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miércoles, 6 de julio de 2016

Excursión 307: Chorreras del Hornillo

FICHA TÉCNICA
Inicio: Puente de la Aceña
Final: 
Puente de la Aceña
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia:  10,6 Km
Desnivel [+]: 465 m
Desnivel [--]: 465 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 3,5
Participantes: 28

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta




TRACK
Track de la ruta (archivo gpx) 

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC

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RESUMEN
De forma rara en lo climatológico, comenzamos este mes de julio. Esta primera semana tormentas todas las tardes prácticamente en toda la península.

Después del gran chaparrón caído la tarde anterior, el pronostico de las primeras horas de este miércoles en la zona, recomendó a Paco N. avisarnos para que no olvidásemos capa o chubasquero. ¡Vaya forma de empezar el periodo de salidas veraniegas "con chapuzón". Esta parecía tenerlo asegurado, .... Sin embargo, finalmente para muchos la cosa quedó en seco,... aunque para todos hubo "sudada".

Y es que aunque el cielo se mantuvo completamente despejado con un Sol digno del mejor julio, la tromba caída la noche anterior, que dejó huella clara por todas partes, hizo que la humedad del ambiente fuese alta cual sauna.


A las hora prevista, en el punto acordado, el puente de la Aceña, allí estábamos todos dispuestos a completar una nueva marcha con promesa de baño y además con "paella". Sólo esto último, gracias a Pepa y sus amigos, como final previsto en Santa María de la Alameda (estación), ya de por sí, aseguraba el éxito del día.

Con buen ánimo, (siempre se comienza con buen ánimo) iniciamos la marcha remontando el río de la Aceña, con buena charla después de los saludos. Aunque no estaba previsto, la cercanía del embalse de la Aceña, hizo que nos desviásemos hasta el píe de su presa, no sin atravesar antes varias veces el río del mismo nombre, crecido por las lluvia, lo que provocó algún resbalón sin más consecuencias que la mojada del calzado.


Las presas son construcciones siempre fascinantes, y más cuando uno se acerca a ellas desde abajo. Así, el embalse de la Aceña, ya en la provincia de Avila en el término de la vecina Peguerinos, pertenece al Canal de Isabel II y represa las aguas de este río que vierte sus aguas al Cofio, y éste al Tajo.

Después de hacernos la foto de grupo en lo alto de la presa, volvemos bajando la ladera campo a través, entre altas hierbas que parecían invitarnos a practicar una especie de hierba-esquí. De nuevo cruzamos el Aceña, esta vez por el puente del antiguo medidor de escorrentía de aguas, para acometer sin pausa la trepada del día.

A pleno sol, ya casi al mediodía, sin haber tomado aún ese bocatín reparador que todos llevamos preparado... sudando a gota gorda, ... y por un trocha descarnada que casi por la línea de mayor pendiente, nos llevaba a lo alto de la loma para llegar al valle del arroyo del Hornillo, en donde nos esperaban las Chorreras.

En el collado, junto a un mirador. parada y bocata, por fin, buscando las escasas sombras y la también escasa brisa que aliviase nuestros calores tras la sudada. Buenas y merecidas vistas al caserío de Peguerinos y de Santa María de la Alameda así como a los montes circundantes.

Al poco, con el resuello recuperado, iniciamos la bajada hacia el Hornillo, y en menos de media hora alcanzamos por fin, a lo que damos por llamar la Chorrera alta. Las aguas del arroyo se deslizan por la placa de granito durante varias decenas de metros, con un agradable rumor. Pero ¿y el baño?. Apenas un par de pocitas de rodilla y media. Lo suficiente no obstante, para que un par o dos de osados calurosos (los habituales), se remojen al estilo "rebozo".


Apenas con tiempo de volverse a poner las botas (los pocos que se las quitaron), retomamos el camino arroyo abajo, entrando en sombreado pinar, para llegar, ahora si a la Chorrera titular: "Una llambria casi vertical de gneis, a modo de tobogán, por la que escurre el agua, formando una airosa cola de caballo".

Con unas escasas pocitas, apenas algo mayores de las primeras, pero suficientes, ahora si, para que unos cuantos más, entre ellas las más aguerridas de nuestra féminas, se dieran un remojón.


