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RESUMEN
Era el día culmen de la tercera ola de calor que, sin piedad, decretaron los de la AEMET. Afortunadamente, Rosana tuvo la buena idea de proponernos caminar por la Pesquerías Reales, lugar que, aunque nos puede resultar archiconocido, nunca deja de premiarnos con un río Eresma cantarín, un frondoso pinar o un frescor que hace olvidar el apocalipsis que anunciaron ayer todas las secciones de El Tiempo de todos los telediarios del mundo mundial. Aquí la ola de calor solo se manifiesta en las escasas ocasiones en las que nos exponemos al sol. El resto es sombra y agua fresca.
Salimos del aparcamiento del Centro Nacional de Educación Ambiental, más conocido como CENEAM, que está a la entrada de La Pradera, a la derecha según se baja del Puerto de Navacerrada. Éramos ocho. Solo ocho.
Los ciento y pico restantes miembros del GMSMA no pudieron venir, lo supongo porque si no se viene a una excursión propuesta por Rosana es porque no se puede. No hay otra explicación, creo.
Así que, en buen amor y compañía emprendemos la marcha dando rápidamente con el arroyo de Peñalara, fácilmente identificable por el viejo y restaurado Acueducto que abastecía de agua el Palacio de Valsaín.
Cruzado el arroyo, encontramos el río Eresma, en adelante, El Río, y tras cruzar su cauce por el puente de Peñalara, nos encaminamos río arriba por su margen izquierda, retomando la costumbre de hacer dos grupos, por muy pequeños que estos fueren: el grupo de los paseantes y el de los que van ligeritos.
A falta de un día para entrar en agosto, se puede decir que El Río baja agostado y, aunque no faltan pequeños barrizales por el camino, parece como que los helechos y las zarzamoras ya piden agua. Aún así, la temperatura que percibimos en la sombra resulta bastante agradable.
El Río brilla entre sus piedras y el verde de ambas orillas nos invita a caminar con muy buenas sensaciones. Y muy buenas conversaciones.
Puente de Navalacarreta, a 3,3 km de andar. Pequeña parada de reagrupamiento. Seguimos la marcha y comprobamos que ahí sigue, en su sitio, la Peña de la Barca, en la que algunos descubren la corona y el sello real grabado a base de cincel.
A continuación, parte de los paseantes tornan ligeritos y parte de los ligeritos, deciden hacerse paseantes. Así compensamos.
Llegamos a la Boca del Asno. Nos cuenta Rosana que se llama de esa manera porque allá, al otro lado de El Río, escondida entre los matojos, por encima de las marmitas de gigante donde el agua recobra una alegría primaveral, allá, decía, hay una piedra cóncava, y en su concavidad, una segunda piedra de modo que el conjunto asemeja la boca de un asno. También Rosana nos indica dónde se encuentra una nueva grabación de la corona y el sello real.
Localizado el sello, que no la boca del burro, continuamos la remontada de nuestro Eresma hasta llegar al puente del Vadillo. Una nueva parada de reagrupamiento.
En este punto, la única sombra que tenemos se proyecta sobre la plataforma del puente, así que algunos optamos por sentarnos en ella dejando los pies colgando por encima del cauce. No sé por qué razón, siempre me ha parecido que sentarse con las piernas colgando le quita años a uno...Ya llegan. Seguimos.
Y al poco nos encontramos con el puente que cruza el arroyo del Telégrafo, poseedor de la famosa Poza de Los Baños de Venus, que se encuentra, sin cruzar el puente, a nada de la junta de este arroyo con El Río.
Llevamos caminados 7 km. La fuente sigue manando su agua fresca y la poza, siempre dorada con su, esperemos que eterna, cascadita, invita a un buen momento de descanso y refresco.
Se hace corto el momento del ángelus. Emprendemos el regreso. Moviola: Fuente de la Poza de Venus, Puente del Telégrafo, Puente del Vadillo. Paramos la moviola y esta vez cruzamos el puente para continuar río abajo por su margen derecha. Algunos investigamos por la zona para encontrar las fuentes de Vadillos y del Tío Casto, con escaso caudal y prácticamente abandonadas.
En este lado del río tenemos que sufrir un poco el peso del sol sobre nuestras mochilas, pero merece la pena. A la hora de comer llegamos al área recreativa de la Boca del Asno, donde nos recreamos con las cervezas cortesía de Begoña, que cumple no sé si 25 o 26, unos bocatas y unos cafés, que nos proporcionan un buen rato de charleta antes de continuar el camino de regreso para volver a pasar por el Acueducto, subir por el robledal y llegar al Bar Los Porrones, donde comprobamos que, además de saber disfrutar de lo natural, nos encanta el vino, la Fanta y la cerveza.
Por la belleza del recorrido, ya ensalzada en muchas otras ocasiones con mayor acierto, la tranquilidad que hemos respirado durante toda la jornada, los dos ratos de frescor que hemos podido disfrutar en sendos descansos, el cumple de Begoña y, casi lo más importante, el acierto para eludir la dichosa ola de calor, le otorgo a esta excursión: 4 estrellas.
Juan Martínez
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