miércoles, 6 de diciembre de 2023

Excursión 743: Convento de Casarás desde el Puerto de Navacerrada

FICHA TÉCNICA
Inicio: Puerto de Navacerrada
Final: Puerto de Navacerrada
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 17,6 Km 
Desnivel [+]: 374 m 
Desnivel [--]: 374 m
Tipo: Ida y vuelta
Dificultad: Media
Pozas/Agua: No/Sí
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 21

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta



















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

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RESUMEN
Había ganas de pisar las primeras nieves de este invierno. La elección fue recorrer dos de los puertos más importantes de esta cordillera tan querida por nosotros, el de Navacerrada y el de la Fuenfría.

Con un día espléndido, algo fresquito a primera hora de la mañana, nos reunimos en Venta Dos Castillas para iniciar la subida, bien abrigados, hacia la pista de El Escaparate, de momento sin mucha nieve, desplazada a los laterales por las máquinas quitanieves.

Como era de esperar, no éramos los únicos en buscar la primera nevada, había bastante gente cuando llegamos al final de la pista, donde está la barrera de la
residencia de los Cogorros.

Proseguimos por el camino Schmid, para enseguida detenernos a ponernos los pinchitos o mini camprones, en prevención de que más adelante hubiera tramos helados.

Un poco más adelante, cruzamos la pista de El Bosque, que sin mucha nieve, lucía eso sí, su pedregosa pendiente cubierta de un manto blanco, como si de un enorme tobogán se tratase.

El tendido del telesilla que le sigue, parecía estar esperando la algarabía de los esquiadores, que le dan vida en los nevados inviernos, que cada vez duran menos.

Seguimos la estupenda senda, que poco a poco se va internando en el espeso bosque de pinos, que en dirección sureste, va ganado suavemente altura por la sombría loma de Siete Picos.

A partir de aquí, la nieve se hizo más presente. Llegamos al arroyo del Telégrafo, que se quedó con ese nombre desde que, hacia 1846, el ingeniero José María Mathé Aragua diseñara la línea de telegrafía óptica Madrid-Irún, ubicando una torre cerca de donde nace este arroyo, unos riscos de la pradera de Siete Picos, que por la misma razón, comenzaron a ser conocidos como Cerro del Telégrafo. Hoy día, unas antenas de telefonía ocupan su lugar.

Nada más vadear el arroyo, con cuidado porque el agua casi helada lo hacía resbaladizo, la senda hace una "V" y cambia a dirección noreste, entre pinos de gran porte.

Pasamos junto al tronco del gran pino seco que durante años resistió los envites climatológicos y que no sé muy bien el porqué, acabaron talando, no hace mucho. 

Una placa lo recuerda:

En la umbría de Siete Picos 
un pino Hermoso, descortezado y muy blanco,
Gigante erguido, solo en el barranco,
Muestra orgulloso su fatal destino.
Su lado no tiene algún vecino
Que le guarde confiado su flanco,
Del fuerte viento que le deja manco,
Cuando sopla inclemente en torbellino.
Ayer me conmovió que tal hazaña,
Enfrentándose a una fuerza tan brutal,
Luchando sin descanso en la montaña,
Quede oculta entre el bosque y su maraña.
Admiro, viejo luchador, que esfuerzo tal,
Aúne la fuerza bruta y la maña.
Soneto de un árbol solo.
 
En alargada hilera fuimos superando varias pedreras, lanchares y angostos pasos entre retorcidos pinos que hablan por sí solos de los penosos inviernos que soportan y que con la nieve por encima aún eran más heroicos.

Con apenas un momento de descanso para beber, por fin alcanzamos la Senda de los Cospes, que nos llevaría al encuentro de la fuente de la Fuenfría. Su más que fresquita agua durante todo el año le da su merecido nombre.

Poco paramos en ella porque la intención era hacerlo en el puerto de la Fuenfría, que curiosamente estaba bastante despejado de nieve. Allí tomamos el tentempié de media mañana.

Tras el descanso, proseguimos para alcanzar el objetivo de la excursión, siguiendo el Cordel de Santillana, importante ruta de la trashumancia en la Edad Media, en la que se ubicaron corrales y ventas junto a la Majada Minguete, y el arroyo del mismo nombre. por el que corría gran cantidad de agua.

Un poco más adelante, una fuente con pilón se desbordaba empapando el camino, y avanzando, al llegar al cruce con el arroyo de la Argolla, también dejaba correr un buen reguero de agua.