Refrescados ya algunos más, casi la mitad de la compañía, reemprendemos el camino hacia los coches entre los pinares del Hornillo, alcanzando el aparcamiento sobre las tres de la tarde.



Y unos minutos después, ya estábamos todos en la estación de Santa María de la Alameda en casa del amigo de Pepa, Miguel que, con la ayuda de Juan Carlos, nos tenían preparado un par de bien hermosas paellas, a falta de echar el arroz. Muchas gracias a los tres.

En un visto y no visto, en tanto devorábamos las cervezas frescas que nos tenían preparada con ricos aperitivos alguna buena empanada que alguien trajo, se hizo el estupendo arroz del que dimos cuenta (unos más que otros, hubo quien repitió ¡"n" veces!) en un pis pas, quedando saciados al completo con buen postre de sandía y melón y un remate dulce de unas riquísimas rosquillas zamoranas con almendra, que casi todos probamos.


En fin, ¿cuando repetimos?. De momento van 3,5 sicarias para esta excursión de chorreras y paella.
José Ramón Iglesia

FOTO REPORTAJES

miércoles, 9 de marzo de 2016

Excursión 286: Peña del Avellano desde La Acebeda

FICHA TÉCNICA
Inicio: La Acebeda
Final: La Acebeda
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  14,3 Km
Desnivel [+]: 552 m
Desnivel [--]: 552 m
Tipo: Ida y vuelta
Dificultad: Media
Pozas/Agua: No/Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 5
Participantes: 28

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta





















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RESUMEN
Parecía una ruta para quedarse en casa, y muchos no vinieron. Algunos porque sus quehaceres se lo impidieron, otros por los 19 km. y 800 m. de desnivel anunciados, por la meteo que prometía ser infernal, o por la distancia a Madrid.

Como quiera que sea, nos presentamos 33 en La Acebeda, demasiados para el escueto espacio protegido de la parada de autobús. Desde allí (tuve la suerte de pillar un hueco) era difícil reconocer a los que iban saliendo de los coches. El viento arreciaba y la nieve comenzaba a caer.

Y continuó la criba. Cinco de los que se habían desplazado, decidieron no salir. Luego me enteré de que se trataba de los hermanos Sangüesa y tres de Alcalá, pero bastaba mirar los pies para distinguirlos: entre un montón de botas altas, guetres y pantalones impermeables, a los desertores les delataban las zapatillas blancas de tenis o los zapatos ligeros de paseo. Los epítetos hacia ellos fueron de amplio espectro, desde los apreciativos “sensatos” o “precavidos” a otros de índole más cruel que prefiero no repetir.

No ayudaron mucho los comentarios de los lugareños que esperaban en la parada la llegada del pan: “con este tiempo, ¿Dónde van?”, “no saben donde se meten” o “estos hacen dos kilómetros y se dan la vuelta, seguro”; está claro que no nos conocían para nada.

Salimos como siempre en fila detrás de Antonio con Juan en la retaguardia, velando por la ruta que él había diseñado. Ningún perro y ninguna estrella fugaz, así que me tocaba hacer la excursión entera.


Desde el pueblo y prácticamente durante toda la marcha, pisamos nieve, a veces mezclada con barro y con frecuencia con “mierda” de distintos animales que apenas se dejaban ver. A tramos, el camino se hacía fluvial y teníamos que remontarlo cual salmones.

El principio del recorrido, sin mucha pendiente, lo trazamos con rumbo un poco errático entre matorrales y algún que otro árbol pelado. Pronto alcanzamos un camino que ascendía hacia el puerto. Arriba, preciosos bosques de pinos y abetos casi vencidos por la nieve. Auténticas postales navideñas. Poco a poco la niebla nos fue ocultando el paisaje y a nuestros propios compañeros.


Tras una breve parada de reagrupamiento y aperitivo en torno a una gran lápida de hormigón que luego serviría para la foto de grupo, seguimos ruta.

Sin embargo las bajas no habían terminado; Nico decide no continuar y avisa que se vuelve.

