Inicio: Ucero
Final: Ucero
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 12,3 Km
Desnivel [+]: 66 m
Desnivel [--]: 47 m
Distancia: 12,3 Km
Desnivel [+]: 66 m
Desnivel [--]: 47 m
Tipo: Ida y vuelta
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 19
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 19
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
TRACK
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)
RUTA EN WIKILOC
RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN
Son muchos los parajes naturales
que se pueden encontrar en la provincia de Soria, pero el Cañón del Río Lobos
sin duda supera en belleza a todos ellos. Por esto y por estar en la ruta del
camino de vuelta a Madrid, Juan nos reservó esta espléndida excursión como
colofón a nuestras andaduras por los Picos de Urbión.
RESUMEN
Nos fuimos de Duruelo de la
Sierra con algo de nostalgia, por lo bien que lo habíamos pasado.
De camino al
inicio de la ruta, los 19 participan tes paramos en el Mirador de la Galiana, también
llamado Balcón de Castilla, para contemplar las impresiona ntes vistas que desde él se tienen: Ucero, a los
pies de su ruinoso castillo amurallado del siglo XII, el nacimiento del río
Ucero, a la salida del Cañón del río Lobos y el incesante vuelo de buitres
leonados sobre nuestras cabezas.
Tras descender por la sinuosa
carretera que nos llevó a las puertas del cañón, nos sorprendió el colorido y
agrietamie nto de
los farallones que lo moldea. Aparcamos junto a la bella Poza de
Valdecea, cubierta de eneas, lentejas de agua, juncos de esteras,
nenúfares y rizos de agua, toda una constante a lo largo del río Lobos.
Remontamos el río por una sombreada senda pegada a él, que en
1,1 km nos llevaría , entre enebros, gayubas y aliagas , al magnífico paraje donde se encuentra la ermita de San
Bartolomé , lugar
mágico donde los te mplarios construyeron este cenobio , a
caballo entre el románico y el gótico , al que s e le atribuyen geometrías esotéricas, por estar en la
vertical de España . Nos seducen sus dos rosetones, uno en cada astial del transepto,
cuyas celosías evocan influencia s musulmanas en la forma del entrelazado que compone una
estrella lobulada de cinco puntas, que dicen simboliza la parte negativa o
maléfica del conocimiento.
Cruzamos un puente de madera para
adentrarnos en la misterios a y esotérica cueva Grande de San Bartolomé, en la que se encontraron grabados
esquemáticos de la Edad del Bronce y en la que, según parece, se realizaban ofrendas
a los dioses de la fertilidad.
Volvimos sobre nuestros pasos a
la explana de la Ermita, que parecía una alfombra de flores, para desde ella
ascender a la Ventana del Diablo, singular mirador de caliza con inmejorables
vistas del cañón, sobrevolado por colosales buitres leonados.
Continuamos remontando el río
Lobos, admirando sus transparentes aguas quietas, que frecuentemente formaban verdosas
charcas de extraordinaria belleza en las que se reflejaban los altos riscos,
cubiertas de nenúfares en flor y juncos, que en nada envidiaban a las exóticas riberas
egipcias del Nilo.
El camino estaba salpicado de desafiantes
y erosionados riscos, oscuras cuevas y simas en las escarpadas paredes del
desfiladero y singulares construcciones, como el Colmenar de los Frailes, fabricaban
con troncos huecos de árboles, donde los templarios recogían la miel.
La senda asciende siempre a la
orilla del río, amenizada por el incesante croar de las ranas, bajo la sombra
de chopos, alisos, álamos, sauces, pinos y encinas, todo un estímulo
para nuestros sentidos, abrumados por tanta belleza.
Junto a una de las innumerables charcas
paramos a descansar, mientras esperábamos a una pareja que en tan romántico
lugar se había “distraído” buscando mariposas. Costó reanudar la marcha tras sestear
en la mullida alfombra floreada de la ribera del río, pero otra vez en pie, continuamos
el inapreciable ascenso, entre riscos que se asomaban al valle como barcos
encallados, usados por los buitres como inmejorables miradores desde donde
otear a sus presas.
Antes de llegar a la Fuente del
Rincón nos topamos con un numeroso rebaño de ovejas, ajenas a su privilegiado
entorno, que ignoraron nuestra presencia, más atentas en buscar la hierba más
tierna que a contemplar el paisaje.
Nosotros, más atentos, disfrutamos de los paisajes que nos ofrecía el río y con los saltos
de las ranas, que de nenúfar en nenúfar se entretenían en busca de algún
mosquito.
En las proximidad es de la Cueva Negra paramos a comer, con el sol
cada vez más alto, robándonos la sombra del paredón que nos cobijaba. Terminado el
descanso, volvimos sobre nuestros pasos, lamentando que la falta de tiempo no
hubiera hecho posible llegar hasta el Puente de los Siete Ojos, del que nos
separaban aún 4 Km.
El regreso al aparcamiento lo
hicimos a buen ritmo, tratando de ganar tiempo al cada vez más caluroso día, lo
que hizo que nos supiera a gloria el agua de la Fuente de Valdecea, al final de
espléndida excursión.
Hechas las despedidas, partimos
hacia Madrid, con un cúmulo de gratos recuerdos de todo lo vivido y visto en
las cuatro rutas por los Picos de Urbión.
Por todo lo anterior, esta
excursión bien se merece una puntuación de 4 sicarias.
Paco Nieto
FOTO REPORTAJES
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