Poco antes de alcanzar la casa Eraso, contemplamos lo poco que queda de la que fue ermita de Nuestra Señora de los Remedios, levantada hacia 1571 por iniciativa de Felipe II.
Su advocación se debe a la conmemoración del triunfo en la batalla de Lepanto, el 7 de octubre de 1571, día de la festividad de la Virgen de los Remedios.

Tras el abandono de este camino por el desuso al habilitarse un nuevo paso por Navacerrada a mediados del siglo XVIII, se trasladó la imagen santoral a la localidad de Revenga.

Y unos metros más abajo, sin apenas nieve, las ruinas de la casa Eraso nos devuelven una romántica panorámica que nos hacen pensar en lo perenne que es el tiempo.

Fue ésta una venta o casa de propiedad real en los alrededores del puerto de la Fuenfría destinada a albergar los descansos de la nobleza en sus trasiegos al palacio de Valsaín.

Nada queda de su esplendor, más que un par de muros y un arco que asemeja una solitaria costilla.

Por mucho tiempo, los desplazamientos al palacio de Valsaín desde Castilla la Nueva pasaba necesariamente por el puerto de la Fuenfría.

Para mayor comodidad en los viajes reales, Felipe II encargó en 1565 a su secretario Francisco de Eraso la construcción de una casa para evitar a las personas reales el tener que descansar en la venta pública del puerto, de escasa seguridad e inapropiada para albergar a todo el personal de la corte.


La casa cumplió su función de posada real hasta 1768. 

En este año se finaliza la nueva carretera encargada por Carlos III y realizado en 1778, por el arquitecto real Juan de Villanueva, que partía de Villalba para llegar al Real Sitio de La Granja de San Ildefonso que pasaba por el puerto de Navacerrada y se abandonaba por tanto el paso real por el puerto de la Fuenfría.

No quedaría abierto al tráfico hasta diez años más tarde, bajo el reinado de Carlos IV.

Este singular lugar inspiró oscuras leyendas de novela, como la del escritor nacido en Valsaín en 1893, Jesús de Aragón, quien, en los años veinte del pasado siglo, plasmó en su novela “La sombra blanca de Casarás” cuentos de fantasmas y doncellas.

En él se relata la historia del Caballero Hugo de Marignac, en la que situaban el Convento de Casarás en esta casa, con tesoros escondidos y caballeros templarios, nacidas en un tiempo en que cruzar la Sierra era asunto de enjundia, tanto que eran más los fantasmas y espíritus que los propios caminantes los que se aventuraban a pasar por sus amenazantes trochas.

Poco queda ya en pie de la que fuera estancia real, solo la leyenda del fantasma y una oxidada reja, que ha soportado unos cuatrocientos cincuenta años de nevadas y lluvias.

Después de contemplar tan mágico lugar y hacernos la foto de grupo, retrocedimos hacia el puerto, solo que para no repetir camino, lo hicimos por por la amplia pista, que no es otra que lo que dejó la carretera de La República, que en este tramo vampirizó el antiguo trazado de la calzada romana y que discurre a pocos metros más abajo del Cordel de Santillana.

Tras cruzar el arroyo de la Argolla y el de Minguete, llegamos de nuevo al puerto de la Fuenfría, ahora sin apenas gente.

El regreso lo hicimos siguiendo el mismo recorrido que nos trajo hasta aquí. Continuamos en dirección a la fuente de la Fuenfría, seguimos por la senda de los Cospes, donde paramos a tomarnos los bocadillos, que fueron aderezados con vinos y dulces.

Repuestas las fuerzas, continuamos hasta dar con el camino Schmid, por el que bajaba un numeroso grupo de senderistas que nos acompañaron por la vertiente septentrional de Siete Picos, la que da a Segovia, llamada Umbría de Siete Picos.

Continuamos sin apenas perder altura, jalonando este tramo la pradera de Navalusilla, el arroyo del Telégrafo y la pista de esquí El Bosque, como únicas referencias entre el denso pinar de Valsaín.

Siguiendo así los pasos de Eduardo Schmid Weikan, el que fuera el socio n.º 13 de la Real Sociedad Española de Alpinismo Peñalara, quien en 1926 señalizó esta ruta.

Conforme nos acercábamos al puerto de Navacerrada aumentaron las ganas de finalizar y celebrarlo con unas cervezas.

Por todo ello, esta excursión de reencuentros y llena de historia bien se 
merece una calificación de 4 sobre 5.
Paco Nieto

FOTOS

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