miércoles, 31 de julio de 2024

Excursión 792: Baños de Venus de Valsaín desde la Pradera de Navalhorno

FICHA TÉCNICA
Inicio:
La Pradera de Navalhorno
Final:  La Pradera de Navalhorno
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 14,1 Km 
Desnivel [+]: 133 m 
Desnivel [--]: 133 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 8

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta



















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













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RESUMEN
Era el día culmen de la tercera ola de calor que, sin piedad, decretaron los de la AEMET. Afortunadamente, Rosana tuvo la buena idea de proponernos caminar por la Pesquerías Reales, lugar que, aunque nos puede resultar archiconocido, nunca deja de premiarnos con un río Eresma cantarín, un frondoso pinar o un frescor que hace olvidar el apocalipsis que anunciaron ayer todas las secciones de El Tiempo de todos los telediarios del mundo mundial. Aquí la ola de calor solo se manifiesta en las escasas ocasiones en las que nos exponemos al sol. El resto es sombra y agua fresca.

Salimos del aparcamiento del Centro Nacional de Educación Ambiental, más conocido como CENEAM, que está a la entrada de La Pradera, a la derecha según se baja del Puerto de Navacerrada. Éramos ocho. Solo ocho.

Los ciento y pico restantes miembros del GMSMA no pudieron venir, lo supongo porque si no se viene a una excursión propuesta por Rosana es porque no se puede. No hay otra explicación, creo.

Así que, en buen amor y compañía emprendemos la marcha dando rápidamente con el arroyo de Peñalara, fácilmente identificable por el viejo y restaurado Acueducto que abastecía de agua el Palacio de Valsaín.

Cruzado el arroyo, encontramos el río Eresma, en adelante, El Río, y tras cruzar su cauce por el puente de Peñalara, nos encaminamos río arriba por su margen izquierda, retomando la costumbre de hacer dos grupos, por muy pequeños que estos fueren: el grupo de los paseantes y el de los que van ligeritos.


A falta de un día para entrar en agosto, se puede decir que El Río baja agostado y, aunque no faltan pequeños barrizales por el camino, parece como que los helechos y las zarzamoras ya piden agua. Aún así, la temperatura que percibimos en la sombra resulta bastante agradable.

El Río brilla entre sus piedras y el verde de ambas orillas nos invita a caminar con muy buenas sensaciones. Y muy buenas conversaciones.

Puente de Navalacarreta
, a 3,3 km de andar. Pequeña parada de reagrupamiento. Seguimos la marcha y comprobamos que ahí sigue, en su sitio, la Peña de la Barca, en la que algunos descubren la corona y el sello real grabado a base de cincel.

A continuación, parte de los paseantes tornan ligeritos y parte de los ligeritos, deciden hacerse paseantes. Así compensamos.

Llegamos a la Boca del Asno. Nos cuenta Rosana que se llama de esa manera porque allá, al otro lado de El Río, escondida entre los matojos, por encima de las marmitas de gigante donde el agua recobra una alegría primaveral, allá, decía, hay una piedra cóncava, y en su concavidad, una segunda piedra de modo que el conjunto asemeja la boca de un asno. También Rosana nos indica dónde se encuentra una nueva grabación de la corona y el sello real.

Localizado el sello, que no la boca del burro, continuamos la remontada de nuestro Eresma hasta llegar al puente del Vadillo. Una nueva parada de reagrupamiento.

En este punto, la única sombra que tenemos se proyecta sobre la plataforma del puente, así que algunos optamos por sentarnos en ella dejando los pies colgando por encima del cauce. No sé por qué razón, siempre me ha parecido que sentarse con las piernas colgando le quita años a uno...Ya llegan. Seguimos.

Y al poco nos encontramos con el puente que cruza el arroyo del Telégrafo, poseedor de la famosa Poza de Los Baños de Venus, que se encuentra, sin cruzar el puente, a nada de la junta de este arroyo con El Río.

Llevamos caminados 7 km. La fuente sigue manando su agua fresca y la poza, siempre dorada con su, esperemos que eterna, cascadita, invita a un buen momento de descanso y refresco.

Se hace corto el momento del ángelus. Emprendemos el regreso. Moviola: Fuente de la Poza de Venus, Puente del Telégrafo, Puente del Vadillo. Paramos la moviola y esta vez cruzamos el puente para continuar río abajo por su margen derecha. Algunos investigamos por la zona para encontrar las fuentes de Vadillos y del Tío Casto, con escaso caudal y prácticamente abandonadas.