Debió parecerle fácil seguir las huellas, pero la nieve y la niebla desorientan a cualquiera y él se despistó. A una llamada suya, Juan y Carlos bajan en su búsqueda y, siguiendo el manual de buenas prácticas montañeras, a ellos se une otra pareja de buenos samaritanos (Esteban y Julián). Inquietud en el grupo que afortunadamente pronto se disipa: Nico comunica que ha encontrado el camino y los cuatro rastreadores vuelven a la marcha.

Nos van a pillar en la llegada al puerto de La Acebeda. Una cerca separa las dos vertientes, madrileña y segoviana. Nada más cruzarla, el viento, que un poco antes había amainado, volvió con toda su furia, como si alguien hubiera abierto de improviso la ventana.

Panorama gélido y duro camino hacia la Peña Quemada (1833 m.), por la parte segoviana, con la cerca helada a la izquierda.

A la vista de las magníficas fotos que han hecho algunos compañeros, creo que cualquier descripción está de más. Os remito a ellas y os aconsejo verlas bajo una buena manta.


A escasos 300 metros de la cima, en la Peña del Avellano, la prudencia y el intenso frío nos aconsejan volver. Las vistas sobre la llanura castellana, quedan para otra ocasión.

Tras un intento fallido de Juan en su búsqueda de un cortafuegos para atajar, iniciamos el retorno volviendo sobre nuestros pasos: la cerca, ahora a la derecha, y nuestras huellas son guías imprescindibles.

Escasísima visibilidad y el eterno viento azotando. Buen ritmo de bajada para combatir el frío y necesidad de algún reagrupamiento. El retraso de unos pocos metros significa dejar de ver a los compañeros.

Fugaz parada para una foto de grupo en la que apenas se reconoce a nadie y vuelta al pueblo sin comer; imposible sacar el bocadillo, aunque no nos hubiera venido mal un tiento a la bota.

El último tramo, por cauces de riachuelos encharcados, acabó de embarrar nuestras botas.

Recuperamos a Nico, que había conseguido refugiarse en el ayuntamiento con permiso de la alcaldesa de la que al parecer se hizo amigo.


Nos cuenta que el bar está cerrado por ausencia de la dueña que, huyendo del frío, se ha ido de vacaciones a Alicante. La cerveza en Robregordo y como broche final, un espectacular arco iris.

Al final han salido 14 km y 550 m de desnivel. La hazaña merece 5 sicarias.
Isabel Martínez

lunes, 7 de diciembre de 2015

Excursión 269b: Camino Majariego de Santiago. Etapa 6. Nava de la Asunción - Coca

FICHA TÉCNICA
Inicio: Nava de la Asunción
Final: Coca
Tiempo: 3 a 4 horas
Distancia:  12,8 Km
Desnivel [+]: 82 m
Desnivel [--]: 90 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: No/No

Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 2

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta






















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RESUMEN
La sexta etapa comenzó en la puerta del hotel donde habíamos pernoctado. De nuevo conté sólo con la compañía de Ana.

Tras la larga etapa de ayer decidimos que hoy llegaríamos solamente hasta Coca, disponiendo de la tarde para visitar esa ciudad y luego recoger el coche en Añe y volver a casa.

A las 9’50 nos pusimos en marcha para de camino conocer los monumentos más interesantes de Nava de la Asunción.

Vimos la fuente llamada el Caño del Obispo de 1683, la Casa del Caño de 1757 en la que residió el famoso poeta Jaime Gil de Biedma y llegamos hasta la iglesia parroquial de Nª. Srª de la Asunción del s. XVIII.

Vimos también el ayuntamiento y nos dirigimos por la calle Real hacia la ermita del Santo Cristo de la Expiración situada al final del pueblo. Aunque allí el indicador de la carretera señala Coca hacia la izquierda la flecha amarilla que vimos en una farola nos indicaba que el Camino había que tomarlo por la derecha. Así que eso fue lo que hicimos. Salimos del pueblo a las 10’15 y, al poco, se nos planteó otra disyuntiva: en esta bifurcación se indicaban dos alternativas: la b) más corta o la a) algo más larga pero más bonita.

