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RESUMEN
Había ganas de pisar las primeras nieves de la temporada, por lo que Antonio nos convocó en el puerto de Cotos con la idea de subir a Peñalara. No se auguraba buen tiempo, al final de la mañana estaba previsto mucho viento, pero teníamos la esperanza de estar de vuelta para entonces.
Conforme nos acercábamos al puerto de Navacerrada, el cielo se ponía cada vez más cubierto, lo que presagiaba que en el de Cotos aún estaría peor, como así fue.
Al llegar al aparcamiento de Cotos, había más coches de lo esperado para un día entre semana. Mientras nos poníamos todo el equipamiento invernal recomendable, nos visitó Peñalaru, un zorrillo que se ha aficionado a buscar comida por allí y al que los asiduos han acabado por ponerle ese nombre.
La poca visibilidad que había en el puerto nos hizo cambiar de idea, en lugar de subir a Peñalara, iríamos a Peña Citores, para después regresar por el Camino Viejo del Paular. Una vez habíamos llegado todos, formamos dos grupos. Del primero comencé a tirar yo, del segundo Antonio.
Por la escalinata de madera que hay detrás de Venta Marcelino llegamos a la explanada que hay junto al antiguo albergue del Club Alpino Peñalara para, rodeándolo, alcanzar el Mirador de Lucio, donde comienza la senda del Batallón Alpino.
Por ella nos internamos en el denso pinar, comenzando así un ascenso constante por la loma de Dos Hermanas, con mucha nieve, aunque al estar pisada, no se hacia muy difícil avanzar por ella, afortunadamente para el grupo.
La senda discurre por un bosque de pinos silvestres, que estaban cargados de un blanco manto de nieve. Asciende en dirección noroeste, con vistas a la Bola de Mundo y las pistas de Valdesqui y está marcada con algún que otro hito y círculos amarillos.
El Batallón Alpio, fue organizado en septiembre de 1936 para mantener a raya desde las cimas más altas de Madrid a las fuerzas rebeldes acantonadas en La Granja. Ellos abrieron desde el puerto de Cotos (1.848 metros) esta senda para abastecer las posiciones de Peña Citores (2.181), Dos Hermanas (2.285) y Peñalara (2.428), superando aquí los tres peores inviernos que nadie haya pasado jamás en la sierra de Guadarrama.
A poco de llevar una hora caminando, dejamos la emboscada y sombría ascensión por el pinar para intentar continuar por el lampiño piornal, completamente cubierto de nieve, con la intención de alcanzar el collado raso donde nace el arroyo del Infierno, paradójicamente en un manantial con nombre mucho más angelical: la Fuente de los Pájaros.
Pero de repente la senda desapareció, engullida por la nieve, traté de recuperarla, pensando que quedaba algo más arriba de por donde íbamos, pero no, entonces la busqué algo más abajo, pero tampoco. Hasta me costó volver a la senda original, donde esperaba el resto.
Estaba claro que avanzar con tanta nieve blanda sin raquetas era materialmente imposible, nos hundíamos hasta las rodillas a cada paso, cuando de repente, cerca de nosotros contemplamos con asombro cómo descendía trabajosamente, ladera abajo, un montañero con claros síntomas de estar agotado, con los labios blancos y mirada perdida, incluso, en una de las zancadas se cayó y, no sin cierta dificultad, pudo volverse a ponerse en pie.
Le pedimos que se acercara a nosotros, donde la senda pisada le haría más fácil caminar, allí nos contó que sobre las siete de la mañana inicio el ascenso a Peñalara para sacar unas estupendas fotos del amanecer desde su cumbre, pero que al descender, llegando a Dos Hermanas, se desorientó por la densa niebla y ventisca que asolaba sin clemencia la zona y, en lugar de ir a parar al inicio de las zetas que bajan hacia Cotos, debió de descender hacia el collado de Peña Citores, por un fatigoso infierno que acabó agotándolo y sin saber dónde estaba.
¿Dónde estoy?, nos preguntó en varias ocasiones y por más que le decíamos que en la Senda del Batallón Alpino, no acababa de ubicarse.
Los ladridos de los perros, les hizo ir a nuestra búsqueda, porque de lo contrario hubiese acabado en el barranco del Infierno y con la que se esperaba por la tarde, no quiero ni pensar qué le hubiese pasado de no habernos encontrado.
Este suceso y el ver que sin raquetas era imposible avanzar mucho más, nos hizo tomar la decisión más sensata, regresar a Cotos. Una vez le oí decir a Carlos Soria, que se había dado la vuelta muchas veces. No pasaba nada, por eso nunca le habían tenido que rescatar, ni asistir por congelación. ¡Cuánta razón tenía!
Y así lo hicimos, descendimos por donde habíamos subido, ahora con uno más, nuestro rescatado. A mitad del camino, Oleg nos hizo una nueva demostración de que la nieve es idónea para darse un baño casi sin ropa, rememorando sus costumbres siberianas.
Al llegar de nuevo a la explanada del albergue, nos hicimos la foto de grupo y nos fuimos a Venta Marcelino a tomarnos el almuerzo de media mañana, con la idea de que luego intentaríamos subir a Dos Hermanas por las zetas, pero una vez reconfortados con calditos y cafés y viendo que el temporal iba a más, se diluyeron las ganas de continuar y decidimos dar por terminada esta accidentada excursión, a la que le otorgo un 3 de nota.
Al menos nos fuimos contentos por haber ayudado a Miguel (Me habéis salvado la vida, nos dijo al despedirse) y además disfrutamos de las primeras nieves, con eso nos contentamos.
Paco Nieto
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