miércoles, 19 de abril de 2023

Excursión 694: Valle de la Fuenfría por la Ducha de los Alemanes

FICHA TÉCNICA
Inicio: Las Dehesas. Cercedilla
Final: Las Dehesas. Cercedilla
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 13,7 Km 
Desnivel [+]: 662 m 
Desnivel [--]: 662 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 23

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

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RESUMEN
Mientras un grupo del GMSMA estaba haciendo la ruta Vicentina en Portugal, los que nos quedamos nos tuvimos que conformar con un destino un poco más modesto. Todos los miércoles debe haber excursión, y si parte del grupo se va a algún destino algo más exótico, es ineludible que los que se quedan no permanezcan en casa de brazos cruzados. Por eso, Antonio me pidió que preparara una excursión alternativa.

El tiempo primaveral es muy variable y, con respecto a las temperaturas, las predicciones meteorológicas eran bastante inciertas. ¿Dónde ir para poder modificar, sobre la marcha, y en función de la temperatura, la ruta? El Valle de la Fuenfría reúne las condiciones. Si hiciera fresco podríamos tomar el oeste del valle aprovechando el sol de la mañana, para luego bajar por la sombra. Si hiciera calor, realizar nuestro recorrido íntegramente por la umbría.

Así pues, comenzamos nuestra andadura en el aparcamiento de las Dehesas, frente a Casa Cirilo.

El día era ideal, ni frio ni calor. Decidí hacer el ascenso por la solana, y una vez que apareció el senderomago rezagado del que yo no tenía constancia que viniera (ya tenía a quien encargarle la crónica), arrancamos subiendo directamente al Camino de Segovia, camino que yo siempre he considerado preferible para subir al Puerto de la Fuenfría frente a otros más empinados y pedregosos o más sosegados, pero largos.

Al pasar la fuente de los Acebos, hicimos la preceptiva parada del Ángelus mientras llegaban los últimos compañeros rezagados, y una vez que todos estuvimos repuestos, pues yo tenía mis planes de parada para comer e íbamos un poco justos, proseguimos nuestra marcha hacia el ya cercano puerto.

Cercano, pero no por ello de ligera subida, ya que, debido a unas obras que se hicieron, hace ya muchos años, en la Carretera de la Republica, por el talud, los últimos metros de este camino se hacen empinadísimos. Pero no hay que exagerar, varios resoplidos y ya está, estábamos en el Puerto.

Aquí, parte del grupo prefirió no seguir subiendo y caminar tranquilamente hacia Navarrulaque donde, según convenimos, nos esperarían. Mi cronista elegido me dijo adiós, que se bajaba con el otro grupo, y yo con un palmo de narices. El resto tomamos una senda que parte hacia la izquierda unos 200 metros bajando la pista.

La senda está casi cerrada por la vegetación, y tras una ligera subida, trascurre horizontalmente por curva de nivel por encima de lo que se conoce por El Lanchazo, que es esa inmensa calva de piedra que se ve por encima del Mirador de la Reina (o de la Calva). Un poco más adelante, nos encontramos con el camino Schmidt, que partiendo desde la Pradera de los Corralillos sube hacia el Collado Ventoso, y por el que nosotros recorrimos los 400 metros que faltaban hasta el collado.

Otro de los caminos históricos de este valle es la Senda de los Alevines. Este corto camino de tan solo un kilómetro, en horizontal y con ese nombre, de los alevines, puede parecer insignificante. Pues bien, no lo es. De hecho, hasta ese momento no había escuchado queja alguna por parte de los participantes.

El camino pasa por debajo del segundo de los picos de Siete Picos, y está lleno de roquedales graníticos caídos. Durante algunos metros, se asemeja a la Pedriza, y es aquí donde empezaron los lamentos: «Ya sabía yo que trayéndonos Paco Cantos no hubiera piedras, etc. etc.»

Al final, no fue para tanto, y llegamos a la Pradera de Majalasna a la hora prevista para el bocadillo y algo más.

