miércoles, 16 de junio de 2021

Excursión 565: Valle del Eresma desde Boca del Asno

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: Boca del Asno. Valsaín
Final: Boca del Asno. Valsaín
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 14,6 Km 
Desnivel [+]: 250 m 
Desnivel [--]: 250 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 3
Participantes: 22

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta



















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx) 

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH 
* Mapa 3D (archivo kmz)

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RESUMEN
Este miércoles empezamos la temporada de verano, y los rigores de esta época del año hacen que elijamos rutas fresquitas y con buenas dosis de sombra.

Antonio por estas fechas suele ir al norte, buscando picos más altos en compañía de su hijo y los amigos de este, y Paco se ha ido a Alicante, donde pasará una temporada, así que alguien se tiene que encargar de organizar la marcha y como no había otro más cerca o con más papeletas, la china me ha tocado a mí.

La ruta la ha elegido Paco y me ha enviado el track, no para ni estando lejos. La senda elegida es un clásico: Recorrido por el Camino de las Pesquerías siguiendo el curso del río Eresma a uno y otro lado de este.

Hemos quedado a las diez de la mañana en el aparcamiento de la Boca del Asno y soy el primero en llegar. He ido a Fuenlabrada a recoger a Dino, el perro de mi hija, para la que será su primera excursión del GMSMA y he sido bastante prevenido por el tema del posible tráfico mañanero de la M-50.

Estando allí, recibo una llamada de Pepa. ¿Habrá pasado algo? Pues que no viene. Que se ha quedado tirada con el coche nada más salir de su pueblo. ¿Vaya faena!

Llamo a José Luis Molero y le hago retroceder desde el Ventorrillo para recoger a Pepa y vuelvo a llamar.

Pepa me dice que está esperando a la grúa y que como no sabe lo que tardarán y que como luego tiene que ir al taller, pues que no nos preocupemos y que esta vez no irá a la ruta.

Llamada de nuevo a José Luis: ¡Que no vayas, que la Pepa no viene! Y vuelta de nuevo. 
¡Empezamos bien! Una vez contados todos -con alguna ausencia más- y como ya no falta ninguno por venir, decidimos emprender la marcha.

Como las previsiones del tiempo eran de posible lluvia a partir de las dos o tres de la tarde, decidimos hacer la ruta en sentido hacia el Puente de la Cantina por la margen derecha del Eresma -la que está más cerca de la carretera-, para que a la vuelta tengamos la posibilidad de escape si es que hay un diluvio.

Comenzamos con una temperatura muy agradable, bajo la agradecida sombra de los pinos y entre el discurrir del río. Todo nos hacía presagiar una placentera ruta sin sobresaltos, o eso creíamos.

Pronto, y después de atravesar algunos pequeños arroyos, llegamos al Puente de los Vadillos, donde nos reagrupamos y decidimos hacernos la habitual foto de grupo todos guapos y sonrientes.

Un poco más adelante, encontramos otro cruce de puentes y pasamos a otro lado del Eresma, por donde seguimos por la margen izquierda hasta llegar al Puente de la Cantina, que tiene una bonita fuente y a la que no iremos a ver porque es de todos archiconocida.

Hemos seguido pegados al río todo lo posible, y la subida hacia el puente la hacemos llegando a tocar el muro de este y por una senda estrecha por donde solo cabe una persona y rodeado de maleza alta y… ortigas urticantes que tratamos de esquivar en la medida de lo posible.

A partir de aquí, seguimos por el GR-10 -en su variante 10.1- hasta llegar al Puente sobre el arroyo del Telégrafo, donde nos desviaremos siguiendo su curso.

Enseguida, cruzando por algún que otro puente, llegamos a la poza llamada Baño de Venus. Por ahí he leído que el nombre le fue puesto por los acompañantes de Carlos III en sus andaduras por estos lugares.

Aquí decidimos parar para almorzar y, sin pensarlo mucho, varios atravesamos el arroyo para colocarnos en una gran losa de granito que está algo inclinada hacia la poza. Digo sin pensarlo mucho, porque en realidad si que lo pensé. Vi una piedra lisa a la orilla del río y pensé en que, sin lugar a duda, mojada resbalaría.

