miércoles, 6 de enero de 2021

Excursión 542: La Peñota nevada

FICHA TÉCNICA

Inicio: Alto del León
Final: Alto del León
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 13,1 km
Desnivel [+]: 776 m
Desnivel [--]: 776 m
Tipo: Ida y vuelta
Dificultad: Alta
Pozas y agua: No
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 4

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta



















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC

RUTA EN RELIVE
Ver esta ruta en Relive

RESUMEN
Aprovechando la tregua que el día de Reyes había dado la Comunidad de Madrid a los confinados, me apunté a última hora, muy ilusionado, a la primera ruta del grupo del 2021, en un día soleado, sin viento y con mucha nieve caída los días anteriores, uno de los mejores regalos que se puede tener en un día como hoy.

Solo 4 participantes nos reunimos en el Alto del León, era de esperar, teniendo en cuenta los compromisos familiares que muchos no podían eludir o posponer. Pero lo cierto es que al ver las fotos y el relato de lo que vivimos, a más de uno seguro que le hubiera gustado estar.

Bien temprano, para no quedarnos sin aparcamiento, echamos a andar, cruzamos con cuidado la carretera, para seguir el GR-10 en dirección a la Peñota, en todo momento por la cuerda de los cerros que en dirección noreste hacen de frontera entre Madrid y Segovia.

Enseguida nos acercamos al Cerro de la Sevillana, la primera de las cinco cumbres que primero a la ida, y después de vuelta, nos esperaban como "desengrasante" de los recientes excesos navideños. 

Dudamos de si ponernos los "pinchos" en las botas para mayor seguridad, pero el buen estado de la nieve y la ausencia, de momento, de placas de hielo no parecía requerirlos. De hecho no nos los pusimos en todo el recorrido.

Unos metros más adelante, al pasar bajo el tendido electico de alta tensión que cruza el sendero, vimos como un operario ascendía, como si escalara una montaña, a lo más alto de una de las torres, mientras otros nos avisaban del riesgo de caída de hielo desde el tendido eléctrico que teníamos sobre nuestras cabezas.

Rebasado el vértice geodésico de la Sevillana, alcanzamos el búnker abovedado  que hay en sus inmediaciones, una de las huellas, junto a otras muchas edificaciones de la zona, de lo que fue la Guerra Civil.

Pronto comenzamos a alucinar con el paisaje tan nevado que nos íbamos encontrando, con cencelladas n los árboles y carámbanos en las alambradas que hacen de lindes provinciales, y eso que lo mejor estaba por llegar.

Descendimos unos 50 metros hasta alcanzar el collado del Arcipreste de Hita, antes, a nuestra derecha habíamos observado el monumento pétreo que lleva su nombre y que a mi siempre me ha recordado la silueta de un camello desbocado. Tratamos de fotografiarlo a contraluz, pero el sol había subido un poco más de la cuenta como para lograrlo.

En ella estuvimos contemplando en la excursión 266 el rincón escogido por la Real Academia de la Lengua para rememorar, el 23 de noviembre de 1930, los 600 años de una de las obras cumbre de la poesía medieval hispánica: El libro de buen amor.

Es fácil imaginar al Arcipreste recorriendo estos parajes en los que fue a dar con la posadera de La Tablada y es que Juan Ruiz, arcipreste de la alcarreña Hita, debe considerarse el antecesor de los miles de excursionistas madrileños que, acaso sin saber cuales son sus orígenes, recorren los senderos y vericuetos guadarrameños por los que hoy caminamos.

Desde el collado ascendimos al Cerro de Matalafuente, a más de 150 metros de diferencia de altura, caminando entre la nieve que cubría por completo todo el paisaje, con unas vistas a nuestra derecha de la llanura de Madrid cada vez más infinitas.

A nuestras espaldas, las cumbres recortadas de Cabeza Líjar y Cueva Valiente, a nuestra izquierda la inconfundible silueta de la Mujer Muerta. Y de frente, nuestro objetivo, la tres veces picuda Peñota. 

Conforme nos acercábamos a la cumbre del Matalafuente, los pinos cada vez más cubiertos de nieve ofrecían un espectáculo sobrecogedor, hasta llegar en alguno de ellos a estar literalmente tapados por un espeso manto blanco que los hacía irreconocibles,

Fue aquí donde Oleg se dio un baño de nieve, casi sin ropa, rememorando sus costumbres siberianas. Yo trate de seguirle, pero mis latitudes cordobesas, poco parecidas a las rusas, hicieron que me quedase a mitad de la hazaña, aunque la verdad, una vez puesto en faena, la sensación de frío no era tanta, y eso que debíamos estar a unos -5 ºC. Ahí quedan las fotos para el libro guinness del grupo.

