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RESUMEN
La Reserva Natural dello Zingaro, en el noroeste de Sicilia, es uno de esos lugares que existen porque la gente dijo “¡hasta aquí!”. En 1980, cuando se proyectó abrir una carretera que atravesaría todo el litoral, asociaciones, vecinos y amantes de la naturaleza se movilizaron para evitarlo. Gracias a aquella protesta —recordada como “la marcha dello Zingaro”— nació, en 1981, la primera reserva natural oficial de Sicilia.
Hoy es un paraíso costero sin asfalto, con senderos que serpentean entre montañas calizas, barrancos secos y calas de agua transparente en las que es imposible no quedarse embobado.
La zona es pura geología mediterránea: relieves abruptos de calizas mesozoicas, modeladas por la erosión durante millones y millones de años.
Un terreno seco que se ilumina como un horno cuando el sol aprieta (y vaya si apretaba ese día).
La vegetación es la clásica superviviente del clima siciliano: palmito enano (la única palmera europea), lentisco, jara, romero, euforbias, y algún que otro algarrobo que parece colocado estratégicamente para dar sombra (pero casi nunca da la suficiente).
¡Y pensar que el otro grupo no pudo hacer esta excursión unos días antes porque cayó una tromba de agua! La primavera es así …
Aquel 22 de mayo, dentro del viaje por Sicilia y las tierras de volcanes, habíamos pasado la mañana disfrutando de la visita a Monreale, donde su impresionante Duomo nos dejó con la boca abierta.
Ese interior dorado, cubierto de mosaicos bizantinos que brillan como si tuvieran luz propia, parecía sacado de otro mundo.
Cerca del mediodía nos plantamos en la entrada sur de la reserva con toda la energía senderista que caracteriza al GMSMA… y ya con un calorcito que hacía presagiar una buena insolación.
Nos acompañaba David, el guía-amigo de confianza, de esos que ya saben cómo caminamos, cuánto apretamos el paso y cuándo conviene aflojar. Y por eso, decidió no hacer el recorrido entero hasta la entrada Norte (que era el plan inicialmente previsto) sino ir hasta una cala a mitad de camino, disfrutar de un buen baño y volver al punto de inicio.
Con él echamos a andar por el sendero costero, que discurre en altura por la costa, y que gracias a una ligera brisa disfrutamos mejor de las calurosas expectativas.
A los pocos kilómetros llegó la tentación: la primera cala, Cala Della Disa, con su agua azul casi de mentira. Y claro, el sol pegando, cansados de toda la mañana, con hambre… algunos compañeros del grupo dijeron:
“Mira, nosotros nos quedamos aquí mismo, que esto es el paraíso y el paraíso no se abandona”. Sensato, muy sensato.
El resto continuamos la ruta. El sendero es precioso, y más en este final de primavera siciliano donde aún conserva un paisaje verde que en breve se irá agostando. Pasamos entre manchas de matorral mediterráneo y miradores donde la costa se veía casi vertical, con esas paredes calizas cayendo al mar.
Entre risas, fotos, comentarios sobre el calor y algún “¿queda mucho para el baño?”, llegamos a la segunda cala.
Allí sí que no hubo dudas: mochilas al suelo, chapuzón inmediato.
El agua estaba cristalina, de ese color turquesa que parece retocado con Photoshop, pero no: Sicilia es así de exagerada.
Comimos a la sombra de las rocas y disfrutamos un buen rato del lugar antes de emprender la vuelta.
Tras el almuerzo y con la piel ya fresquita del baño, tocó rehacer el camino. El sol seguía igual de generoso, pero el ánimo venía renovado. Paso a paso volvimos a la entrada, donde nos esperaba el autobús para seguir la aventura siciliana.
El día aún nos esperaba a algunos una grata sorpresa: Logramos llegar in extremis al Teatro Massimo a disfrutar de una maravillosa Ópera (Salomé) .
Un día para no olvidar !
Cierre
La excursión por la Reserva dello Zingaro fue una de esas jornadas que quedan grabadas no solo por el paisaje, sino por el ambiente del grupo: calor, amigos, mar cristalino, senderos entre calizas y la satisfacción simple y maravillosa de caminar juntos un rincón natural, que existe gracias a quienes lo defendieron. La puntúo con un 5.
Ana López
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