jueves, 9 de marzo de 2023

Excursión 684: Las Cárcavas de Patones y del Cerro Negro

FICHA TÉCNICA
Inicio: Pontón de la Oliva. Patones 
Final: Pontón de la Oliva. Patones
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 13,3 Km 
Desnivel [+]: 451 m 
Desnivel [--]: 451 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas/Agua: No/No
Ciclable: Sí
Valoración: 4,5
Participantes: 45

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta






















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

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RESUMEN
En esta ocasión nos fuimos al este de Madrid, frontera con Guadalajara para rememorar las rutas que habíamos realizado por Patones y sus cárcavas, que aunque no están en su término municipal, son accesibles desde esta población más cómodamente que desde otros lugares.

A las 11 de la mañana ya estábamos en el aparcamiento cercano al Pontón de la Oliva, mientras esperábamos a Antonio, José María nos enseñó unas muestras con diferentes tallas, de la equitación que estaba gestionando para conmemorar la futura, pero ya cercana, excursión 700.

En cuanto llegó Antonio, pusimos rumbo a la presa del Pontón de la Oliva, pero antes de llegar a su imponente muro, nos desviamos a la derecha para descender por una rampa que nos deja a los pies del puente que cruza el río Lozoya, desde el que, sin duda, el enorme muro se hace aún más presente.

Tiene una altura de 27 metros y sección trapezoidal, con una anchura de 39 metros en la base y de 6,72 metros en la coronación, que mide 72,44 metros de longitud.

Se construyó en 1857. Es la sexta y última presa en el curso del río Lozoya, y la más antigua de todo el sistema de presas y canalizaciones del Canal de Isabel II,​ red que suministra el agua potable a Madrid y a buena parte de la Comunidad. La vida de la presa fue corta. Los ingenieros habían elegido mal el lugar donde erigieron el muro y pronto aparecieron filtraciones que arruinaron su capacidad de embalse. En 1860 se construyó urgentemente la pequeña presa de Navarejos para poder tomar el agua del río. Pocos años después la presa del Pontón de la Oliva cayó en desuso y fue sustituida por la del embalse de El Villar, ubicada 22 km aguas arriba e inaugurada en 1882.​

Proseguimos por la carretera, para enseguida abandonarla por una senda que entre olivos y encinas nos sale a la derecha. en busca del arroyo de la Lastra, por el que se desagua la primera de las cárcavas que visitaremos, la que está en el término municipal de Valdepeñas de la Sierra.

Remontamos el arroyo, prácticamente seco, pero con evidencias de haber arrastrado bastante agua recientemente.

Poco a poco nos fuimos introduciendo en el laberinto arenoso de enormes muros que ha formado el agua en su lenta tarea de erosionar los terrenos arcillosos, produciendo socavones en lugares con pendientes a causa de las avenidas del agua al llover con cierta intensidad, excavando largos surcos con abruptos bordes, que con la neblina que teníamos, le daba un aspecto fantasmal.

Por sus tortuosa orografía nos fuimos dispersando, unos por un canal otros por el siguiente hasta dar la con las paredes finales, muy embarradas y verticales, por las que incluso un grupo trepó. El resto nos dimos la vuelta ante lo dificil que era poder avanzar más y, tras intentarlo por otros socavones, finalmente regresamos al punto de unión de todos ellos, para remontar, ahora de forma más sencilla el paredón situado más al norte, por el ascendimos a la parte superior de las cárcavas.

Aunque no habíamos andado mucho, pasaban las 12 de la mañana, y fieles a nuestra costumbre, paramos a tomar el habitual tentempié de esta hora y al que llamamos el ángelus. De nuevo en movimiento, fuimos bordeando la cara norte de las cárcavas, disfrutando de la visión de sus curiosas formas que asemejan esbeltas chimeneas, producto de la erosión alrededor de una piedra, que queda suspendida en lo más alto mientras el agua excava sus alrededores.

Una vez reunidos con los que subieron por uno de los socavones, continuamos ascendido, en dirección este, hacia el Cerro Guadarrama, el punto más alto del recorrido.