Unos cuantos subieron al pico que —siempre me ha sorprendido— ostenta el número uno de los picos a pesar de ser el de menor altitud y de ser el único que solo se ve desde la vertiente madrileña. Nos dio tiempo para tumbarnos un rato a sestear en la pradera, cosa que gustó a los asistentes y algunos propusieron que se implantara esta costumbre en todas las excursiones del grupo.

De ahora en adelante, les dije, ya todo es bajada hasta los coches, y continuamos bajando estos dos kilómetros que hay hasta Navarrulaque. Este camino nunca me ha gustado por sus bajadas empinadas y descarnadas por una zona que, salvo las vistas del Cóncavo de Siete Picos, no me llaman especialmente la atención.

Llegamos pues a Navarrulaque. Yo había quedado con el otro grupo en el refugio, pero… no había nadie. Llamé por teléfono; que gran invento, el móvil. «Hola, ¿dónde estáis?» «…amos e e loj» «Espera que os llamo otra vez» «El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura» Pues sí es un gran invento siempre que haya cobertura. Miramos en el Reloj de Cela, que fue lo que yo entendí, y visto que no aparecían y que no podíamos establecer comunicación con ellos, decidí seguir con la ruta prevista.

Nadie que no vea la Senda Victory con ojos del pasado puede comprender su existencia. Mirando el mapa observamos como la Carretera de la República recorre, con pendiente muy uniforme, desde las Dehesas hasta el Puerto, toda la vertiente este del Valle. Pero a principios del siglo XX, cuando a ninguno se le ocurría aventurarse por estos misteriosos parajes, Antonio Victory trazó una ruta que llevaba desde el Chalet de Peñalara, origen de todas las rutas, hasta Navarrulaque. En aquella época no había pistas forestales ni carreteras, por eso a alguno le sorprendió que fuéramos por un camino paralelo, al principio, a la pista, y más cuando el camino empezó a ¡subir! ¿Pero no habíamos quedado en que ya era todo bajada? Bueno, más o menos.

Al igual que lo que nos pasó en la Senda de los Alevines, ahora estábamos pasando por debajo de Majalasna y aquí el camino tiene que pasar por encima de un inmenso roquedal. Menudas protestas. Que esto no es bajar. Que yo veo en el mapa que si bajamos por este camino vamos derechos a los coches. Pues claro que llegaríamos antes, pero se trataba de llegar al mirador de Matagitanos y desde allí bajar por una senda muy agradable hasta la Umbría de la Navazuela donde se encuentra la conocida Ducha de los Alemanes. Al llegar allí, allí sí, todo el mundo estaba entusiasmado. Durante nuestra marcha, pude, por fin, comunicarme con el otro grupo, y acordamos encontrarnos en la curva del arroyo de la Navazuela, justo por donde se sube a la Ducha de los Alemanes.

Cuando abandonamos la ducha y llegamos a la curva, como dos equipos sincronizados, el otro grupo llegaba por la pista. En ese punto no seguimos por la pista, sino que continuamos bajando por la margen izquierda del arroyo.

Unos cuatrocientos metros más abajo, este arroyo se junta con el de la Fuenfría para formar el río de la Venta, por cuyas márgenes bajamos, primero por la izquierda y, tras pasar un puente de madera, por la derecha, recorriendo uno de los parajes, para mí, más bonitos del Valle.

Enseguida llegamos al Camino Agromán que lleva directamente al Puente del Descalzo, por el que pasa la Calzada Romana. Junto al puente de piedra, se encuentra la Fuente de la Salud y una lápida funeraria con una cruz y la inscripción «RIP» de la que ignoro su pertenencia.

Un escaso kilómetro nos separaba ya del aparcamiento, junto a Casa Cirilo, a la que llegamos sin ningún esfuerzo. Pero, nos encontramos que estaba cerrada, por lo que no pudimos tomar nada, como suele ser habitual rematar nuestras excursiones.

Al final el cronista se marchó y aquí me tenéis relatando yo mismo nuestras aventuras, que califico con 4,5 porque la excursión perfecta no existe.
Paco Cantos


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