RESUMENImagino que debido a que el tiempo anticipaba ser espectacular y al tratarse de una ruta “muy céntrica”, muchos senderomagos (45) nos unimos a esta excursión, incluyendo a algunos que hacía tiempo no nos veíamos, como Flor que consiguió su estrella negra de 100 excursiones.
El día resultó caluroso con un sol luciendo espléndido, que hacía que el verde de la hierba, exuberante debido al lluvioso mes de marzo, se viera de forma más intensa.
Comenzamos la excursión a la
Casa de Campo, llamada así porque nació para ser la casa de campo de la monarquía y nobleza, desde el aparcamiento de
Rodajos, iniciando nuestra caminata por senderos que en algún momento nos hacían olvidar que estábamos en la Capital, porque recordemos es el parque público más grande
Madrid.
Hicimos un pequeño alto en el camino para observar el tronco de un árbol que alguien dijo tenía 150 años, según sus anillos.
A continuación paramos en el jardín, con hospital de insectos incluido, con un monumento dedicado al
Sagrado Corazón, donde Paz, con su sapiencia, nos hizo una pequeña explicación del mismo.
La imagen religiosa está custodiada por dos obuses de la guerra civil pintados de color verde. Todo el conjunto está rodeado por un cuidado y pequeño jardín.
El lugar tiene un origen bélico (durante la Guerra Civil la Casa de Campo fue zona de grandes enfrentamientos) pero hoy es parada tranquila en la ruta de ciclistas y paseantes.
Pasamos por el redil de las ovejas “bomberas” que pastan y de paso limpian la vegetación que puede convertirse en combustible de cara a la época de incendios estivales. Este año, se van a hartar a comer!!!
Además regeneran y fertilizan el suelo y a nivel cultural y educativo, sirve para aproximar lo rural a la ciudad. De hecho, encontramos a alumnos de un colegio pasando un estupendo día.
Allí posaron, para una divertida fotos, los compañeros con apellidos a tono con el lugar: Merino, Cordero y Cabrerizo.
Llegamos al
Portillo de los Pinos desde donde se podían ver a lo lejos los picos de la
Cuerda Larga todavía con nieve.
Y seguimos, ya sin sendas ni pistas, hasta que Antonio decidió que parásemos para reponer fuerzas en el conocido ”Ángelus”.
En este punto, los reporteros gráficos tomaron la foto de grupo, en la que se unieron Rosa y Melchor, que no habían podido salir con el grupo y nos habían perseguido hasta que consiguieron alcanzarnos.
Tras el descanso, pasamos por el
puente de la Garrrapata, nos acercamos a ver una
lagunilla en la que había ranas y llegamos después de una pequeña subida hasta el
cerro de Morán.
A unos pocos cientos de metros más arriba, el Cerro Garabitas, que por ser uno de los puntos más elevados de la Casa de Campo, con sus 677 metros de cota, fue escenario de diversas batallas durante la Guerra Civil.
Según la leyenda, es el último lugar que visitan las almas de los que han vivido y muerto en Madrid, antes de abandonar este mundo y subir al cielo.
Dichas almas brillan como puntos luminosos en lo alto del firmamento. “De Madrid al cielo y allí un agujerito para verlo”.
Con el cielo totalmente despejado pudimos ver una bonita panorámica de Madrid. Tras una bajada algo empinada, llegamos al
estanque del Repartidor, desde el que se distribuye el agua al resto de zonas del parque.
En agradable paseo, alcanzamos una fuente situada junto a la subestación de la Casa de Campo. Pasamos junto a unas instalaciones deportivas, cruzamos el puente de Cobatillas, vimos la fuente de San Roque y al llegar a la Fuente del Pajarito, con una hermosa forma de menina velazqueña, llenamos nuestras cantimploras de agüita fresca.
Por fin, alcanzamos
El Lago, donde comimos nuestros bocadillos, unos sentados en mesa y sillas; y otros, en los bancos alrededor del Lago. ¡La vista era inmejorable!
Después, iniciamos la ruta para volver a los coches por el Camino de María Teresa, del Ruiseñor, San Pedro y senderos rodeados todos ellos de imponentes pinos alfombrados de verde.
Llegados a los coches, unos marcharon y otros pararon a tomar la cervecita de rigor en el bar restaurante La Manzana.
Doy una puntuación de 4 sicarias a la ruta porque la Casa de Campo estaba insuperable con el color verde como protagonista.
Teresa Hernández
FOTO REPORTAJES