Inicio: Alcalá de Henares
Final: Alcalá de H.
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 13,2 Km
Desnivel [+]: 270 m
Desnivel [--]: 270 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: No
Dificultad: Baja
Pozas y agua: No
Ciclable: Sí
Valoración: 4
Valoración: 4
Participantes: 13
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
* Mapas de localización y 3D de la ruta
PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
TRACK
* Track de la ruta (archivo gpx)
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
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* Mapa 3D (archivo kmz)
RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN
Ya es costumbre que en las calurosas noches del verano el Grupo haga una excursión nocturna para ver la salida de la luna llena. Por eso, me sugirieron hacerla esta vez en Alcalá. No lo tenía claro, «lo mismo no viene ni el Tato» —pensé—.
Hay cosas que no se pueden forzar, a la luna no se le puede pedir que se transforme en llena un miércoles. La próxima sería el 24 de julio, sábado. Bueno, al ser fin de semana, a lo mejor vendrían unos cuantos.
Convocada la excursión para el 24, había algo que no me cuadraba. En el momento del plenilunio la luna y el sol están en oposición por lo que vemos como, según se pone el sol, por el otro extremo aparece la luna. Sin embargo, la hora prevista de puesta de sol eran las 21:38 y la de salida de la luna las 22:27. ¿Cómo era posible? Pues tiene una explicación: el plenilunio era al 24, pero a las 4 de la madrugada, y nosotros íbamos la noche del 24 —casi un día después—, por eso el retraso en la salida de la luna.
Se imponía, pues, un cambio de convocatoria para el día anterior. Ahora sí cuadraban la puesta de sol y la salida de la luna, pero ¿vendría alguien? Mensaje tras mensaje, casi todos los senderomagos iban declinando la invitación —si ya decía yo—. De no haber sido por Carlos, que además de venir, nos trajo un montón de invitados, esta habría sido la excursión con menos participantes. Al final fuimos trece, ¡increíble!
Para recibir a nuestra luna, habíamos decidido subir al Ecce Homo —cerro al que el grupo ya había subido en dos ocasiones— por la zona más fácil; el único desnivel importante es la subida final al cerro.
Más que una excursión fue un paseo. Arrancamos desde el aparcamiento del Parque de los Cerros. Al principio el camino era muy llano, siguiendo los meandros que el agua del barranco Salobre va haciendo; luego por un valle que poco a poco se iba estrechando para convertirse en un angosto desfiladero de curvas y contra curvas para desembocar en el túnel que cruza por debajo de la pista.
Después, continuamos ascendiendo por el barranco por una zona muy pintoresca, entre paredes y techos a punto de desprenderse, para salir a una pista por la que discurre el barranco de la Zarza.
Desde allí, a nuestra izquierda y cada vez más cerca, se vislumbraba el cerro, meta de nuestra excursión. La pista terminó en el collado formado por el cerro de la Virgen y el del Ecce Homo, hacia el cual nos encaminamos con una fuerte subida de unos 200 metros.
Llegamos apenas 10 minutos antes de ver ponerse el sol tras la Cuerda Larga, concretamente al oeste de la Bola del Mundo.
Visto el sol, a por la luna; rodeamos el cerro para ir a su parte sur a la espera de su salida. A la hora convenida, las 21:41, todos estábamos expectantes, y la luna sin salir. Pasaron 5 minutos, y la luna sin salir; pasaron 10, y la luna sin salir, pasaron 15, y… ya hubo pitorreo.
—¿Seguro que hoy había luna llena?
—¿No será que os habéis confundido?
—¿Pero, no era mañana, aquí pone el 24?
Hay que tener fe. El universo es exacto y los astros puntuales. Finalmente, alguien dijo—: Mirad, allí está.
Y allí estaba, saliendo, pero no por el horizonte, sino más arriba; y es que la bruma a ras de suelo impedía verla. Nos quedamos todos tranquilos al comprobar que el reloj del universo seguía funcionando puntualmente, pues bastante teníamos ya con la pandemia.
Y ahora que ya era de noche, a contemplar todo Alcalá desde las alturas. Nuestra vista abarcaba hasta Madrid, por el oeste, y hasta Guadalajara por el este. Con ese panorama de millones de luces, nos sentamos a comer nuestra improvisada cena, a cuyo término, los alcalaínos ofrecimos como postre almendras garrapiñadas y rosquillas de Alcalá.
En esas estábamos cuando alguien dijo: «Huele a quemado». Y allí a lo lejos, a los pies del vecino cerro del Viso, pudimos apreciar un pequeño incendio de llamas rojizas que poco a poco se fue transformando en un gran incendio.
Los servicios de emergencias, que nosotros percibíamos como pequeños puntitos azules intermitentes iban acudiendo hacia allí desde varios puntos de la ciudad.
Después de la calurosa tarde de verano, repentinamente empezó a bajar la temperatura y a levantarse el viento, y fue cuando —como en todas nuestras lunas llenas— alguien dijo: «Vámonos que hace frío».
La vuelta la hicimos enteramente por pista, evitando los barrancos que —estoy seguro— habrían sido mucho más espectaculares a la luz de la luna, o en su defecto, de nuestros frontales. Por supuesto, el calor veraniego volvió a aparecer en cuanto empezamos a bajar.
Cuando finalizábamos la excursión vimos como el incendio había sido extinguido. Según el semanario alcalaíno Puerta de Madrid, lo causó —cosa rara— una cigüeña:
«… iniciándose el fuego cuando una cigüeña chocó contra unos cables de distribución de energía eléctrica, lo que provocó chispas que prendieron la maleza seca por el estío.»
Finalmente, llegados al aparcamiento; y con la luna llena sobre los cerros, nos despedimos de nuestra aventura nocturna.
Iba a otorgar tres sicarias y media a la excursión, pero me dijeron que por las garrapiñadas y las rosquillas había que subirle algo, así que ahí lo dejo: cuatro sicarias.
Paco Cantos
FOTOS
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