En este lado del río tenemos que sufrir un poco el peso del sol sobre nuestras mochilas, pero merece la pena. A la hora de comer llegamos al área recreativa de la Boca del Asno, donde nos recreamos con las cervezas cortesía de Begoña, que cumple no sé si 25 o 26, unos bocatas y unos cafés, que nos proporcionan un buen rato de charleta antes de continuar el camino de regreso para volver a pasar por el Acueducto, subir por el robledal y llegar al Bar Los Porrones, donde comprobamos que, además de saber disfrutar de lo natural, nos encanta el vino, la Fanta y la cerveza.

Por la belleza del recorrido, ya ensalzada en muchas otras ocasiones con mayor acierto, la tranquilidad que hemos respirado durante toda la jornada, los dos ratos de frescor que hemos podido disfrutar en sendos descansos, el cumple de Begoña y, casi lo más importante, el acierto para eludir la dichosa ola de calor, le otorgo a esta excursión: 4 estrellas.
Juan Martínez

FOTOS

miércoles, 24 de julio de 2024

Excursión 791: Las Calderas del río Cambrones

FICHA TÉCNICA
Inicio: 
Granja de San Ildefonso
Final: Granja de San Ildefonso
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 10,6 Km 
Desnivel [+]: 267 m 
Desnivel [--]: 267 m
Tipo: Ida y vuelta
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 8

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RESUMEN
Han pasado ya 11 años desde que en el verano de 2013 supe de los secretos que guardaba el río Cambrones y programé conocerlos en la excursión 145 y desde entonces hemos vuelto todos los años, cautivados por la belleza y frescor que esconde este río.

En cada ruta, nos ha dado a conocer su joya más preciada, las calderas, que es como en la Granja llaman a las pozas, que ha labrado en su descenso desde el puerto de Malagosto, donde nace, a casi 2.000 metros de altitud, y que entrega sus aguas al río Eresma en el embalse del Pontón Alto, junto a La Granja de San Ildefonso, a 1.100 metros, tan sólo 14 kilómetros después.

Quedamos en la explanada que hay nada más pasar la bonita puerta de Segovia, labrada en hierro, rematándose su cerco por la parte superior con palmas enlazadas y las cifras del Rey fundador, cobijadas por una corona Real, se instaló en 1774.

Nos reunimos en la Plaza de Palacio, adornada con un bien trazado jardín inglés.

Allí nos hicimos la foto de grupo antes de comenzar a andar, con el Real Palacio de fondo, realzado por dos torreones y en medio la Colegiala, franqueada por las dos secuoyas gigantes conocidas como el Rey y la Reina, plantadas sobre 1856 y cuentan con una altura de 41 metros, acompañadas por un cedro del Líbano también de gran altura. La perspectiva que se ofrece a la vista desde estos jardines es bellísima.

Nos acompañaba por primera vez Gonzalo M. y Lourdes F., dos amigos de Rosana venidos de Mallorca.

Nada más dar los primeros pasos, celebramos que con ellos, José María iniciaba su 500ª excursión, todo un récord. Muchas felicidades en nombre de todo el grupo por tantos kilómetros recorridos.. 

Nos dirigimos a la Plaza de los Dolores, presidida por su emblemática iglesia, con sus dos pequeñas torres lateralesdonación de Isabel de Farnesio en 1764 a la Hermandad de los Dolores.

Se acabó en 1767. Templo barroco muy sobrio. Conserva en su interior la imagen de la patrona, la Virgen de los Dolores, realizada por el gran escultor Luis Salvador Carmona. La plaza estaba muy animada porque los miércoles es cuando en ella montan el mercadillo.

Entre los puestos de fruta y otras viandas, bajamos por la calle de la Reina, salimos por la puerta de la Reina, obra ilustrada de granito y rejería levantada en 1784 bajo el reinado de Carlos III. de estilo neoclásico.

A mi me recuerda un poco a la puerta de Alcalá de Madrid, no en vano son del mismo estilo y de parecida fecha de construcción (1778).

Girando a la derecha, pasamos frete a la Real Fábrica de Cristales, construida en 1727 y reconvertida en museo en 1982 tras su abandono en 1963.

