domingo, 16 de abril de 2023

Excursión 691: Ruta Vicentina. Almograve - Vila Nova de Milfontes

FICHA TÉCNICA
Inicio: Almograve. Portugal
Final: Vila Nova de Milfontes. Portugal
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 13 Km 
Desnivel [+]: 100 m 
Desnivel [--]: 124 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Media
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 5
Participantes: 42

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


































PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

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RESUMEN
Qué difícil es escribir la crónica de unas rutas en las que el paisaje es tan impresionante que te quedas muda ante tanta belleza, en las que una sola imagen vale más que un millón de palabras: ese mar embravecido, esas masas gigantescas de agua que estallan en las rocas formando montañas de espuma blanca es un espectáculo que no te cansas de mirar una y otra vez, hasta tal punto que solo consigue arrancarte del borde del acantilado la evidencia de que los compañeros han reiniciado la marcha y hay que seguir porque no quieres quedarte sola.

Qué difícil es también diferenciar ahora una ruta de otra porque, aunque cada una de ellas ha sido única, todas se parecían en cuanto a que seguían el perfil de la Costa Vicentina, con sus playas vírgenes, sus dunas de arena fina, su vegetación rebosante de flores multicolores y el inmenso océano que veíamos casi permanentemente desde lo alto.

Pero intentaré, con la ayuda de vuestras fantásticas fotos, mapas, etc, ordenar mi embarullada memoria:

Este segundo día, aunque luego nos iba a castigar con un calor sofocante a ratos, era todavía fresco cuando iniciamos la ruta en Almograve. Aparcamos cerca de una pequeña iglesia de color azul donde debían estar celebrando algún evento religioso porque había cantidad de gente alrededor.

La rodeamos y enseguida fuimos a parar a una senda ancha que pronto se fue estrechando hasta convertirse en un bosquecillo con abundante sombra y vegetación que acabó abriéndose de repente a la luz cegadora de la duna y el mar.

Desde ahí fuimos descendiendo hasta cruzar un arroyo que desembocaba directamente en una preciosa playa donde nos hicimos la foto de grupo.

Subimos, bajamos y volvimos a subir por dunas que nos iban llenando las botas de arena casi sin darnos cuenta, nos acercamos, siguiendo pequeñas sendas secundarias, a espectaculares riscos donde el mar golpeaba y hasta a veces nos llegaban las salpicaduras, todo un placer porque ya el calor empezaba a aumentar.

Tomamos el tentempié en lo alto de un acantilado, frente al mar y con una brisa fresca que nos dejó nuevos.

Continuamos la marcha, volvimos a encontrarnos con las cigüeñas que, aunque ya vistas en la primera ruta, no dejaban de asombrarnos; qué facilidad tienen estas aves para elegir el mejor lugar del mundo donde vivir!

Nos llamaron la atención también las curiosas formaciones de las distintas rocas: desde los espectaculares plegamientos hasta las figuras circulares y los arcos perfectos, pasando por las grandes extensiones de piedra erosionada que hacía imaginar prehistóricos cementerios de monstruos marinos, o las dunas fósiles de color casi blanco, o las distintas tonalidades de la arena, dorada, casi negra en algunos puntos, roja en otros, deslumbrante siempre...

Hacia la mitad del recorrido el grupo fue dividiéndose y dispersándose, unos eligieron seguir la senda marcada, más alta y alejada de los precipicios, otros preferimos bordear la costa, acercándonos por bifurcaciones de la senda a muchos de los salientes que se asomaban al mar.

En un momento determinado, cerca ya de la Praia das Furnas, nos vimos obligados a remontar la duna para continuar por una senda interior bastante impracticable porque no encontrábamos la manera de bajar directamente a la playa desde el acantilado.

Al encontrarnos de pronto con una carretera que parecía alejarse de la costa hubo una cierta confusión, no estaba muy claro si había que seguir por ahí, el sol pegaba fuerte y la idea de dejar la playa atrás no acababa de convencer a casi nadie, así que dimos marcha atrás para buscar de nuevo una senda de bajada rápida.

Finalmente, excepto algunos atrevidos de piernas largas que se tiraron casi de cabeza al mar en un descenso imposible, el resto tuvimos que rendirnos y volver a la carretera asfixiados de calor.

No fue para tanto, en realidad estábamos bastante cerca de la playa, a la que llegamos sedientos. Nos refugiamos en el estrecho margen de sombra que dejaban las rocas del fondo, donde hacía hasta frío, y nos comimos nuestras últimas provisiones con la poca agua que nos quedaba mientras mirábamos las tremendas olas que rompían con violencia en la misma orilla (algún, y alguna, valiente se atrevió a enfrentarse a ellas, aunque parecían querer engullirte a poco que te acercaras).

Acabamos la ruta en el chiringuito situado en la desembocadura del rio Mira con unas estupendas cervezas. Y, una vez descansados, la mayoría cruzó la ría-río en un barquito que les llevaría a un embarcadero situado justo bajo la fortaleza de Sao Clemente, en Vila Nova de Milfontes. Otros la cruzamos en el coche-escoba. Y creo que alguien se quedó con las ganas de atravesarla a nado.

A pesar del calor que sufrimos en algún momento, no puedo dejar de dar la máxima puntuación a esta ruta, creo todo lo demás compensa de sobra.
Rosa Pérez 

VÍDEOS

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