miércoles, 13 de mayo de 2015

Excursión 232: El Callejón de las Abejas

FICHA TÉCNICA
Inicio: Canto Cochino
Final: Canto Cochino
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 13,4 km
Desnivel [+]: 770 m
Desnivel [--]: 770 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Si
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 30

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta






















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN

Antes de empezar el relato reconocer la dedicación y el buen hacer de Paco Cantos, preparando concienzudamente el trazado, que además de las nuevas tecnologías, complementadas por planos muy elaborados de su puño y letra, dan poca cabida a los errores y es muy de agradecer en esta Pedriza traicionera, en la que todas las piedras se parecen y se les puede dar un nombre distinto dependiendo del ángulo que se mire, todo esto sin desmerecer la magistral dirección de nuestro general de campo “El Boss”.

También hay otra labor callada de Juan arropando a los más retrasados y con dificultades, cerrando marcha y comprobando que nadie se pierde.

Vamos al relato:
“Rediós” (expresión de abuelas sobre todo manifestando fastidio), con que poquicas ganas arranco,  a ver si me entono “escobando” (barrer con escoba) los recuerdos confusos. Al pobre Melchor le toca la tarea de convencer a los que no han hecho crónicas de que la hagan, y empezaron las maniobras de aproximación, pero no sabía que se había topado con un tozudo aragonés, que como tal, si dice no es que no.

A punto estuve de mandarlo a “escaparrar” (a quitar caparras-garrapatas- a los perros, vulgarmente a hacer puñetas) y romper la baraja del guiñote (juego de naipes), pero no tenía la culpa de nada, salvo que para la próxima te aconsejo que entres de otra manera, diciendo simplemente “a qué no la haces”, y esta frase es mano de santo.

Una vez aparcados en Canto Cochino comprobados “morrales” (mochilas) y “gayatas” (bastones) tras hacer los saludos de rigor empezamos la marcha siendo 30 senderistas de los cuales una fémina, Merche, se incorporaba al grupo, seas bienvenida. ¡Ah! Y dos perros, Teo luciendo look veraniego y Mecha tan contenta como siempre.

Comenzamos dirección al refugio Ginés, mirando al cielo que estaba calimoso y gris debido a ese polvo sahariano en el ambiente y que iba a propiciar que los rayos del sol no fuesen tan nítidos y castigasen nuestras pieles que a pesar de protecciones totales siempre sufren.

Una vez pasada la posición del refugio Ginés, comenzó el ascenso zigzagueante entre los árboles y en fila india estirándose poco a poco el grupo y sudando las camisetas debido al esfuerzo y lo bochornoso del día.

Pequeñas paradas de reagrupamiento, hasta que llegamos al arroyo de la Ventana, en el que Antonio decidió que tomásemos un pequeño refrigerio mientras esperábamos el reagrupamiento.

Contentos todos por el descanso, corrían las botas de vino de mano en mano sin saber lo que esperaba. Orden de inicio de marcha y de repente ascenso en 45º, grado arriba grado abajo, sin tener que llegar a escalar y todo por seguir el trazado del tan nombrado callejón de las Abejas, que de haber existido y nos hubiesen “encorrido” (perseguido), más ligeros hubiésemos subido.

Subidos, no sin esfuerzo, unos cuantos metros de altitud, el paisaje empezó a cambiar, el cual solo se veía valga la perogrullada si te dabas la vuelta, porque bastante ocupados estábamos en ascender con el resuello al límite y no darnos ningún “tozolón”  (golpe en la cabeza).

Cuando el terreno lo permitía darse la vuelta era un espectáculo en dos palabras: im-presionante.

Había que seguir subiendo, envidiando a Ángel que haciendo alarde de su poderío físico subía como: vamos a decir como las cabras,  y nos esperaba allá en las alturas sentado como si nada, comparándose a la única cabra que vimos, otros vieron otra: total el susodicho y dos cabras suman tres.

Por fin, llegamos a un punto del dichoso callejón de las Abejas que había que desviarse y paramos para volver a reagruparnos, antes de acometer el paso del collado de la U.

Aquí se montó una especie de improvisado campamento en el que Paco Cantos fue explicando cada una de las piedras con infinita paciencia, ya que se le preguntaba varias veces lo mismo a medida que se iban incorporando, sobre todo la aguja del Sultán. Como en todo campamento cuando se relaja la disciplina empiezan los mercadeos y una botella de acuarius helado en el mercado negro estaba ya por 50 €, con promesa de subida a 100€ cuando terminásemos la ascensión, todo esto aprovechando el día plomizo y caluroso que no nos abandonó en toda la excursión.

Una vez que llegaron los últimos con gran sufrimiento al pasar factura la forma física, reanudamos la subida hasta cruzar el Collado de la U con nuevas paradas y hacer la tradicional foto de grupo, para dar con el Collado de la Ventana, una zona llana tras la escarpada subida que te hacía pensar que estábamos en otra parte no encima de las montañas como así era.

Parada para comer enfrente de una curiosa montaña de piedra con surcos verticales que parecían “caballones de patatas” (un tipo de cultivo). Me acomodé en una piedra con forma de “cadiera” (banco con respaldo aragonés) y así esperamos con Teo dando vueltas para recibir las donaciones de comida no desgravables, salvo la de Antonio por la cuantía.

Momento de partirse el grupo, 11 senderistas tomaron otro camino “alcorzando”   (atajando) para llegar antes a sus labores, los demás iniciamos el descenso con alguna duda de por dónde ir, resuelta rápidamente con plano en mano y decisión de quien está seguro. Y poco más: paso por la pradera de Navaluejos viendo la bola de Navaluejos y otras piedras,  pendientes de bajada, calor y ganas de llegar.

Se valoró ir a ver la piedra de las calaveras pero no había mucho entusiasmo y nos lanzamos a la búsqueda y captura de la charca Kinderlán, que pasamos de largo, pero hubo estreno de temporada de remojones en otras.

Se partió el grupo con el afán de llegar a las cervezas con la intención de beberlas a “pozales” o “baldes” (cubos de distinto tamaño) según la sed en el bar de Canto Cochino, invitaron los rezagados matutinos y poco a poco fueron apareciendo todos, despedidas y a casa.

En cuanto a la valoración de sicarias, debido al calor bochornoso, potenciando el sufrimiento en los ascensos, compensado por la belleza de los paisajes, le otorgo 4 sicarias.
José Antonio Aguerri

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