Continuamos por el Paseo del Pocillo, dejando a nuestra derecha la fábrica de vidrio Varescence, que cuenta con una plantilla estable 505 empleados, muchos de ellos residentes en La Granja. La producción alcanza actualmente los 150 millones de envases anuales y cabe destacar que alrededor del 20% del vidrio procede del recuperado por reciclaje.

Dejamos la calle al llegar al Puente de la Princesa, vestigio del regio pasado de esta localidad, y que salva las aguas del arroyo del Chorro Grande, que se ve al fondo a la derecha. Continuamos por una pista de tierra, conocida como Paseo de la Casa de Vacas, que dejamos al alcanzar unos portillos metálicos abiertos, siguiendo, a la izquierda, por la Vereda de la Tejera, que a pesar de su nombre está rodeada de robles.

A poco más de medio kilómetro alcanzamos el río Cambrones, que vadeamos por un puente de madera que cada año está en peor estado. Pasada una portilla giratoria, remontamos el río por su margen izquierda.

Predominan los robles, elegantes fresnos, altos helechos y matas aromáticas: botonera, tomillo, cantueso y en la parte más alta, el cambroño, especie de piorno de florecillas de amarillo intenso, hojas trifoliadas y legumbres pilosas, cuya abundancia en esta zona explica el topónimo del río Cambrones.

La senda ribereña alcanza la Cacera Madre, una presa de captación de agua que se la roba al río mediante una acequia que se lleva parte del caudal a las tierras de cultivo y poblaciones cercanas.

Aquí contemplamos una escena que no olvidaremos, la lucha por la supervivencia entre una culebra de agua y una trucha, desigual enfrentamiento en el que el pez se llevó la peor parte, en mis fotos se puede ver un vídeo del impactante momento.

Nos alejamos un poco del río remontando el paredón lateral para enseguida volver a buscar su orilla y así permanecer lo máximo posible junto al agua, mucho más frescos que por el sendero  principal que sigue el valle alejado del río, casi sin perder altura, por el que sí volvimos de regreso.

Siguiendo la orilla derecha, junto al agua, fuimos remontándolo entre robles, sauces y demás vegetación de ribera.

Enseguida alcanzamos la Caldera Primera, de gran belleza, donde otros años nos habíamos bañado, pero esta vez nos reservamos para la Tercera, mucho más profunda.

A ella llegamos sorteando alguna que otra roca por la que se accede a la Caldera Segunda y las espectaculares marmitas de gigante que la rodean, forjadas por las fuerza del agua y el roce de las piedras o grava, en constante movimiento circular por la fuerza de estas turbulentas y caudalosas aguas, cuan buril de maestro alfarero.

Al tener un complicado acceso, le otorga cierta intimidad aprovechada por los que les gusta el baño con poca ropa.

Otro paso algo complicado entre rocas nos dio acceso a la Caldera Tercera, enclavada en una vaguada con abedules y chopos entre el joven pinar de la otra ladera.

Tiene una profundidad de tres metros, medidos en años anteriores con precisión por nuestro compañero Ángel Vallés. Aquí, casi todos fuimos al agua.

Lo mejor de esta poza está en su inicio, donde su cascada ha labrado un espectacular jacuzzi medio oculto que es toda una delicia.

Desde una roca, no pude resistirme a repetir mi tradicional salto que captado en su justo momento por las cámaras hace que parezca que camino por el agua, por eso José María la llama la caldera del milagro o mágica.

Tras el baño, continuamos por la orilla del río hasta salir a la soleada senda principal, rodeada de matorral seco, que al poco alcanza la fuente del Malpaso, de la que salía un chorro de cristalina y fresquita agua.

Al poco, llegamos a un remanso custodiado por chopos junto a una enorme roca que parece querer taponar el río en un callejón sin salida, obligándolo a desbordar el agua por sus laterales.

Por eso cambiamos de orilla, cruzando el río, sin mayores problemas, gracias a las grandes piedras que lo jalonan, sin embargo, en invierno y primavera es posible que la corriente nos lo ponga muy difícil, como le pasó a un compañero en cierta ocasión.

Desde este punto en adelante, el río Cambrones se precipita alocadamente constreñido entre las pinas laderas de los montes Carpetanos –a levante– y el cerro de la Atalaya –a poniente–, dando numerosos saltos y parones en las angosturas y oquedades que las peñas forman en este espectacular paraje.