Elegimos la A y enfilamos el camino en dirección a las vías del
AVE que esta vez cruzamos por debajo a través de un túnel. Incluso después de atravesarlas tuvimos la suerte de ver un tren de alta velocidad circular por ellas en dirección a Segovia.

Entre campos de cereales el camino con amplias curvas nos llevó en dirección a los pinares. El día no estaba tan despejado como ayer pero, andando, el calor hacía que sobraran algunas prendas de abrigo.

Cuando eran las 11’00 y llevábamos andados 4,800 km. llegamos a un cruce. El Camino seguía de frente pero, como íbamos bien de hora, nos decidimos a recorrer un par de kilómetros  adicionales y llegar hasta el lugar denominado la Peña del Caballero (según otras versiones la Peña del Moro). Por una amplia pista forestal anduvimos hasta donde el GPS indicaba que debía estar la citada peña. Allí no se veía roca alguna pero un cazador que encontré me indicó que no la buscara hacia lo alto sino colgada del barranco que se denomina cañón del Eresma.

¡Claro!, ¡ahí estaba!. Hicimos fotos de ella y también del cañón que el 
río Eresma, que ya ha recibido las aguas del río Moros, ha tallado en la llanura. Deshicimos lo andado y a las 11’40 nos encontramos de nuevo en el cruce donde habíamos abandonado el Camino. Ahora el GPS señalaba 7,310 km. Es decir: esta curiosidad añade 2,5 km. a la etapa real. Seguimos, pues, por la senda marcada y pasando por una granja de ganado lanar, volvimos a encontrarnos al borde del cañón por cuyo borde discurre este tramo de la etapa.

Sentados en un tronco caído hicimos una parada para beber y comer algo y aprovechamos para hacernos una foto de grupo (aunque esta vez fue una foto de pareja).

Llevábamos andados 8’30 km. y eran las 12’10 cuando nos volvimos a poner en marcha. El día se había puesto más gris y los contrastes de colores no eran tan bonitos. De cualquier forma la vista desde arriba del cauce del río era espectacular y eso que la vegetación, álamos y chopos era tan alta que apenas deja entrever el agua del río.

Muchos de los troncos de los árboles de corteza blanca, no así de los pinos, estaban cubiertos de yedra. Nos internamos por el pinar y por aquí la senda ahora era de arena sin compactar lo que suponía un esfuerzo adicional al caminar.

Pasamos por el mojón que indicaba una distancia a Sahagún de 167 km. aunque teniendo en cuenta lo que escribí en la crónica anterior no era muy de fiar. De todos modos siempre es una alegría ver que se va avanzando. Las flechas indicadoras amarillas sí que no nos faltaron en ningún momento.

Bordeamos, dejándola a nuestra izquierda, una finca con muchos invernaderos donde se deben cultivar buenos tomates u otras hortalizas y de pronto vimos sobresalir por encima de las copas de los pinos la torre de su iglesia lo que nos indicaba que estábamos acercándonos a
Coca.

Aún nos quedaban más de 2 kilómetros pero ya sabíamos que cumpliríamos el horario planificado. Eran las 13’00 y habíamos andado 11’40 km.

Cuando salimos del pinar ya vimos la ciudad que los romanos llamaron Cauca. Callejeando por ella atravesamos la carretera y rodeando la iglesia de Santa María la Mayor llegamos a su puerta donde hicimos la foto del final de etapa.

Todavía tuvimos tiempo de ver lo que se conserva de las murallas medievales y de llegar hasta la puerta del castillo. Habíamos empleado 3 horas y 40 minutos en recorrer casi 15 kilómetros. De ellas, 2 horas y 56 minutos fueron de andadura. En esto está incluido el desvío a ver la Peña del Caballero.

En el castillo sí que dimos por terminada la etapa y con un taxi volvimos a Añe a recoger el coche donde ayer lo dejamos. Después de comer en Nava de la Asunción volvimos a Coca para visitar el castillo por su interior. También entramos en el interior de la iglesia y vimos por fuera la Torre mudéjar de San Nicolás.

Felices y satisfechos, con todos los objetivos cumplidos nos volvimos para Madrid.

Hasta la séptima etapa, a ésta le otorgamos 4 sicarias.
José María

FOTO REPORTAJES