meternos bajo su gélida cascada, a modo de refrescante ducha, para darnos el último homenaje, mientras mirábamos al cielo con recelo porque las nubes se fueron ennegreciendo, amenazando lluvia.
Esta apartada y recoleta poza no debe su nombre al sabio ateniense, sino a Sócrates Quintana, que salvo filósofo fue de todo a lo largo de su dilatada existencia (1892-1984): jugador del Atlético de Madrid, plusmarquista nacional de salto con pértiga, 800 metros y decatlón, pintor impresionista, grabador y funcionario de Hacienda.
También fue, desde 1914, un miembro hiperactivo del Club Alpino Español, y como delegado del albergue que dicha sociedad tiene en Cotos, se preocupó de acondicionar con un muro de contención esta cercana poza para que los señores socios pudieran bañarse con una comodidad insólita para los inicios del pasado siglo.
Nos reunimos con el resto del grupo, que esperaba en la parte alta de la cascada y, saliendo del valle, nos acercamos a ver el refugio del Pingarrón, que algunos no conocían. De allí salimos a paso ligero para evitar la inminente lluvia que se presentía cada vez con más certeza.
Siguiendo la carretera de acceso a Valdesquí, llegamos de nuevo al puerto de Cotos, justo antes de que se pusiera a llover. En Venta Marcelino nos tomamos las merecidas cervezas, mientras recordábamos la bonita excursión, en la que nos hemos deleitado con los múltiples rápidos, cascadas y las pozas profundas, más que muchas piscinas, a la sombra de los pinos albares, los robles y los abedules. Por todo lo anterior califico esta ruta con la máxima nota, un 5.
Helen Olague
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