Una vez en la margen izquierda, ascendimos un corto pero empinado repecho a una distancia prudencial del río, seguimos un sendero en altura unas decenas de metros hasta descender por una escabrosa pendiente hasta llegar a la primera caldera con nombre propio, la Caldera del Guindo, un remanso de agua clara en la que es la poza más grande de todas y quizás la más bella.

Un poco más arriba, trepando otra cuestecilla, alcanzamos la Caldera de Enmedio, de dificil acceso, llamada así por encontrarse entre la anterior y la siguiente, encajada entre los peñascos tras una pequeña cascada, la Caldera Negra. Continuamos porque a  poca distancia de ella se encuentra la Caldera de las Barbas, llamada así porque el agua desciende a ella por una especie de tobogán, semejando unas barbas.

De regreso a la Caldera Negra, en sus profundas aguas, que no dejan ver el fondo, de ahí su nombre, nos bañamos a placer para refrescarnos. De nuevo me tiré, como de costumbre, desde una de las rocas que cierran esta maravilla. Todo un placer.

Tras el baño, dimos cuenta de los bocadillos y de regreso, al llegar de nuevo a la Caldera del Guindo, donde nos esperaba José María, que no subió a las últimas, nos volvimos a meter al agua para darnos el último baño y así regresar fresquitos.

Volvimos a
la Granja siguiendo ahora la senda principal, mucho más corta, pero expuesta al implacable sol.

Al alcanzar una roca en imposible equilibrio, que parece desafiar las ley de la gravedad, hice una simpática foto al grupo simulando querer moverla, cuestión imposible, por otra parte.

Pasamos de nuevo el puente de madera y, al final de la pista, el puente de la Princesa donde enfilamos el Paseo del Pocillo que nos devolvió a la explanada del Palacio, previa parada en la
fuente que hay a medio camino, donde paramos a refrescarnos y mitigar el calor intenso que a estas horas era bastante molesto.

En la terraza del bar La Chata celebramos con unas cervezas las meritorias 500 excursiones de José María, al que hicimos el paseíllo nada más llegar. Nos invitó junto con Pepa, que celebraba la compra de su nuevo coche, dando así por terminada esta excursión llena de encantos a la que le otorgo 5 estrellas por lo emotiva que fue.
Paco Nieto

FOTO REPORTAJES

domingo, 21 de julio de 2024

Excursión 790: Nocturna al Cerro del Castillo con luna llena

FICHA TÉCNICA
Inicio: Collado Mediano
Final: Collado Mediano
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 12,3 Km 
Desnivel [+]: 568 m 
Desnivel [--]: 568 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas/Agua: No/No
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 23

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta



















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC

RUTA EN RELIVE
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RESUMEN
Me llamó Paco Nieto para ver qué me parecía subir al Cerro del Castillo con luna llena desde mi pueblo, Collado Mediano, y como no podía ser de otra forma, me encantó la idea.

No siempre se puede hacer una ruta saliendo de la puerta de tu casa, ni recorrer con tus amigos aquello que mejor conoces.

Me acerqué al aparcamiento de la entrada al pueblo, junto a la rotonda de la bandera y a la sombra del Castaño de Indias de Collado Mediano, árbol singular nº 271 de la Comunidad de Madrid, con una altura de 21 metros, un árbol majestuoso y emblemático, conocido por su gran antigüedad y belleza, es un símbolo de la naturaleza persistente y robusta, ofreciendo una sombra refrescante en verano y un espectáculo de colores en otoño.

Cuando estuvimos todos, echamos a andar camino de la parroquia de San Ildefonso, la bonita iglesia del pueblo, a cuyos pies nos hicimos la foto de grupo con los 23 participantes de hoy, 8 mujeres, 9 hombres, 4 niños y 2 niñas, en parte gracias a la amplia aportación de la familia y amigos de Carlos M.

Callejeando cuesta arriba, iniciamos la subida al Cerro del Castillo por su lado sur, enseguida alcanzamos la avenida del Pinar, por la que continuamos hasta llegar al depósito de agua.

Desde allí, seguimos por un sendero con tramos escalonados que nos llevaron a La Cobañera, un monumento natural en forma de pequeña cueva, conocida por sus excelentes vistas panorámicas y su importancia histórica y geográfica, que es todo un símbolo del pueblo, forma parte de su escudo.

