Inicio: Canto Cochino
Final: Canto Cochino
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 13,4 km
Desnivel [+]: 770 m
Desnivel [--]: 770 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Dificultad: Media
Pozas y agua: Si
Ciclable: No
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 30
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
* Mapas de localización y 3D de la ruta
TRACK
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)
RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN
RESUMEN
Antes de empezar el relato
reconocer la dedicación y el buen hacer de Paco
Cantos, preparando concienzudamente el trazado, que además de las nuevas
tecnologías, complementadas por planos muy elaborados de su puño y letra, dan
poca cabida a los errores y es muy de agradecer en esta Pedriza traicionera, en
la que todas las piedras se parecen y se les puede dar un nombre distinto
dependiendo del ángulo que se mire, todo esto sin desmerecer la magistral
dirección de nuestro general de campo “El Boss”.
También hay otra labor
callada de Juan arropando a los más
retrasados y con dificultades, cerrando marcha y comprobando que nadie se
pierde.
“Rediós”
(expresión de abuelas sobre todo manifestando fastidio), con que poquicas ganas arranco, a ver si me entono “escobando” (barrer con escoba) los recuerdos confusos. Al pobre Melchor le toca la tarea de convencer a
los que no han hecho crónicas de que la hagan, y empezaron las maniobras de
aproximación, pero no sabía que se había topado con un tozudo aragonés, que
como tal, si dice no es que no.
A punto estuve de mandarlo a “escaparrar” (a quitar
caparras-garrapatas- a los perros, vulgarmente a hacer puñetas) y romper la
baraja del guiñote (juego de naipes),
pero no tenía la culpa de nada, salvo que para la próxima te aconsejo que
entres de otra manera, diciendo simplemente “a qué no la haces”, y esta frase
es mano de santo.
Una vez aparcados en Canto
Cochino comprobados “morrales”
(mochilas) y “gayatas” (bastones)
tras hacer los saludos de rigor empezamos la marcha siendo 30 senderistas de
los cuales una fémina, Merche, se incorporaba al grupo, seas bienvenida. ¡Ah! Y
dos perros, Teo luciendo look
veraniego y Mecha tan contenta como siempre.
Comenzamos dirección al
refugio Ginés, mirando al cielo que estaba calimoso y gris debido a ese polvo
sahariano en el ambiente y que iba a propiciar que los rayos del sol no fuesen
tan nítidos y castigasen nuestras pieles que a pesar de protecciones totales
siempre sufren.
Una vez pasada la posición
del refugio Ginés, comenzó el ascenso zigzagueante entre los árboles y en fila
india estirándose poco a poco el grupo y sudando las camisetas debido al
esfuerzo y lo bochornoso del día.
Pequeñas paradas de reagrupamiento, hasta que
llegamos al arroyo de la Ventana, en el que Antonio decidió que tomásemos un
pequeño refrigerio mientras esperábamos el reagrupamiento.
Contentos todos por el
descanso, corrían las botas de vino de mano en mano sin saber lo que esperaba.
Orden de inicio de marcha y de repente ascenso en 45º, grado arriba grado
abajo, sin tener que llegar a escalar y todo por seguir el trazado del tan
nombrado callejón de las Abejas, que de haber existido y nos hubiesen “encorrido” (perseguido), más ligeros hubiésemos
subido.
Subidos, no sin esfuerzo,
unos cuantos metros de altitud, el paisaje empezó a cambiar, el cual solo se
veía valga la perogrullada si te dabas la vuelta, porque bastante ocupados
estábamos en ascender con el resuello al límite y no darnos ningún “tozolón” (golpe en la cabeza).
Cuando el terreno lo
permitía darse la vuelta era un espectáculo en dos palabras: im-presionante.
Había que seguir subiendo,
envidiando a Ángel que haciendo alarde de su poderío físico subía como: vamos a
decir como las cabras, y nos esperaba
allá en las alturas sentado como si nada, comparándose a la única cabra que
vimos, otros vieron otra: total el susodicho y dos cabras suman tres.
Por fin, llegamos a un punto
del dichoso callejón de las Abejas que había que desviarse y paramos para
volver a reagruparnos, antes de acometer el paso del collado de la U.
Aquí se montó una especie de
improvisado campamento en el que Paco Cantos fue explicando cada una de las
piedras con infinita paciencia, ya que se le preguntaba varias veces lo mismo a
medida que se iban incorporando, sobre todo la aguja del Sultán. Como en todo
campamento cuando se relaja la disciplina empiezan los mercadeos y una botella
de acuarius helado en el mercado negro estaba ya por 50 €, con promesa de subida
a 100€ cuando terminásemos la ascensión, todo esto aprovechando el día plomizo
y caluroso que no nos abandonó en toda la excursión.
Una vez que llegaron los
últimos con gran sufrimiento al pasar factura la forma física, reanudamos la
subida hasta cruzar el Collado de la U con nuevas paradas y hacer la tradicional foto de
grupo, para dar con el Collado de la Ventana, una zona llana tras la escarpada subida que te hacía pensar
que estábamos en otra parte no encima de las montañas como así era.
Parada para comer enfrente
de una curiosa montaña de piedra con surcos verticales que parecían “caballones de patatas” (un tipo de
cultivo). Me acomodé en una piedra con forma de “cadiera” (banco con respaldo aragonés) y así esperamos con Teo
dando vueltas para recibir las donaciones de comida no desgravables, salvo la
de Antonio por la cuantía.
Momento de partirse el
grupo, 11 senderistas tomaron otro camino “alcorzando” (atajando) para llegar antes a sus
labores, los demás iniciamos el descenso con alguna duda de por dónde ir,
resuelta rápidamente con plano en mano y decisión de quien está seguro. Y poco
más: paso por la pradera de Navaluejos viendo la bola de Navaluejos y otras
piedras, pendientes de bajada, calor y
ganas de llegar.
Se valoró ir a ver la piedra
de las calaveras pero no había mucho entusiasmo y nos lanzamos a la búsqueda y
captura de la charca Kinderlán, que pasamos de largo, pero hubo estreno de
temporada de remojones en otras.
Se partió el grupo con el
afán de llegar a las cervezas con la intención de beberlas a “pozales” o “baldes” (cubos de distinto tamaño) según la sed en el bar de Canto
Cochino, invitaron los rezagados matutinos y poco a poco fueron apareciendo
todos, despedidas y a casa.
En cuanto a la valoración de
sicarias, debido al calor bochornoso, potenciando el sufrimiento en los
ascensos, compensado por la belleza de los paisajes, le otorgo 4 sicarias.
José Antonio Aguerri
FOTO REPORTAJES
* Foto reportaje de José María Pérez
* Foto reportaje de José María Pérez
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