Desde allí iniciamos un lento descenso, en dirección sur, por una ancha pista que cruza una zona quemada por algún pasado incendio.

Más adelante pasamos junto al Reguero de la Cabeneja y, más adelante, del Estepar, dos pequeñas cárcavas aún en proceso de formación.

El siguiente, el Reguero de la Casa Nueva, ya presenta unas cárcavas más desarrolladas, pero mucho más pequeñas que las primeras.

Las que se llevan la palma son las que vimos a continuación, las Cárcavas del Cerro Negro, situadas en el término municipal de Uceda, en su frontera norte con Valdepeñas de la Sierra.

Sin duda las más extensas de la zona, aunque tienen una notable mayor extensión que las primeras, a mi parecer, no le ganan en belleza.

Frente a lo que queda del Corral de las Palomas, unos cobertizos para guardar el ganado, nos hicimos la foto de grupo, antes de continuar bordeando la cárcava e iniciar un fuerte descenso, campo a través, hacia el arroyo de la Pica.

Junto a él paramos a tomar los bocadillos y, de postre, unos pestiños que había hecho Ángel R. al parecer típicos de su tierra gallega.

Tras el descanso, continuamos el regreso al punto de origen siguiendo una pista que, paralela al arroyo, pasa junto a un olivar y unas colmenas.

Un poco antes de alcanzar el río Lozoya propuse a Antonio desviarnos a la derecha por una senda que figuraba en los mapas y que prometía unas buenas vistas del río.

Así lo hicimos, con la sorpresa de que la senda terminaba en las ruinas de la llamada Casa del Cura, teniendo que improvisar los siguientes tramos campo a través. Cruzamos las Hazas de la Virgen un terreno que antaño sería de cultivo, pero que ahora está abandonado.

Tras cruzar un barranco, con cierta pendiente, llegamos a las casas que surgieron para cobijar a los obreros que construyeron la presa y que por ello se las conoce como El Muro, hoy día algo descuidadas.

Al llegar al Portón de la Oliva, Paco Cantos propuso visitar la Cueva de la Escarihuela, situada encima del Pontón, en la pared izquierda del Cañón conforme se sube en dirección norte, como a mitad de camino de la entrada posterior (artificial) de la Cueva del Reguerillo.

Tras una empinada subida junto al muro del farallón, alcanzamos la escondida entrada de la cueva.

Tiene una longitud de 780 metros, su entrada es una corta galería de techo bajo hasta llegar a una sala confortable donde se percibe que ha habido algún tipo de excavación en el suelo.

A la izquierda sale una estrecha fractura con una pequeña gaterilla que se hace impenetrable. Siguiendo de frente, llegamos a una galería que hacia la izquierda se acaba a los pocos metros. Hacia la derecha se inicia una fuerte y peligrosa bajada que no nos atrevimos realizar.

Según Paco Cantos, buen conocedor de la cueva, a partir de ahí hay que llevar material adecuado para descender por una estrecha ranura que baja a otras cavidades y que en algunas de sus incursiones les dio más de un susto.

Nos mostró unas fotos suyas en la cueva de aquella época en la que él era un chaval  y nos contó algunas anécdotas de ella.

Salimos de la cueva, pasamos de nuevo por la pasarela de la presa y, al poco de llegar al aparcamiento, nos desviamos a la derecha para contemplar las ruinas de la que fue la Ermita de la Virgen de la Oliva, construida en los siglos XII-XIII. Es de estilo románico-mudéjar, de ladrillo, aunque con rasgos característicos de la arquitectura rural de la zona. Lamentablemente, se encuentra en estado de ruina progresiva.

Desde allí, nos fuimos a tomar las cervezas de fin de ruta al bar Manolo de Patones, lugar habitual de nuestras celebraciones por la zona, dando así por finalizada esta bonita ruta llena de atractivos y a la que le otorgo una puntuación de 4,5.
Paco Nieto

1 comentario:

  1. Por nuestra zona tenéis la ruta del cerro de Pedrezuela unos 25 km, totalmente recomendable para todos los niveles

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