Junto al conglomerado rocoso hay un excelente mirador del valle que tiene a sus pies, desde el que se divisa el Monte Abantos, el Monte Redondo y las Machotas.

Al alcanzar la pista que circunda la ladera del Cerro del Castillo, pensaba que Paco nos llevaría por el camino más tradicional para subir a la cumbre, pero nos dirigió directos hacia ella por un sendero a la sombra, algo agreste, por el que no había pasado nunca, justo en el límite con la parte devastada por el incendio del verano de 2022.

Un incendio que arrasaba la cara sur del Cerro del Castillo, y que acababa con cerca de 70 hectáreas de vegetación. Todavía quedan algunos troncos calcinados, testigos de la tragedia.

Superada la exigente cuesta, alcanzamos la Pradera del Collado, donde comenzamos a disfrutar de la puesta de sol, que comenzaba a ocultarse entre La Peñota y el Puerto del León, un magnífico espectáculo que disfrutamos aún más desde lo más alto del Cerro del Castillo, al que llegamos tras acercarnos a visitar el mirador en el que antes había una plataforma metálica, que se derrumbó y ahora yace tristemente tirada bajo las rocas, afeando el paisaje.

Contemplando el lento desvanecimiento del sol entre las montañas, tiñendo de rojo el horizonte, nos tomamos los bocadillos encaramados a las rocas de la cumbre, situada a 1341 metros de altura, mientras contemplábamos las impresionantes vistas del Cerro de San Pedro, el embalse de Santillana, la Pedriza con el Yelmo, la Maliciosa, el Puerto de Navacerrada, Siete Picos, Montón de Trigo, Peña del Águila, La Peñota, Cabeza Líjar, Cueva Valiente, Abantos, las Machotas y toda la planicie madrileña. Todo un espectáculo.

Apenas terminamos de contemplar el dorado ocaso por el oeste, tuvimos que girarnos hacia el sureste porque comenzaba a salir la luna llena por el Cerro del Telégrafo, con la Sierra de Hoyo de fondo, un privilegio que disfrutamos entusiasmados, sobre todo los niños, fue un momento precioso.

Desde un promontorio rocoso estuvimos un buen rato contemplando el lento ascenso de la luna, de color rojo al principio, pero que conforme ganaba altura iba blanqueando su redonda cara.

Tras las innumerables fotos, que nunca llegarán a plasmar la grandiosidad de tan mágica escena, comenzamos el descenso por la cara este de la sierra.

Una serpenteante procesión de luces recorrió la cresta, con estupendas vistas del embalse de Navacerrada y un rosario de luces de su pueblo, y por un estrecho sendero encajonado entre el seco matorral bajamos hasta bordear las antenas de Telefónica hasta alcanzar la urbanización Virgen de la Paloma.

En este punto, el grupo se dividió en dos, una parte regresó al pueblo de Collado Mediano por La Cobañera y pasada la media noche llegaron al pueblo.

El resto subimos a Cabeza Mediana, coloquialmente conocido como el Cerro del Telégrafo, pasando por la urbanización de Parque Collado.

Subimos por una amplia senda la ladera de Monteredondo hasta alcanzar la pista que conduce a la cima de Cabeza Mediana.

El vértice geodésico que señalizaba los 1331 metros de altura que tiene este romo cerro, se encuentra partido y tirado en el suelo, una pena. Desde aquí, pudimos apreciar las preciosas vistas nocturnas de los pueblos de la zona y del telégrafo ópticouna estructura histórica utilizada en el siglo XIX para la comunicación rápida mediante señales visuales.

Construido hacia 1846, al estilo del francés ideado por Claude Chappe en 1791, dotado de grandes brazos articulados y una bola, que según su disposición hacían referencia a los distintos fonemas, con los que se enviaban los mensajes cifrados de una torre a otra

Finalmente, descendimos hasta Collado Mediano por el camino de las Canteras, con bonitas vistas de Madrid y pueblos colindantes. Cruzamos la carretera M-601 y concluyendo la ruta a las dos y media de la madrugada.

Fue una excursión memorable que combinó naturaleza, historia y camaradería bajo la luz de la luna llena.

Por lo bonito de la puesta de sol y la luna llena recorriendo los alrededores de mi pueblo, le doy un 4.
Pepa Santos