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RESUMEN
Una vez más, el incombustible grupo de montaña GMSMA demostró que ni las amenazas de lluvia ni los caminos anegados detienen a quienes caminan con alma alegre y botas firmes.
La excursión 838 partió, como es tradición, a la hora prevista. Raquel, llegó con unos minutos de retraso y, lamentablemente, no pudo alcanzarnos en la ruta.
Aunque los servicios meteorológicos habían anunciado lluvia, disfrutamos de un cielo despejado y una temperatura suave.
Quedamos en el aparcamiento del puente de la Cantina, junto a la fuente de la Canaleja, cruzamos la carretera CL-601 y bajamos por el camino, que serpentea junto a la margen izquierda del arroyo del Paular, el incipiente río Eresma. El río iba caudaloso como nunca antes lo habíamos visto y rugía a nuestro lado, desbordando energía.
Las lluvias pasadas habían dejado el terreno empapado, y la fuerza del agua había arrancado múltiples pinos tipo Valsaín, cuyos troncos derribados y raíces expuestas formaban esculturas naturales tan impresionantes como inquietantes.
Nos sorprendió encontrar el puente de madera que da acceso a la Boca del Asno cerrado por riesgo de caída, al estar muy dañado tras las últimas lluvias.
Avanzamos por la margen izquierda del río, cruzando tramos complicados debido a los troncos caídos, y a las 12h, fieles a nuestras costumbres hicimos una parada técnica.
Esta vez tuvo un sabor especial: Nico, celebrando su cumpleaños, nos ofreció rosquillas y un chupito de licor, que fueron muy bien recibidos por todo el grupo.
Tras el breve descanso, continuamos el paseo junto al río, acompañándolo en su descenso. Al poco, pasamos bajo el puente de Navalacarreta.
Después, a la altura del acueducto de Valsaín, cruzamos por el puente de madera de los Canales hacia la margen derecha, sobre él nos hicimos la foto de grupo.
Cruzamos el arroyo de Peñalara por otro puente de madera y nos dirigimos a la Pradera de Navalhorno, donde atravesamos el casco urbano y cruzamos la carretera CL-601, en dirección al CENEAM. Desde allí emprendimos el ascenso de vuelta por las praderas del lado opuesto de la carretera, siguiendo en todo momento el GR-10.4.
Cruzamos el arroyo de la Cueva del Monje y otra vez el de Peñalara, ahora unos metros más arriba. Los caminos estaban inundados y algunos tramos parecían pequeñas lagunas. Tuvimos que cruzar varios arroyos más, y como era de esperar, más de uno acabó con las botas empapadas.
Ya con fuerzas renovadas, retomamos el camino de subida, cruzamos el arroyo de Valdeciementillo, el de de Citores, el de Boca del Asno, el de Camaliebre y el de Retamar hasta el aparcamiento del puente de la Cantina.
Justo al subirnos a los coches, como si la naturaleza esperara a que termináramos, comenzó a chispear suavemente. Fue el broche perfecto para una jornada en la que todo fluyó como el propio Eresma: con fuerza y belleza.
Por todo ello, le otorgo una puntuación de 4 sobre 5 a esta preciosa excursión con el agua como protagonista.
Rosa B.
FOTO REPORTAJES
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