Cargados de adrenalina, iniciamos el descenso hacia el Collado de Matalafuente siguiendo una helada alambrada de postes de madera, que unas veces nos quedaba a la derecha y otras a la izquierda, según estuviésemos pisado nieve sobre tierras de Segovia o de Madrid.

Desde el collado, con unas soberbias panorámicas ascendimos los 75 metros de altura hasta la cumbre del tercer cerro del recorrido, Peña del Cuervo, al que llegamos tras pasar cerca de restos de fortines de la Guerra Civil medio tapados por la nieve y paisajes dignos de la Era Glacial.

En suave descenso, con un largo muro de piedras a nuestra derecha, alcanzamos el collado del Mostajo. Aquí nuestra capacidad de sorpresa iba en aumento, porque cada vez encontrábamos más y más nieve sobre los pinos.

Sin tregua, comenzamos a subir los pocos más de 60 metros que nos separaban del Cerro Mostajo, siguiendo una pista ancha completamente blanca. Alcanzada su mocha cima, el amasijo de rocas cubierto de nieve que forma la Peñota lo contemplamos desde aquí como un reto imposible de alcanzar, tal era su imponente figura.

Descendimos en suave pendiente al collado de Gibraltar, desde el que nos separaban 225 metros de altura para alcanzar el objetivo. Fue aquí donde José Luis nos dejó, porque tenía que estar pronto de regreso.

El resto enfilamos la empinada cuesta siguiendo las marcas rojas y blancas del GR-10 por la que sin duda fue la parte más bonita del recorrido, una sucesión de pasos bajo las ramas cargadas de tanta nieve que costaba creer que pudieran aguantar su peso. 

A 500 metros de la cumbre, la senda gira a la derecha, cruza el muro lindero y bordea unos afilados riscos por su cara este. A los pies de una roca que asemejaba tener un pico de pájaro, antes de cruzar la zona más complicada de la ruta, Antonio prefirió darse la vuelta porque si este paso es complicado para nosotros, lo es más si llevas un perro.

Así es que con Oleg nos lanzamos hacia el complicado objetivo, porque la nieve y algunas zonas un poco heladas, con alguna trepada entre rocas, no nos pusieron fácil el salvar este paso, en el que un resbalón te puede hacer caer unas decenas de metros pared abajo.

Salvado el precipicio, cruzamos de nuevo el muro para seguir ahora por la vertiente segoviana y alcanzar por fin el callejón que separa las dos puntas gemelas de la cima principal y el vértice geodésico del pico más alto de la Peñota, situado a 1.944 metros de altura y al que también se le conoce como Pico Carpentier, en honor a Alejandro Carpentier, naturalista español que vivió a finales del siglo XIX.

La panorámica desde la cumbre no podía ser más sublime, su cima constituye uno de los mejores miradores de la sierra, desde la que se ve gran parte de la llanura madrileña y segoviana, abarcando casi la totalidad de la sierra de Guadarrama: desde los Montes del Escorial, al Oeste, hasta el lejano Peñalara, pasando por la muralla que conforman la Sierra de Hontanares y la Mujer Muerta; al otro lado del verde valle del río Moros, Montón de Trigo, Siete Picos y La Maliciosa, al Este. . El cielo a nuestro alcance.

A los pies del vértice geodésico nos tomamos el bocadillo, disfrutando de las magníficas panorámicas de la cumbre y los riscos cercanos, que parecían milhojas cubiertas de nata.

Cuando ya estábamos acabando vimos cómo se acercaba un grupito de senderistas desde el otro lado, el de Cercedilla, momento que aprovechamos para recoger e iniciar el camino de regreso al puerto del Alto de León, siguiendo el mismo trayecto que utilizamos para llegar hasta aquí.

Volvimos con paso raudo para ver si alcanzábamos a Antonio, pero no nos fue posible. Llegados al puerto cruzamos la antigua Nacional VI, pudiendo contemplar la inscripción que puede leerse en el pedestal del monumento, tal como mandó esculpir Fernando VI quien “hizo el camino para ambas castillas por encima de los montes, el año de nuestra salvación 1749”, mejorando así enormemente el tránsito por la sierra. Las dos bolas que sujeta el León simbolizan España y las Indias.

En la terrada del restaurante Alto del León nos estaba esperando Antonio para celebrar la finalización de la primera ruta del año, el haber disfrutado de un tiempo excepcional y unas vistas magníficas de la Sierra completamente nevada, por lo que a esta excursión la califico con la máxima nota, un 5.
Paco Nieto

No hay comentarios:

Publicar un comentario