Durante el almuerzo, los cuatro perros que nos acompañaban cruzaron, se mojaron, chapotearon y fueron de lado a lado empapándolo todo a su paso.

Después del almuerzo, Carolina nos ofrecía unas apetecibles pastas segovianas para endulzarnos el día, y al disponerme a bajar por la piedra… sucedió lo que minutos antes había intuido: Noté que la piedra resbalaba mucho y al intentar darme la vuelta para rectificar la trayectoria… trompazo que me di y que me dejó seco en el pétreo y húmedo suelo. Todos preguntaban: ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño? A lo que solo pude contestar con un sí rotundo.

Sí, me he hecho bastante daño y me duele el hombro derecho. Me levanté como puede y buscamos una salida por la parte de atrás de ese fabuloso tobogán y así evitar un nuevo incidente.

En estos casos la ayuda de los compañeros es fundamental. Julián me cogió la mochila, me dio un ibuprofeno. Carolina me dio una botella con agua y hielo para ponerme en el brazo, además de esas fantásticas pastas segovianas para pasar el mal trago.

El caso es que había que continuar la ruta, así que con el brazo inmóvil y a seguir hacia delante. 

Los que escapamos de la losa resbalosa, cruzamos de nuevo el arroyo del Telégrafo por un puente de madera y, todos juntos, seguimos hasta el siguiente: el Puente de los Vadillos, que no cruzamos, ni antes, ni ahora.

Charlando con Javier Crespo sobre la caída, me dijo que hacia un rato él también se había tropezado en uno de los puentes, formado por grandes rocas, y que estuvo a punto de caer al rio. Por fortuna solo se hizo algún arañazo en la palma de la mano al apoyarla. ¡Vaya día de ruta tranquila y apacible!

Antes de llegar de nuevo a La Boca del Asno, cruzamos el arroyo del Tesoro y el de Las Cárcavas y una vez allí, decidimos seguir hasta completar la ruta. Mi brazo no me dolía mucho, solo si lo intentaba levantar.

Al llegar al Puente de Navalacarreta, José Luis y Raquel deciden cruzarlo y así acortar la ruta, pues tienen hora de retorno, así que serían estrellas fugaces.

A continuación, pasamos cerca del Vado de la Reina sin verlo, aunque tampoco lo buscamos. Atravesamos el arroyo de los Acebos y el arroyo del Guindo hasta llegar al punto de regreso, que no era otro que el Puente de Peñalara.

Ya de nuevo en la margen derecha del Eresma, pasamos por la fuente de Máximo, cruzamos el área recreativa de Los Asientos y otros dos arroyos, el de Valdeclementillo y el de la Boca del Asno. Y así llegamos al final de nuestra ruta.

El bar de la Boca del Asno estaba abierto y terminamos la bonita caminata comiendo en las mesas de madera que allí hay con una fresquita y bien merecida cerveza.

Pero como día de incidentes, José María también había perdido el reloj y se fue a buscarlo. Milagrosamente lo habían encontrado unos chicos que andaban por el camino y al reconocerlo se lo devolvieron.

Yo, por mi parte, perdí unas gafas de ver de poco valor, pero el destino hizo que también José María las encontrase y más tarde, de forma muy de agradecer, me las llevó hasta mi casa. Esa es la amabilidad de las gentes del GMSMA.

Lo dicho, una bonita excursión y de fácil discurrir, siempre cerca del Eresma, que a pesar de los incidentes disfrutamos bastante.

Lo que está claro, es que cuando menos te esperas que pase algo es cuando más peligro corres por estar desprevenido, así que a aplicarse el cuento y no bajar nunca la guardia.

Por lo bonita que es la ruta, le daría todas las Sicarias del mundo, pero por lo fácil y por la alta tasa de incidencias, lo voy a dejar en “Tres Sicarias”
Jorge Isidro Sánchez

FOTO REPORTAJES

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